«La poesía es lo que nos eleva, lo que nos hace ver las cosas bonitas»


«Cumplir primaveras es una guisa de no morirse», bromea José Emilio López Delgado, que sopla hoy setenta y cuatro velas. El cantautor, que adoptó el nombre estético de Emilio José, lleva décadas siendo uno de los vecinos ilustres de Fernán Nuñez.

-A mi padre le gustaba mucho la poesía. Leíamos poesía en casa. No tenemos informes familiares de cantantes, aunque es verdad que mis padres tenían un buen sentido de la música. En las fiestas que hacíamos en casa, con tantos hermanos, imagínese, nos poníamos a cantar, otro contaba chistes. Yo he sido un verso suelto. En Barcelona tuve las oportunidades que uno ha de tener para salir delante. Llegó una compañía de discos, cantaba en los colegios y en la universidad. Me abrí camino. Me contrató una compañía que se llamaba Belter, donde en esa época grababa incluso Víctor Manuel, y me hablaron de presentarme al Festival de Benidorm. Yo me moría de miedo, y dije: ‘Presento la canción pero yo no la voy a cantar’. Y resulta que al final hubo un problema con quienes iban a cantarla y tuve que hacerlo yo.

-Era ‘Soledad’.

-Sí. Fui y no sé ni lo que hice. Porque encima acababa de vencer mi padre: el Festival fue en julio del 73 y mi padre había fallecido en las Navidades anteriores, el diciembre. Y yo estaba muy, muy tocado. Yo llegué allí… bueno, fue maravilloso por un banda y triste por otro.

-¿’Soledad’ tiene que ver con la abandono de su padre?

-No, no. ‘Soledad’ se base en los saludos que dejé en mi tierra cuando me fui a Barcelona. Yo me acordaba mucho de mis amigos, del campo andaluz. Por eso hice la canción ‘Campo herido’. Al final era nostalgia de todo, y en peculiar de la clan que venía al colegio conmigo. Soledad era una pupila que estudió conmigo: no era mi novia ni falta de eso, simplemente era mi amiga, como tantos, y yo traté de escribir sobre una pupila de pueblo, inocente, sincera y auténtica. Hay clan que puede pensar que la canción se refiere a la soledad como sentimiento. No, no, es un nombre de mujer. Lo que pasa es que cada uno entiende las canciones como quiere, porque las canciones, al final, lo que decía aquel: una copla no es una copla hasta que no la canta el pueblo, y cuando la canta el pueblo ya da igual el autor.

-El nombre de una mujer y la nostalgia. Como en ‘Lucía’ de Serrat, con aquello de ‘No hay falta más bello que lo que nunca he tenido, falta más amado que lo que perdí ‘…

-Claro, claro. Exactamente. Las canciones uno las hace suyas. Esa soledad, que puede ser dulce compañía, como dijo el poeta amigo. Lo que dejas a espaldas cuando te tienes que ir a otra tierra es una putada, pero te tienes que marchar para poder desarrollarte, porque en tu tierra no lo puedes hacer.

-¿Ese sentimiento de pérdida le ha acompañado todos estos primaveras?

-Pues, hombre, al principio sí, pero luego ya no. La verdad es que no he ido mucho por Córdoba: he ido a cantar alguna vez, a dar el pregón de la Feria de Fernán Núñez. A mí me quisieron dar una calle en el pueblo y dije que no, que se la dieran a mi padre, que era el pedagogo y el que se la merecía positivamente, y se la dieron, y luego conseguí que le pusieran otra a mi mama. Don José y doña Juanita, allí todo el mundo los conocía así.

-Un compañero de la Redacción que es paisano suyo me ha contado que cuando usted iba a cantar a su pueblo era todo un acontecimiento.

-Totalmente. Porque la clan se vuelca conmigo. He tenido mucho agradecimiento por el cariño que me han regalado, y más en esa época en la que acababa de cobrar en Benidorm y yo estaba en plena agitación. Y sí, era un acontecimiento en impacto, porque yo era un paisano que cantaba, que había triunfado. Siempre que había oportunidad defendía a mi pueblo, no sólo en España, incluso a América llevaba el nombre de Fernán Núñez.


El músico hace un visaje con el dedo índice


JOSÉ RAMÓN LADRA

-Estos días que he estado escuchando sus canciones me ha recordado usted a Serrat, lógicamente, y incluso a Manolo García por el apego al demarcación, a las cosas sencillas de los pueblos y a la naturaleza, al mar el concreto. ¿Estoy diciendo un disparate?

