El último adiós a Moisés: “Si pudiera volver atrás, no te hubiera hecho cruzar el Atlántico”


Moisés, de cuatro abriles, fue embarcado en una balsa neumática a mediados de junio de 2023 en Mango Bojador, en la costa meta del Sahara Occidental, para que pudiera tener una vida mejor en Europa. Sin incautación, la embarcación se hundió y el pequeño murió en aguas del Atlántico. Este sábado, un año posteriormente, le han hexaedro cristiana sepultura en Telde (Gran Canaria).

Doce meses de trámites. Doce meses de una herida abierta. Doce meses en una frigorífico del Instituto de Medicina Legítimo de Las Palmas. Pero por fin, Moisés -nombre que, según los textos bíblicos, significa “redimido de las aguas”- y su grupo han podido descansar en paz y dar un paso más en la difícil tarea de sobrevenir página, si es que alguna vez una mamá puede alcanzar a conseguirlo posteriormente de tomar una de las decisiones más complicadas a las que se puede enredar.

Charlotte, la mamá de Moisés, no pudo estar este sábado físicamente presente en la parroquia de San Gregorio de Telde, donde, cerca de de medio centenar de personas, con el corregidor de la ciudad, Juan Antonio Peña, al frente, dieron su extremo adiós al pequeño, pero sí que siguió la ceremonia y el posterior entierro por vídeollamada.

Y incluso mandó una desgarradora carta que se leyó durante el funeral y que emocionó a todos los presentes hasta las lágrimas, en la cual le pedía perdón a su hijo “desde el fondo” de su corazón por haberle embarcado en esa neumática con el fin de que encontrara una vida mejor que se le negaba en su Costa de Marfil originario.

No te deseaba la crimen, hijo, pero Altísimo ha decidido otra cosa y ya sabes lo que se dice: el hombre propone y Altísimo dispone”, ha escrito la mujer, quien ha obligado que este no era el resultado que esperaba cuando le subió a esa gabarra: “Si pudiera retornar a espaldas, no te hubiera hecho cruzar el Atlántico”.

Moisés y otras 59 personas salieron de Mango Bojador en torno a la tercera semana de junio de 2023 con idea de alcanzar a las costas canarias unos días posteriormente. Pero empezaron a tener problemas a unos 75 kilómetros de la costa sahariana y pidieron auxilio, alerta que recibió y comunicó a Socorro Oceánico el colectivo Caminando Fronteras.

El avión Sasemar 101 de la sociedad pública estatal localizó la embarcación sobre las 20.00 horas del 20 de junio a 162 kilómetros de la costa de Gran Canaria pero, tras un intercambio de pareceres con el Centro de Coordinación de Socorro de Las Palmas, se decidió transferir la coordinación de la emergencia a Marruecos porque la gabarra se encontraba más cerca del Sáhara y se había comprometido a despachar una patrullera en su ayuda.

Esa patrullera, la Al Mansour, no llegó hasta diez horas posteriormente, sobre las 6 de la mañana del 21 de junio, y ya se encontró la embarcación semihundida y a los migrantes en el agua, logrando rescatar con vida a 24 de ellos y recuperando solo dos cadáveres, uno de ellos el de Moisés, que fue trasladado por un avión de Socorro hasta el aeropuerto de Gran Canaria.

Llamada a la reconciliación

Durante su homilía, el sacerdote José Antonio Benítez, que presidió el funeral acompañado del párroco de la iglesia y el cura José María, hizo un citación a los feligreses a conseguir una reconciliación como “alma de la paz”, y apeló a la pelotón de la población “para poner fin” a estas situaciones de “barbarie e indignidad”.

El sacerdote mostró su deseo de que esta crimen tan dolorosa “ayude a zanjar con esta destrucción del mundo que estamos perpetrando y dejando a las generaciones venideras”.

En un concurrencia de sobrecogimiento, Benítez lamentó la “herida cruel y dolorosa” que suponen las muertes de migrantes que tratan de averiguar una vida mejor, pero incluso los mecanismos que vulneran sus derechos fundamentales en las tierras de acogida.

“Ninguna ideología, ninguna devoción a la pueblo, ni razón de ser puede anteponerse a la vida”, aseguró para posteriormente amplificar que herir o “corromper a una persona no tiene dignidad humana“, la cual se ve “empañada” en las fronteras de Europa.

El religioso recalcó que las sociedades europea, española y canaria están llamadas a “acoger, promover y ayudar en la integración de las personas migrantes”, recordando que Jesús siempre hizo todo lo posible por los desfavorecidos.

Tras el funeral, el pequeño féretro blanco, acompañado de dos sencillos ramos y una corona de crisantemos blancos y violáceos, con gerberas y peonías que encargó su mamá, salió de la iglesia portado por dos de los sacerdotes y voluntarios en dirección a el coche fúnebre que le trasladó al cementerio de San Gregorio de Telde.

Allí fue enterrado con una sencilla placa que reza “Voló al Paraíso el chiquillo Moisés Yván Mathis Brou“, en medio del más respetuoso silencio y muy allá de los suyos y de la tierra que le vio manar y que le empujó a marchar.

Una marcha que no encontró el final del camino, como les ha sucedido a tantas miles de personas y les seguirá a otras. En esta ocasión fue Moisés. En otras son simplemente números.

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