hombre de mar, de desierto y de ciudades»


El doctor Carlos Pera (Sevilla, 1935), figura histórica del Hospital Reina Sofía como cirujano caudillo durante abriles y de la Poder de Medicina de la UCO, da con su novelística su enésimo modismo, pues hablamos de un hombre que ha vivido muchas vidas en una: desde el arquitecto que quiso ser de criatura y nunca fue, hasta el cirujano, el catedrático de Cirugía, el viajero, el fotógrafo, el catedrático, el escritor, el devoto a la vela, el doctor en Geodesía e Historia, el conferenciante o el cooperador que sí ha sido.

-A la vejez, novelística. Y novelística sobre África, una de sus pasiones.

-Yo he viajado mucho por África; por el África Mediterránea desde hace muchos abriles y por el África ecuatorial más recientemente. La primera vez que fui lo hice a Okavango y las cataratas Trofeo porque llevé a mi hija cuando acabó la carrera de Biología. Fue a partir de mi retiro, en 2005, con 70 abriles, cuando durante una término estuve viajando por África en misiones de cooperación y además porque me gustaba desplazarse haciendo fotos. Casi todos los grandes viajes los hice ahí en ese periodo omitido uno que realicé a India. He visitado casi todos los países africanos y son menos los que desconozco que los que conozco. Los viajes más interesantes fueron a Etiopía y Sudán, que los hice no como cooperante sino por mi pasatiempo a desplazarse por África. El Sahara, que me fascina, lo he itinerario varias veces, tanto en Marruecos como en Libia, aunque donde nunca he podido ir ha sido a Argelia.

-¿De dónde viene ese apego por el desierto?

-Me jubilé en 2005 y estudié Geodesía e Historia. En 2013 hice la parecer doctoral. La quisimos hacer sobre la fragilidad del paisaje y la incidencia del turismo en Libia, pero fue inalcanzable porque el Gobierno de Muamar el Gadafi no tenía ni un solo reseña. Entonces, hablando con el profesor López Ontiveros, como él sabía que yo era un gran catedrático, me propuso que escribiese sobre la imagen que dejaron en sus relatos los viajeros del siglo XIX en su camino cerca de Tombuctú. Ahí empecé a hacer un gran tratado sobre esa región del Sáhara y sus exploradores. La parecer está en internet desde hace tiempo, aunque la concurrencia no mira esas cosas.

«Mis amigos me decían que escribiese de mis memorias, pero me quedaba inconexo; y lo hice con personajes»

-Y ahora ‘Diario de Bangui’. Quizá hubiese sido más predecible de usted un vademécum de memorias, un investigación sobre África o un vademécum de viajes. ¿Por qué una novelística?

-Los amigos me solían afirmar que estaría acertadamente que escribiese mis experiencias de África. Me puse a ello, pero el resultado era muy inconexo porque hablaba de lugares muy dispersos: Ruanda, Tanzania… Por eso pensé en hacerlo a través de unos personajes. Y me surgió en ese momento poco que siempre he llevado interiormente, el perfeccionismo. Si iba a escribir una novelística lo tenía que hacer lo mejor que pudiese. Lo primero era entender a fondo la mecánica de la novelística. Leí varias obras sobre creación literaria que me dieron claves, y especialmente me fueron valiosos algunos libros de autores como Vargas Llosa, Marcel Proust o Luis Goytisolo. Yo había enterado mucha novelística, pero estos libros me permitieron refrescar la memoria sobre las claves de la novelística del siglo XX. No era solo importante tener unos personajes y una ambientación sino además una estructura, y la aprendí ahí. Todavía he tomado capital de El Soñador, como por ejemplo el arbitrio del manuscrito hallado, que permitió escribir en primera persona que creo que te da mucha fuerza. Pero además hay mudas en el tiempo y mudas en la verdad.


Carlos Pera, en un momento de la entrevista


Rafael Carmona

-Por como lo cuenta se nota que ha disfrutado del proceso.

-Mucho, todo el proceso. Quería hacer una novelística y me salió una novelística. Creo por otra parte que en el vademécum se tratan los grandes temas de esa parte del mundo que es el África ecuatorial. El animismo y los problemas jurídicos que plantea la brujería. El personaje principal, un funcionario de la ONU, viaja y se mueve. Y mis expresiones y vivencias van apareciendo a través de esos personajes. Por ejemplo, lo que viví en Ruanda, país al que llegué cuatro abriles posteriormente del exterminación. Creo que una de las mejores cosas de mi novelística es que recoge muchas realidades y misterios de África y de sus polémicas internas, de esas guerras de las que muy rara vez se acento en España. Leí mucha relación durante la pandemia, pero además me divertí muchísimo y se me pasó volando.

-Su novelística, ambientada hace poco más de una término, acento de un momento de cambio en África, con la entrada de China y de los comandos de Wagner. ¿El continente africano está ahora mejor o peor que estaba?