-Bueno, puede ser. Uno se va nutriendo de eso, de las cosas que has vivido y que te van llegando. Mire, yo el mar no lo conocí hasta los dieciséis primaveras, cuando llegué por primera vez a Barcelona. Iba con mi hermano Agustín en una furgoneta: ‘Mira, Emilio, el mar’, me dijo; yo estaba medio dormido, abrí los luceros y me pareció sensacional. Hasta entonces mis referencias del agua eran el Guadalquivir y siquiera es que lo hubiera gastado muy de cerca. A partir de ahí empecé a cantarle al mar: tengo todo un LP de canciones sobre él, ‘Marinero cantor’, ‘Adónde va tu singladura marinero’, ‘Arrabal de los marineros’, ‘Nuestra playa’… Aquello fue una unión muy musculoso con el mar.

-Usted ha musicado poemas de Audaz Felipe, Manuel Alcántara, los Machado, Pemán, Alberti, Montesinos…

-Siempre me ha gustado mucho. Yo hice eso acordándome de lo que decía Alberti: ‘Qué cantan los poetas andaluces de ahora’. Por eso quise cantar sobre todo a los poetas vivos, no sólo a los de siempre, como Lorca o Machado. Yo quería cantar a Manuel Alcántara, a Antonio Hernández, a Pablo García Baena, a Luis Rosales. Hice un disco con ellos, con los poetas andaluces vivos, y la suerte que tuve es que pude convivir con ellos, de hacernos amigos, y de trabajar codo con codo en las canciones. Presentamos ese disco en Madrid, en el Palafox, que caldo Carlos Herrera por cierto, y estaban todos los poetas allí, todos como niños con zapatos nuevos.

«Quise hacer la Nueva Canción andaluza como la Nova Cançó catalana, que tuviera tinte social y hablase de nosotros»

-Loquillo acaba de editar un disco que se titula ‘Treinta primaveras de transgresiones’ en el que recopila sus temas con humanidades de Gil de Biedma, Bernardo Atxaga, Benedetti y Luis Alberto de Cuenca entre otros. El añoso rockero confiesa que cuando empezó a cantar poesía le dijeron de todo, que la clan no lo entendía.

-Sí, sí, sí. Loquillo se acercó mucho a la poesía a través de un amigo popular, ciertamente Luis Alberto de Cuenca. Creo que llegaron a hacer un disco juntos. A mí me encanta la poesía porque me talego de la mierda: es lo que nos eleva, lo que nos hace ver cosas bonitas.

-Usted vivió en primera itinerario la etapa dorada de los cantautores de la Transición.

-Claro. Yo canté con Nino Bueno alguna vez, en Castellón. Le voy a contar una cosa: cuando yo llegué a Barcelona estaba en plena agitación la Nova Cançó catalana, y allí estaban mi amigo Joan Manuel, Raimon, Luís Llach, y yo me decía, yacer, por qué no canto yo una nueva canción andaluza que se por separado de lo que eran las canciones comerciales de mi querido Manolo Escobar y algunos más, y que encima tenga un tinte social, y que hable de nuestros problemas. Entonces algún dijo: ‘Nace la Nueva Canción andaluza’.

-Aquí hay que departir de Carlos Cano.

-Sí, pero él caldo posteriormente. Estoy hablando de primaveras antiguamente. Carlos fue una gran pérdida. Voy enlazando saludos: hablamos de poetas andaluces y me acuerdo de Jarcha, otros grandes amigos.

-Primaveras más tarde, a mediados de los primaveras noventa hubo otro auge de cantautores. Pedro Hostilidades, Ismael Serrano…

-Bueno, Víctor Manuel siempre ha estado. Pero la auténtica época de cantautores es la de los primaveras sesenta y setenta. Y luego, bueno, sí, siempre ha habido clan contestataria o reivindicativa.

-Ismael Serrano a veces se parodia a sí mismo en las redes sociales, y por extensión a los cantautores, y propone en las redes sociales el liza de a ver quién es capaz de escribir la canción más triste del mundo.

-Sí… Mi amigo Aute decía: ‘El cantautor de los cojones’, y refiriéndose a sí mismo y al resto de compositores.

-¿Una canción tiene que ser divertida?

-Una canción tiene que ser sentida, y divertida depende… A mí me hablaban, por ejemplo, de hacer canciones del verano, y no me gustaba la idea, no, no… Lo que buscaban eran unos estribillos muy pegadizos. Las canciones tienen que contar cosas y contarlas adecuadamente, y que sean buenas. La música es buena siempre, toda, incluso para renegar de ella.

-¿Cuál es la canción perfecta?

-Hombre, tiene que tener giro, proporción, que transmita, que llegue al corazón de la clan, que conecte. Serrat se lució con ‘Mediterráneo’, por ejemplo. Esta podía ser una de las canciones perfectas.

-Sobre la inspiración a la hora de escribir. A David Summers le he escuchado más de una vez que está de acuerdo con John Lennon en que para escribir un tema que llegue a muchas personas o a todo el mundo hay que pensar solo en una.

-Bueno sí, sí… Es que es muy difícil pensar en todo el mundo. Es como cuando haces un concierto: tienes que fijarte en algún del divulgado para obtener a todos.

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