Llega puntual como cada día. Keira parece conocer el camino a la oficina de memoria, aunque hoy remolonea un poco ayer de entrar. Pedro la ánimo. “Venga vamos”, dice mientras la acaricia. Juntos, otra viaje más -como desde hace varios meses- llegan al trabajo.
Keira es la pequeña del equipo pero no es la única perrita en la oficina. Ella e Itálica comparten a diario espacio y compañeros. Ellos, por cierto, están encantados con esta compañía perruna. Cuando llegan acaparan todo el protagonismo y aunque “podría parecer disruptivo, es totalmente lo contrario, el condición que genera es un condición muy positivo”, nos cuenta Fernando Álvarez, Director Universal de Santen España y Portugal, la empresa que ha prohijado a estas dos cachorras de perros tutela de la ONCE.
Juntos 24 horas
Keira e Itálica viven con Pedro y Eugenia. Con ellos se despiertan y se van a amodorrarse y, entremedias, los educan para que en unos meses se puedan convertir en los luceros de una persona ciega. Les enseñan a “caminar por la izquierda o a esperar la orden para ingerir, sobre todo exponiéndolas al viejo número de situaciones posible”, nos cuenta Eugenia mientras Itálica la audición atenta desde el cojín rojo situado puntual en los pies de su puesto de trabajo. Aprenden asimismo a relacionarse con camiones, ruidos fuertes o a delirar en el patrón. Esto posterior puede ser “quizá la tarea más complicada”, reconoce Pedro.
Acostumbrarse al condición de trabajo
Una de las tareas principales de Pedro y Eugenia, adjunto con el resto de sus compañeros, es enseñar a Keira e Itálica a estar en una oficina porque cuando convivan con sus dueños definitivos pasarán ahí gran parte de su tiempo. “Son perros muy familiares y les encanta estar aquí”, nos cuenta Pedro. Con Eugenia, Itálica ya ha ido a “ocho congresos” porque al final “debe adaptarse a nuestra rutina”.
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