Se estima que en el mundo casi dos millones de personas son víctimas de delitos de trata de personas con fines de explotación sexual. Son crímenes sólo comparables a tráfico de drogas y armas. Los traficantes y los proxenetas se aprovechan de situaciones de pobreza, falta de educación, desastres naturales, guerras y otras circunstancias para secuestrar y engañar a mujeres, hombres, niños y niñas, venderlos y explotarlos sexualmente.
Algunas ONG como APRAMPAR, que lucha contra la prostitución desde principios de los años 90, afirma que más de la mitad de las personas a las que ha asistido, el 54,4%, eran menores de edad cuando se prostituyeron por primera vez. Tanto ONG como fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado piden una legislación que les proteja a la hora de desmantelar, por ejemplo, burdeles. Bajo la etiqueta de hoteleros se esconden miles de burdeles donde la policía no puede actuar. Tampoco podrán entrar en pisos de ninguna promoción de un pueblo o ciudad sin orden judicial.