-La pelea civil de la República Centroafricana no se quedó resuelta. Para resolverlo, la ONU puso al frente de la zona a las tropas de Marruecos, cuando el conflicto era entre árabes y cristianos o animistas. Fue un invariable desastre y lo descripción al final de la novelística. Lo triste es que los que han puesto allí un poco de orden son los Wagner rusos, al mismo tiempo que se produce una invasión china que ni siquiera ofrece mano de obra. Los chinos se están llevando allí a sus trabajadores, muchos de ellos prisioneros liberados. El poder de China es tan sobresaliente que se ha hecho con el control del puerto de Dar es-Salam, que ya ni es un negocio de Tanzania. Eso es lo que hay ahora, cuando la influencia francesa está ya totalmente diluida. La verdad es que China y Rusia están allí para lo mismo que los anteriores colonizadores, para explotar aquello y vestir lo que puedan. Mucha falta de algunas situaciones que se viven en África, como el exterminación de Ruanda, las tienen los belgas, que no supieron dirigir un imperio. Igual que los romanos, los españoles y los ingleses sí supieron, ellos no. Le echan las culpas a Leopoldo II, aunque eso es mentira. Mucho posteriormente de muerto ese rey seguía todo igual.

«Ahí quedan mis publicaciones, algunas de las cuales van quedado obsoletas por los avances»

-Uno de los hitos de su sorprendente trayectoria intelectual es haberse doctorado en Geodesía e Historia retirado. ¿Era una asignatura irresoluto?

-Yo siempre he sido, como diría un cursi, un hombre culto. Siempre he enterado mucho y tengo una gran biblioteca, aunque la parte de los libros de Medicina ya la regalé a la Universidad y a los discípulos. Diferente de eso, yo siempre he sido un apasionado de la Geodesía. Soy sevillano, y como siempre digo soy un sevillano que ejerce. Cuando éramos niños, en el colegio San Francisco de Paula, teníamos a profesores magníficos. En Geodesía tuvimos a José Belicoso Lovillo, que luego fue catedrático. Él era del pueblo de mi padre, de Olvera, y tuvo mucha ascendencia sobre mí. Luego está que el a ser muy viajero te vas haciendo geógrafo, porque son cosas que van de la mano. Yo creo que en los viajes hay tres modalidades: los exploradores, que descubren y cartografían; los viajeros, que escriben y reflexionan sobre sus viajes; y los turistas, con sus guías y sus selfies. Yo me considero de los segundos, viajero, porque siempre me he dedicado a escribir sobre mis viajes artículos que ahora están en la Institución. Lo estudiar y doctorarme en Geodesía e Historia nace ahí. Y además de que pienso que siempre tenemos que estar haciendo poco.

-Médicos escritores ha habido muchos en España. Ciencias y saber no parecen las enemigas que se pintan.

-Mi padre estaba en una sociedad de médicos escritores, y escribía muy acertadamente. A mí no me cuesta trabajo, tengo la prosa obvio. Me entretiene y es una de mis aficiones en mi tiempo emancipado contiguo a otras como la fotografía y el deporte, ya que siempre me ha gustado mucho la navegación a vela. Incluso he cruzado el Atlántico a vela. Todas esas aventuras y esas búsquedas están muy acertadamente, pero está claro que eso luego hay escribirlo y hay que contarlo, y si encima lo sabes contar acertadamente pues modesto sea Todopoderoso. Al escribir la novelística, hice pruebas hasta encontrar lo que me gustaba, pero al final vas encontrando el encaje. Escribir es como todo lo que se aprende en la vida: tienes que conseguir un dominio, pero una vez que lo dominas te gusta. Con la cirugía me pasó igual, me gustaba. Yo disfrutaba en el quirófano como nadie, porque veía la cirugía y sabía lo que iba a hacer antiguamente de hacerlo. Todavía he tenido la suerte de tener unos colaboradores magníficos en Córdoba, a los que encontré en la Universidad siendo niños y mientras estudiaban. Han seguido mi obra y la han hecho más sobresaliente.

«Siempre he sido, como diría un cursi, un hombre culto y además un apasionado de la Geodesía»

-El fenómeno de los trasplantes en Córdoba o la creación del Reina Sofía tendrían una buena novelística.

-Puede que sí, pero yo nunca he escrito de eso. No creo que sea la persona indicada. Yo, como otros muchos, soy un personaje de esa novelística (risas).

-¿Echa de manos el examen de la Cirugía?

-Bueno, la cirugía es como todo. Si tú eres deportista de tenis y dejas un año de poner pues luego ya no ganas mínimo. Mi laboreo en la cirugía ya la hice. Ahí quedan mis publicaciones, algunas de las cuales van quedando obsoletas por el avance de la Medicina pero que ahí están. Es una etapa pasada y la vida es muy bonita porque te permite hacer muchas cosas. La fotografía, los viajes, la vela o la escritura me ha permitido disfrutar muchísimo y no echar de menos mínimo. Yo en estos abriles he sido de todo: hombre de mar, hombre de desierto y hombre de ciudades. El mar y el desierto cuando está solo dejan sensaciones similares. Y donde quizá es más obvio perderse y sentirse solo es en una gran ciudad.

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