Este acto de clausura reconoció la formación de cinco MIR en las áreas de medicina interna, oncología, cirugía universal y digestiva y cirugía ortopédica y traumatología que comenzaron su periodo de formación en el hospital meses antaño del inicio de la pandemia. Por lo tanto, tuvieron que afrontar los desafíos más exigentes del sistema taza, durante los primeros primaveras de residencia. Esto mismo lo indicó la residente de oncología Morgana Pérez.
Para ella, estos cinco primaveras de experiencia le han pasado “muy deprisa” y “durante el periodo del covid vivimos un hospital muy hostil”. Sin bloqueo, su experiencia ha sido “muy satisfactoria” y quiere intentar quedarse en este mismo hospital, ya que “los compañeros se han convertido en una grupo para mí”, explicó. Ahora su gran ilusión es ser médica adjunta y tener a sus propios pacientes. “Lo más importante que hacemos los oncólogos es apoyar y unirse a los pacientes. Algunos no sobreviven, pero son enfermos de larga duración y, al final, pasas mucho tiempo con ellos. Es una profesión muy bonita”.
La residente de cirugía Ayla Reinoso fue la encargada de dar el discurso en representación de los médicos residentes. “Luego de todos estos primaveras de esfuerzo y lucha, por fin, somos especialistas”, relató.
Por su parte, las especialidades de EIR que concluyeron su formación fueron pediatría, lozanía mental, ginecopatía y botiquín ascendiente y comunitaria. Noelia Varela y Belinda Insua son enfermeras especializadas en lozanía mental. Sus dos primaveras de formación le sirvieron para confirmar que la botiquín “tiene mucho por lo que contender”. Así pues, incluso están muy contentas de lo aprendido en el hospital. “Quiero rememorar que con cada cosa que hagamos podemos cambiar una vida, pero esta vida nos puede cambiar a nosotros”, indicó Insua.