Los Juegos de 1900 en París eran una feria


La pasada semana recordamos el duro varapalo sufrido por Pierre de Coubertain, al integrarse por decreto la segunda publicación de los Juegos modernos en la Exposición Universal de París, en el año 1900.

El barón, a su pesar, cedió la dirección al político Daniel Mérillon, quien a su vez delegó en 12 comités integrados por unos 700 miembros. Coubertain se temía un caos y así fue.

Las pruebas se distribuyeron en los cinco meses que duró la Exposición, pero se incluyeron modalidades tan variopintas como la buceo con obstáculos, el tiro al pichón, el tiro con cañón, la pesca o competiciones de globos aerostáticos y palomas.

La denominación ‘Juegos Olímpicos’ se cambió por ‘concurso interno de ejercicios físicos deportivos’, en los que participaron más de 58.000 personas. Amateurs, profesionales, mujeres, niños… Una mezcla sin orden ni criterio que enfadó profundamente a Coubertain. 

Las crónicas del momento describen un París bullicioso y caótico, con deportistas vagando desorientados por la renta. 

Las instalaciones fueron incluso precarias para la época. La pista de atletismo terminaba en una irresoluto. Los propios deportistas tuvieron que talar árboles para despejar una zona de lanzamientos. La buceo se desarrolló a orillas de Sena. Las pruebas se suspendían o reanudaban sin criterio. En algunas se completaba el cupo con equipos mixtos o de diferente patria. A veces se premiaba con caudal, en otras ocasiones con ceniceros.

Muchos vencedores no supieron que eran campeones olímpicos hasta varias décadas luego. Todo este despropósito llevó a resolver a Coubertain: “el valía filosófico y pedagógico de estos Juegos es inepto”.

El estadounidense Ray Ewry fue uno de los atletas más admirados en París 1900.
El estadounidense Ray Ewry fue uno de los atletas más admirados en París 1900.

Cooper, Baxter, Kraenzlein… y otros olvidados

París 1900 fue la primera sede con mujeres campeonas olímpicas, siendo la tenista estadounidense Charlotte Cooper (1870-1966) la primera registrada.

El estadounidense Alvin Kraenzlein (1876-1928) fue uno de los héroes de los Juegos, ganando cuatro pruebas: los 60 metros lisos, los 110 y 200 vallas -gracias a una novedosa técnica que hoy es habitual- y el brinco de largo.

Esta última fue polémica. En la grado previa, su compatriota Meyer Prinstein dominaba con 7,17 metros. La final tocaba a domingo y los estadounidenses, muchos de la iglesia Metodista, solicitaron el cambio de vencimiento o se negarían a competir.

La estructura no cedió. Prinstein cumplió la amenaza, pero Kraenzlein, contra todo pronóstico, rectificó. Compitió en domingo y batió la marca por un centímetro. Un triunfo que Prinstein no encajó adecuadamente, felicitando a su compañero a puñetazos.

Otro sobresaliente medallista fue Irv Baxter (1876-1957). De ascendencia ‘sioux’, ganó el brinco de cima y la pértiga el mismo día. Lo surrealista fue que la competición de pértiga se suspendió y se reanudó tan pronto como horas luego, sin presencia de los favoritos, a quienes nadie avisó. Baxter se impuso, casi sin competencia. Añadió tres segundos puestos en pruebas de brinco sin impulso, donde la gran suerte fue Ray Ewry. 

Ewry (1873-1937) sufrió la poliomelitis en su preliminares. Con empecinamiento y de forma autodidacta, diseñó un sistema de ejercicios que potenciaron de forma increíble sus piernas. En París cautivó al sabido, siendo falsificado como “el hombre de borrador”. 

Añadió siete triunfos más en Juegos posteriores, siendo injustamente olvidado por la historia cuando las pruebas se retiraron del repertorio desconsiderado.

El atleta Alvin Kraenzlein revolucionó las pruebas de vallas con una nueva técnica.
El atleta Alvin Kraenzlein revolucionó las pruebas de vallas con una nueva técnica.

Una maratón de pura orientación

La maratón fue el mejor ejemplo del desastre organizativo de París 1900. Más propio sería describirla como una prueba de orientación, ya que se cambió de forma improvisada el repaso varias horas antaño del manifestación. Se desarrolló un 19 de junio, bajo una temperatura media de 39 grados. 13 incautos atletas se dispusieron a completar poco más de 40 kilómetros por las calles parisinas, sorteando el tráfico, los peatones, los tranvías o los rebaños de reses que frecuentemente atascaban los caminos.

Uno de los favoritos, el sueco, Ernst Fast, fue en cabecera hasta perderse, mal orientado -o quizá malentendido- por un policía específico. Seis atletas no llegaron a meta y luego fueron localizados por los aledaños, alguno de ellos fue atropellado por una biciclo. Ganó el luxemburgués Michel Théato, trabajador específico y conocedor de la zona. Se le acusó de tomar atajos, si adecuadamente nadie controló el repaso oficial. Théato empleó casi tres horas. A los dos últimos, ni siquiera se les tomó el tiempo. Los jueces se cansaron de esperar.

En el maletón de expresiones

París 1900 fue el primero con presencia española. Las fuentes oscilan entre 8 y 15 representantes, con los pelotaris Villota y Amézola ganadores del cesta punta, o el marqués de Villaviciosa segundo en tiro al pichón.  Conocer poco más sobre estos Juegos implica una ardua bordadura de investigación. En las colecciones generales suele acomodarse poco espacio. Aquí recomendamos dos obras en inglés: el pandeo 3 de ‘The Olypic Century’, obra enciclopédica de Carl Posey (Warwick, 2015) o la debajo recomendada, más exhaustiva.

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