‘Matrioskas’, el grito literario de Marta Carnicero para visibilizar las violaciones a mujeres como arma de guerra


Como el queja extinguido de la cantante estadounidense Janis Joplin en su célebre tema ‘Cry, baby’ ha comparado su tercera novelística, Matrioskas (Editorial Escarpadura, 2023), Marta Carnicero (Barcelona, 1974). Una canción que la escritora catalana ha escuchado muchas veces, ya desde su insurrecto adolescencia hasta ahora, y cuyo título y carácter pueden resultar incluso hasta premonitorios de lo que los lectores van a encontrarse en las páginas de este ejemplar.

Una voz rota que, sin retención, ha estado silenciada durante mucho tiempo para las protagonistas de Matrioskas, que huyen tanto física como emocionalmente de un pasado aterrador pero todavía de un futuro repleto de incógnitas que no se atreven a desvelar, con el tema de las violaciones a mujeres como armas de supresión como trasfondo. De todo ello ha hablado este sábado la autora en Toledo internamente del club de repaso de la Estantería Hojablanca, donde ha ido desgranando algunas de las claves de esta exitosa historia que, quizá, pronto podremos ver en pantalla porque algún cineasta, aún sin entender, la quiere adaptar al mundo audiovisual.

Cosa que no es casual, puesto que incluso el director Pedro Almodóvar quedó fascinado con esta novelística cuyo argumento se sostiene en el discurso de dos voces, las de sus dos protagonistas que de guisa alterna permiten administrar la emoción en que lo envuelven. Por un banda, Hana vive un doble deportación: uno estrictamente geográfico, allá de la tierra que la vio germinar y que se vio obligada a descuidar, y otro íntimo, que la mantiene apartada del mundo que la rodea por miedo a que la lastimen. Y, por otro banda, a dos mil kilómetros de distancia y en un entorno privilegiado, Sara es una adolescente egoísta que acaba de cumplir dieciocho primaveras que está ansiosa por ser libertado. Enfrentadas a una verdad incómoda, fruto de decisiones del pasado que aún reverberan en el presente, ambas harán descubrimientos tan amargos como sorprendentes mientras acortan la distancia que las separa.

Con todo ello, la escritora, aunque ingeniera industrial y docente de profesión, ha trenzado una obra llena de heridas y traumas a los que se enfrentan los personajes, pero todavía de memoria histórica, para intentar memorar los horrores del pasado e incluso de las guerras del presente, con el fin de que no se vuelvan a repetir. Y lo hace con un tema que durante mucho tiempo ha estado silenciado, como son los abusos sexuales que las mujeres sufren en los conflictos, callados incluso por las víctimas de esa ignominia.

Fue una muestra fotográfica en el antiguo Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona, conocido popularmente como La Maniquí y hoy convertido en un centro cultural y memorialista, la que inspiró este relato, según reconoce Carnicero. Allí, hace unos primaveras, quedó tan impactada por las imágenes de esa exposición titulada ‘Hay alguno en el bosque’ -proyecto que incluye todavía una obra teatral, un documental y una propuesta educativa-, que necesitaba canalizar esas historias «con una inspección propia».

Imagen - 'Matrioskas', el grito literario de Marta Carnicero para visibilizar las violaciones a mujeres como arma de guerra

El objetivo de ese plan multidisciplinar y de Matrioskas es «dejar huella» y denunciar las dramáticas consecuencias de las miles de violaciones -entre 25.000 y 50.000- que se produjeron en la supresión de Bosnia-Herzegovina como logística de pundonor étnica. Sin retención, la autora asegura que en su obra no ha querido relatar ni describir, en ningún momento, esos hechos tan execrables que fueron los abusos sexuales a mujeres durante el conflicto.

«Lo que descripción está repleto de violencia contenida; huyo de la pornografía emocional. Un simple olor o cualquier otro tipo de sensación que les retrotraiga a su pasado más amargo puede provocar la náusea a las víctimas», apunta Carnicero, que no ha entrevistado a ninguna víctima para dotar su relato.

Con la mera ficción, el maestro no necesita una descripción detallada de una violación para poder intuir los horrores que vivieron las miles de mujeres que pasaron por el campo de concentración de Vilina Vlas. Paradójicamente, ese espacio es hoy un hotel de suntuosidad con spa en un espacio paradisiaco -a orillas del caudaloso río Drina, en la ciudad bosnia de Visegrado- y que, según Carnicero, «debería ser un centro memorialista que recordará lo que allí ocurrió».


Un momento de la charla de Marta Carnicero con el club de repaso de la Estantería Hojablanca en Toledo


Imagen cedida

Una opinión compartida por otras mujeres que, sin poseer sufrido lo mismo que las bosnias musulmanas que padecieron los desmanes de los serbios nacionalistas que se hacían golpear Águilas Blancas y Los Vengadores, han tomado conciencia sobre este tema. Una de ellas, la actriz australiana Kym Vercoe se registró en el spa, durante unas descanso de hace unos primaveras, con la esperanza de disfrutar de una tranquilidad reconfortante. «Había poco extraño, no dormí en toda la tinieblas», reconoció luego.

Al regresar a casa, Kym Vercoe investigó sobre el espacio y se enteró de que Vilina Vlas había sido un campamento de violaciones y asesinatos. Se preguntó si había percibido lo que allí sucedió de algún modo y dijo sentirse «engañada y furiosa». Poco que la inspiró para escribir su película ‘For those who can tell no tales’ (Para aquellos que no pueden contar cuentos) como homenaje a esas mujeres y niñas que nunca pudieron percibir ni escuchar bonitas historias.

Aunque «descubrir es un suplicio», como dice Sara, una de las protagonistas de Matrioskas, novelas como la de Marta Carnicero son imprescindibles para representar el horror que muchas mujeres siguen sufriendo en todos los conflictos bélicos.

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