«¡Tía puta, tenías que morir!»


La religiosa comenzó a lloriquear cuando su hijo, de 47 primaveras, pasó delante de ella esposado y custodiado por dos policías nacionales camino de la sala de vistas. Luego la anciana progenitora, sentada en un sillón, derramó lágrimas desconsoladamente cuando le confirmaron la condena que Roberto había aceptado: 33 meses de prisión y otros 35 sin poder comunicarse ni acercarse a ella a menos de 700 metros, así como 116 días de trabajo en beneficio de la comunidad.

Entre las dos escenas median los minutos necesarios para ratificar este martes, en la Audiencia Provincial de Toledo, el acuerdo que lo ha beneficiario manifiestamente por vejar y coaccionar a su progenitora durante primaveras en Torrijos. Especialmente entre 2019 y mayo de 2023, le propinó bofetadas, patadas y empujones en el domicilio frecuente, tirándola igualmente al suelo aunque sin causarle lesiones físicas.

Esas agresiones iban acompañadas de expresiones ofensivas como «¡Tú, cállate, puta, zorra1», «¡Tía puta, tenías que fallecer!» o «¡Te voy a matar a ti y a tu perrita!». Una horribles vivencias que provocó en su religiosa «una situación continuada de miedo y sumisión», con un estado de lozanía muy deteriorado al favor padecido cáncer sin el adecuado seguimiento oncológico. Pero no solo eso: a una error de movilidad manifiesta se suma una depresión crónica a sus 73 primaveras recién cumplidos, aunque parece maduro.

«Sí, soy culpable», reconoció en menos que canta un gallo Roberto Campos Domínguez frente a el tribunal luego de que la magistrada-presidenta le enumerara los delitos por los que iba a ser condenado: dos de maltrato en el ámbito frecuente, uno de leve continuado de vejaciones injustas, otro de amenazas y uno más de coacciones, adicionalmente de hurto.

La petición original era de 16 primaveras y medio de calabozo por la peligro que algunos delitos que finalmente el representante del Profesión Conocido, Aquel Demetrio de la Cruz, retiró. Fue el caso de la detención ilegal, cambiado por otro de coacciones, ya que la religiosa aseguró al fiscal, acoplado ayer del seso, que ella tenía a su disposición un placer de llaves y sí podía salir de la vivienda.

Al reo le aplicaron el desventaja de parentesco y el atenuante de confesión ayer de emprender la dorso a la calabozo de Ocaña I, donde Roberto está preso. «Estoy contrito», afirmó en el turno de la última palabra mientras su religiosa lloraba fuera, en el vestíbulo.

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