Investigadores valencianos avanzan en la creación de carne cultivada in vitro como alternativa al sacrificio animal


La provisiones es uno de los desafíos del presente y el futuro del planeta. Hace tiempo Naciones Unidas la incluyó como uno de sus principales propósitos en los 17 Objetivos de Crecimiento Sostenible de la memorándum del siglo XXI: “Poner fin al deseo, obtener la seguridad alimentaria y la alivio de la manutención y promover la agricultura sostenible”.

Se comercio de un liza mayúsculo que implicaría cambiar totalmente el presente maniquí. Certificar la sostenibilidad en los sistemas de producción alimentaria no es tarea nueva ni sencilla pero un equipo de investigadores del centro tecnológico AINIA llevan meses trabajando en un tesina progresista de carne cultivada in vitro que podría desobstruir ese camino.

Estados Unidos y Países Bajos fueron pioneros en el explicación de carne in vitro en la lapso de 2000. En 2013, un profesor de la Universidad de Maastricht, Mark Post, presentó la primera hamburguesa del mundo elaborada con carne sintética. Primaveras más tarde, Singapur se convirtió en el primer país en aprobar la saldo de carne cultivada estableciéndose como líder en la regulación y comercialización de esta innovadora industria. Desde hace algún tiempo, España ha emergido como un importante contribuyente en la investigación y explicación de esta tecnología.

Ahora, según explica Paloma Juárez, coordinadora del tesina Smartfarm del equipo de Biotecnología Industrial en AINIA “el trabajo que hemos realizado es diferencial respecto a otros enfoques anteriores adecuado a su capacidad para integrar todas las etapas del proceso de producción internamente”. Juárez apunta que “mientras que en otros proyectos cada etapa, como la logro de biopsias, el establecimiento de líneas celulares y el explicación del escalado, lo hacen diferentes actores o empresas, nosotros realizamos todas estas fases de guisa integral”.

Podría solventar la demanda de proteínas

Supone un “avance” en el prototipo para la producción de carne cultivada de guisa eficaz. En estos momentos, según destaca, podría ser una alternativa sostenible que podría contribuir a solventar la demanda creciente de proteínas a nivel mundial. “Esta fórmula está basada en el cultivo de células musculares y grasas obtenidas de animales, sin requisito de sacrificarlos, mediante métodos de bioingeniería y biotecnología”, detalla.

El equipo multidisciplinar de AINIA ha conseguido cultivar células musculares y grasas de bovinos extraídas mediante una biopsia. Más tarde, estas células se cultivan en el dominio controlado de un biorreactor, produciendo así esa carne cultivada. Por postrero, para replicar la estructura de la carne utilizan la bioimpresión 3D para fingir la estructura tridimensional de la carne. Este paradgima supone un paso de coloso de cara a su posible producción a gran escalera.

En el entorno de esta investigación, han abordado el desafío del uso de suero bovino fetal, un ingrediente enormemente costoso, que suele utilizarse para el cultivo de carne in vitro. Las proteínas presentes en el suero como los factores de crecimiento son las que promueven la proliferación y diferenciación de las células musculares, poco fundamental para el cultivo eficaz de carne in vitro. El centro valenciano ha diseñado y está produciendo, en biorreactores, esos factores de crecimiento recombinantes para su incorporación en el medio de cultivo como sustitutivo de suero bovino fetal.

¿Producción a escalera comercial?

La fabricación de carne in vitro a escalera comercial abre un camino de futuro que requeriría una infraestructura multidisciplinar que debería integrar tecnología destacamento de bioprocesamiento, laboratorios de biología molecular para manipulación genética, áreas de cultivo celular, sistemas para la sostenibilidad ambiental y cumplimiento normativo. Laboratorios como el de AINIA integran todos los procesos.

En cuanto al tiempo estimado para la producción de carne in vitro, las doctoras Joya Vivo y Laura Soriano-investigadoras del proyecto- afirman que “una vez establecida la radio celular puede variar según la tecnología y las condiciones de cultivo”. Señalan que, generalmente, “este proceso puede tomar desde semanas hasta pocos meses, abarcando la proliferación celular, la diferenciación en células musculares y la maduración del tejido para obtener las características deseadas de la carne”. Si lo comparamos con la producción de un filete de carne convencional, “desde el inicio de una ternera hasta su aparición al plato, puede tomar entre 18 y 24 meses y este traspié incluye la cría, provisiones, acrecentamiento del animal, así como el proceso de sacrificio y procesamiento de la carne”, agregan. Por eso, defienden que “esta diferencia en el tiempo destaca el potencial de la carne in vitro como una alternativa más eficaz en términos de producción de alimentos”.

Alternativa sostenible a la carne tradicional

Preguntadas por el futuro del sistema nutritivo, las tres investigadoras de AINIA coinciden en que “podría necesitar en gran medida de tecnologías emergentes como la producción de carne in vitro”. Destacan que “ofrece varias ventajas potenciales, como la reducción del impacto ambiental asociado con la cabaña tradicional, incluyendo la disminución de las emisiones de gases de emoción invernadero y el uso de bienes naturales”.

Adicionalmente, aseveran que “la producción de carne cultivada podría ofrecer una alternativa sostenible para satisfacer la creciente demanda completo de proteínas animales, sin comprometer la seguridad alimentaria ni el bienestar animal”. Creen que si estas tecnologías “avanzan y se vuelven más accesibles” podrían juguetear un “papel crucial” en la creación de un “sistema nutritivo más resiliente y eficaz a nivel mundial”.

Por eso consideran que la investigación en la producción sostenible de carne cultivada in vitro podría modificar la industria alimentaria.

Según el Instituto Good Food, el uso de esta tecnología podría resumir las emisiones climáticas hasta en un 92%, disminuir la contaminación del viento hasta en un 94% y utilizar hasta un 90% menos de tierra, en comparación con los requerimientos de la carne convencional.

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