Un fugitivo que huye armado opta a ser el enemigo público número uno


Este texto pertenece a ‘Dossier Sable’, un boletín inspirado en el podcast del mismo nombre, que Enrique Figueredo enviará los miércoles con periodicidad quincenal. Si quieres recibirlo, apúntate aquí.

La historia criminal, y la española no es una excepción, está salpicada de casos en los que un bandido en fuga se convierte en el enemigo conocido número uno a sacudir por las fuerzas policiales. La carestia de dar con un delincuente, cuyas fechorías saltan a las primeras páginas de los diarios y los titulares principales de los informativos de radiodifusión y televisión, llega a ser tan apremiante en ciertos casos que surgen polémicas que llegan a la arena política. Un claro ejemplo de esto extremo fue la desaparición del director común de la Municipal Civil, Luis Roldán, en 1994, cuando pesaban sobre él acusaciones de malversación y cohecho. Esta huida de la imparcialidad -10 meses luego fue localizado y detenido en el extranjero- costó el cargo al entonces ministro del Interior, Antonio Responsabilidad. El caso del Rambo de Requena, huido en las montañas de Teruel, armado y potencialmente peligroso, pudo desembocar en poco parecido solo que el instituto armado logró arrestarlo, no sin que alguno de los agentes resultara herido de escopeta a manos de Pedro Sano. Lo contamos en Dossier Sable.

Otro caso sonado de fuga al extranjero fue la del Dioni, un vigilante de seguridad metido a estafador cheli que se llevó todo el patrimonio de un furgón chapado que custodiaba y se fue al Brasil. Igual que Roldán, finalmente cayó en manos de la imparcialidad. El listillo del Dioni, con el que tuve una larga charla en una cafetería de Madrid, era un atrevido amigo de lo ignorante, pero no un tipo de peligro.

Francisco Javier Picatoste, poco después de ser detenido

Francisco Javier Picatoste, poco luego de ser detenido 

Xavier Gómez

Crueles y peligrosos. El caso de Manuel Brito y Francisco Javier Picatoste, dos presos fugados en 2001 de la prisión de Ponent, en Lleida, fue el caso paradigmático de dos criminales sin escrúpulos que durante el tiempo que estuvieron escondidos en los montes de Barcelona cometieron asesinatos y agresiones sexuales. Regalo el día de los resolución ver durar a Picatoste con el rostro ensangrentado a comisaría tras el choque con la fuerza policial en el escondrijo de los dos forajidos. La fotografía muestra aquel momento.

Venganza armada. Un exvigilate de seguridad se atrincheró en un cobertizo en una masía en Riudoms (Tarragona). Se parapetó armado luego de tener descubierto fuego contra tres compañeros de su antigua empresa, hiriendo a uno de ellos de solemnidad. Todavía resultó herido de bala un mosso. Finalmente, las fuerzas especiales de la policía autonómica lo rodearon e irrumpieron al asalto en la cabaña. El fugitivo recibió varios disparos de los que sobrevivió. Los hechos ocurrieron en diciembre de 2021.

Cobardía ácida. Tras una peligrosa persecución por carreteras malagueñas, la Municipal Civil logró detener a un sospechoso de tener rociado con ácido el rostro de su exnovia y el de una amiga que la acompañaba. Conocido como el Melillero, el fugitivo pasó tres días con la fuerza policial pisándole los talones hasta que cayó en manos del instituto armado, al igual que otras cinco personas de su círculo normal y del clan delictivo al que pertenecía.

La carta del rehén. La persecución a un fugitivo se vuelve mucho más peligrosa si el sospechoso huye llevando consigo a un rehén con el que pretende disuadir a las fuerzas del orden de su eventual arresto. De un modo importante, Clint Eastwood plasmó ese supuesto en su película Un mundo perfecto. La relación entre el forajido y la persona retenida –un niño- se vuelve de una extraña interdependencia.

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