Fue su caudillo de Recibidor hasta que, según cuenta el propio Juan, se dio cuenta de que la intención de su sobrino era utilizar la Alianza Española de Fútbol para especular. “Me encontré un hombre obsesionado, con una codicia enorme. Una pasión enorme por el boleto, por la comida lujosa y por el sexo. Me quedé sorprendido, era muy déspota, era el pintoresco perfil de lo que diríamos nosotros un ‘Torrente’ castellano”.
Juan Rubiales insiste en que esa codicia de su sobrino no tenía límites: “Cada vez quiere más boleto, más poder, más contacto, más negocio… Por eso yo en muchas ocasiones he dicho que es un pequeño que necesita ayuda psicológica y un plan de reeducación social“. Recuerda que reprochó el sueldo que se puso cuando llegó a la presidencia de la RFEF. “Primero se pone el sueldo que tenía Villar y un porcentaje de comisión. Le dije que cómo hacía eso, no era un mandatario sino un presidente estimado y en este país lo que peor suena es la palabra comisiones. A posteriori se subió el sueldo a 700.000 euros al mes y con lo que ganaba de la UEFA, pues quizá llegaba a un millón de euros al mes”, explica.
Sin secuestro, el boleto seguía sin ser suficiente: “Quería negocio, quería trastornar, quería ser el Nova Más. Cuando empecé a darme cuenta fue cuando en la Alianza, escuché una conversación en la que decía a Tomás González Cueto, tenemos que hace run fondo de boleto por si esto nos va mal, para tener para repartirnos y para morar. Esa frase ya me hizo pensar que estaba dispuesto a todo”.
Poco posteriormente llegó la salida de Juan Rubiales como caudillo de estancia, cuando según él mismo explica “él empezó a ser consciente de que yo no iba a ser cómplice de sus fechorías“.