Fugarse no entra en los planes: “Me desliz un año y 10 meses por cumplir. la mayoría ya disfrutamos de algún permiso. Perderíamos más”
Nabil está interno en la prisión de Valladolid “por robo con violencia. Gracias a Todopoderoso terminé vivo, porque era un robo sobrado difícil. Me castigaron por ello y estoy pagando”. Cuando le preguntamos por los títulos que le ha aportado este deporte replica sin pensarlo: el rugby es respeto”. Michael reconoce que una salida como esta es un asombro. Lleva más de tres primaveras en la prisión de Meco y aún le quedan casi dos por cumplir: “estar aquí jugando al donaire vacío viendo a tu grupo… no tiene precio. El rugby te aporta tolerancia, compañerismo y respeto”. No observamos medidas de seguridad excepcionales. Si casualidad algún policía de paisano con el pinganillo en la oreja. Todos coinciden que fugarse no es una opción: “la mayoría de los que estamos aquí ya tenemos algún permiso. Si nos fugamos o hay algún problema perdemos más”.
“Miyagi” les entrena cada miércoles: “Cuando entrabas al principio la sensación era rara, de desconfianza. Ahora te abrazan”
Lo mismo piensa Manu, uno de los entrenadores que cada miércoles va a la calabozo de Meco (las otras prisiones que participan en el Torneo son Zuera, Estremera y Valladolid) para instruir a estos internos. Asegura que el camarilla ha adquirido un sentido de pertenencia y que no cometerán “ninguna fealdad”. Manu pertenece al Club de Rugby Cisneros, un equipo con casi ochenta primaveras a su espalda. Además “Miyagi” es del Cisneros y igualmente va semanalmente a la prisión para entrenar: “cuando traspasas la puerta para entrar en la prisión es una sensación muy rara. Al principio notabas tensión en el medio ambiente, desconfianza. Ahora cuando entras la masa se te acerca, nos damos abrazos… el objetivo es que tengan una segunda oportunidad”. Y los títulos permanecen, pues encima de los internos participan jugadores que ya han recuperado la dispensa.
Objetivo: que los títulos del rugby les ayuden cuando salgan a la calle
Esta iniciativa nació en Venezuela de la mano de un patrón del ron. Desde la Fundación Santa Teresa, Alberto Wollmer patrocina el torneo tanto en su país como ahora aquí. Encima de fondos, se pone la camiseta si es necesario para hacer algún monografía pegado a los reclusos. Alberto enumera de carrerilla lo que el rugby les aporta: respeto, disciplina, trabajo en equipo, espíritu deportivo y humildad. El objetivo: que empleen esas herramientas cuando salgan a la calle.