«Me está arruinando la vida»


Ser propietario de una vivienda en nuestro país no es fiador de poder conducirse en ella si se da una situación como la que le ha ocurrido a José, un hombre de 51 primaveras que, desde hace cuatro meses, vive en una furgoneta a las periferia de Valencia. Esta ha sido la consecuencia de que su inquilina lleve sin pagarle el inquilinato desde el pasado verano.

La mujer comenzó pagándole el inquilinato en los primeros meses pero cada vez tardaba más en dar el monises, hasta que dejó de hacerlo, convitiéndose en ‘inquiokupa’. José defiende la idea de que los propietarios que ponen su vivienda en inquilinato no siempre corresponde a grandes tenedores ni especuladores y que el Gobierno debería atender a las leyes para proteger asimismo a quienes sufren de este o cualquier tipo de okupación.

En su caso, adicionalmente del problema de no admitir un monises del que dice que depende, se ha quedado sin la única vivienda de la que es propietario. Según cuenta a ‘Libertado Mercado’, antaño vivía en casa de su pareja pero, al dejarlo, que la inquilina se haya adueñado de su casa sin enriquecer le ha obligado a conducirse en su Camper, que antaño utilizaba para irse de recreo. «Me está arruinado la vida y, adicionalmente, de una forma sibilina y caprichosa», se queja.

«Mis padres fallecieron hace primaveras, mi hermana vive en Sitges, y ni tengo ese monises para intentar alquilarme yo otro adoquinado, ni dispongo de él para irme allí a conducirse» sigue relatando, aunque asimismo reconoce que algunos de sus familiares le han ofrecido quedarse en su casa, pero no quiere darles problemas sin retener por cuánto tiempo será.

Sobre la ‘inquiokupa’ expresa gan indignación, adicionalmente de por lo obvio, porque tiene conocimiento de que los propios padres de la okupa viven en el adoquinado de hacia lo alto y podrían conducirse juntos ya que, si la vivienda cuenta con el mismo tamaño, supone tendrían hasta 4 habitaciones para que viva ella con sus hijos. De hecho, fueron los padres de la mujer los que dieron la idea de que ella alquilase el adoquinado y, guiándose por las referencias de determinado conocido como son sus vecinos, confió en la recomendación. Sin requisa, nadie se hace cargo del cuota, ni siquiera sus vecinos que firmaron como avalistas.

«¿Quién es el débil?»

En agosto de 2023 fue cuando la inquilina, ahora okupa, dejó de enriquecer a José y, en noviembre del mismo año, este puso una denuncia por la situación que se viene dando desde entonces. Hace un mes se celebró el proceso, donde le dieron la razón, pero el adoquinado sigue con la mujer y sus hijos en el interior, cuenta en ‘Libertado Mercado’: «Tenía unos días para apelar, e imagino que pedirá la vulnerabilidad, pero… ¿Qué pasa conmigo? ¿Yo no soy débil? Soy yo el que tiene una casa y, sin requisa, tengo que yacer en una furgoneta; tengo 51 primaveras y vivo en la calle…. ¿Quién es el débil?», se lamenta el hombre que, adicionalmente, está tiene rotos el cruzado y el menisco y está esperando a que le llamen para operarse.

José adicionalmente ha pedido que le concedan la vulnerabilidad, incluso solicitando su registro en la furgoneta, pero puede ser complicado que se la den adecuado a que tiene trabajo fijo. «Hasta la Policía me dice que llame a Desokupa porque si no, no la voy a conseguir echar, pero es que vamos a ver… ¿Quién es más débil? ¿Ella, que tiene un techo en el que conducirse, porque tiene a sus padres en el adoquinado de hacia lo alto, o yo que con 51 primaveras estoy viviendo en la calle?» repide de nuevo al medio citado.

«Hasta la Policía me dice que llame a Desokupa porque si no, no la voy a conseguir echar…»

Entre la hidrofobia y la indignación José se queja de la poca implicación del Gobierno con la okupación. «Este problema existe. No es un caso incidental ni una cosa puntual de una persona concreta», dice. Por otra parte, añade que una de las soluciones sería reunirse con la Plataforma de Afectados con la Okupación, a la que él ya ha acudido a pedir ayuda, y donde dice que se encontró cientos de casos como el suyo.

«No somos un fondo de inversión o un mesa con miles de pisos -insiste-. Estamos hablando de clan humilde, trabajadora, discreta… Y no es ajustado que una persona con 51 primaveras se vea en la situación en la que yo me estoy viendo y que nadie se preocupe por ti, porque la sensación que tengo ahora mismo es que hasta un perro tiene más derechos que yo», sentencia José.

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