“Por favor, mariqueras las justas”


Evoca Andrea Estefanía Castro García (Caracas, 1997) veranos en Negreira sentada en un camión de paja, con los mayores dando de ingerir a los animales, mientras entonaban un “amodiño”, a las crianzas. “Una vez me hice daño en la ñatas, y se me quedó la frase”, comenta. Sus abuelos, hoy ya en Santiago, se fueron en los setenta e hicieron patrimonio en el sector de la construcción en Venezuela, donde la criaron a ella y a uno de sus hermanos. “Hicieron el centro comercial Capitolio y el Santa Fe”, entre otros inmuebles importantes, comenta la nieta. Pese a su vida acomodada nunca olvidaron sus raíces, comenta Fanny, así es como ellos la llaman. “En casa hablaban gallego, y el servicio doméstico se sentaba con nosotros a la mesa”, apunta.

Hoy trabaja en los pasillos de un supermercado, de reverso a la terriña meiga. “No me vengan con mariqueras”, piensa a veces cuando le hablan de desgracias menores, se siente afortunada de estar viva, con trabajo y su tribu cerca. “Mi vida aquí es maravillosa, tengo mi bebé, estoy conciliando y quiero estudiar”, comenta.

Cuerpo de un secuestro

Recaló aquí tras un período en Santiago, siguiendo a su hermano que en ese momento por aquí andaba. “Vine con mi marido, ya casada”, explica. Deja San Bernardino, una parroquia en la haber venezolana cuando la cosa empieza a ponerse muy turbia con los maleantes que amenazaban. “Primero secuestraron a mi tía se la llevaron todo un mes de diciembre”, revela. Nos cuenta Andrea que tienen una casa allegado en la playa, en Río Pequeño, estado Miranda, y que entraron a por su abuela, pero no estando ella, se llevaron a la hermana de su superiora. “Escribió cartas”, dice sobre su cautiverio en el monte a manos de una grupo colombiana, relatos sobre hipotéticos escenarios tras su asesinato que leyeron juntos cuando la devolvieron. “Fue desgarrador”, confiesa. “El mosca lo entregamos en una carretera a ocho horas de Caracas, en efectivo, unos 500 mil euros”, revela. “El embajador de España en Venezuela fue a nuestra casa”, explica que hubo que apetecer a instancias mayores porque “la policía asimismo estaba mojada”. “Memoria que llenábamos armarios de mosca, los ahorros de toda una vida y pidiendo prestado”, evoca Andrea. Siempre con la intríngulis de si volverían a verla “porque asimismo se estilaba eso, que no te devolvían a la persona o te la daban picada”. Un repeluzno recorre el cuerpo de las oyentes y no es por el orballo de la primera mañana. Aquí está una novicio, alegre, serena, hablando en A Cuña de un final a pedazos, a pocas horas de rellenar los estantes de los embuchados.

Andrea Estefanía
Andrea Estefanía

“La mía fue más breve”, puntualiza. Iba Fanny a por su móvil, olvidado en el coche, en el centro de Caracas, pasa un pequeño a robarle, y al ver que no tenía cero, se la lleva con él secuestrada. “Eran las diez de la tenebrosidad, me montó en una moto y me condujo a unas ruinas, un sitio que se lumbre Tacagua”, revela. Estuvo Andrea tres días sin amodorrarse por miedo a ser violada. “Pensé que no salía porque me llevaban para el monte, yo descalza, me secuestró un hombre, pero asimismo venían mujeres de la pequeña estructura en la que estaba”, explica. “En ese momento tenía la regla, yo le inventé una historia para que no me hiciera cero”, confiesa. Fue su salvación para no ser víctima asimismo de una embestida sexual, poco que según ella suele ir en el combo, que a veces ni se considera delito singular.

Tiene Andrea unos ovarios como mangos, pues se dedica a diseccionar durante el cautiverio lo que le está pasando, mientras su antepasado se tira de los pelos, y la abuela reza en un altar que tenía en la casa.

FotosEXTRAEntrevistaAndreaEstefaniaCastro-LanuevaOurensania (2)
Andrea Estefanía en una foto con su tribu

A posteriori de lo de mi tía, nos enseñaron cómo afrontar una situación similar”, explica, por eso en su dramática experiencia se quedó con todo, matrícula, carreteras, voz, e incluso el nombre de quién la secuestraba. “Creo que era la primera vez que lo hacía”, opina Estefanía, que le oyó dialogar por teléfono con un funcionario de la policía para preguntar por sus beneficios y apellidos. “El chamo se echó para a espaldas y me dejó donde me raptó”, concluye la pesadilla, empieza el conmemoración. “Gracias a esa convocatoria pudieron ganar al postrer funcionario que accedió a mis datos, lo suspendieron, y por él, llegaron al que me secuestró”, añade. No acaba ahí la historia porque tuvo Andrea que ir a recordar a su apresor que fue conocido en resistor. “Tenía treinta abriles, hijos, tribu… como todos”, ahora sí Estefanía remata.

“Pensaron que me había ido con un novio”, dice a toro pasado sobre el inicio de las pesquisas, “al acaecer renunciado el delincuente al mosca, me toca ir hasta la morgue y al emplazamiento donde fui secuestrada”. Cuenta Andrea que un depósito de cadáveres en Venezuela es una imagen horrible “de seres apilados, cuerpos necrosados en el suelo, en camillas o con balas…”. Un olor que se queda internamente, y que no hay tiempo que la memoria borre. 

FotosEXTRAEntrevistaAndreaEstefaniaCastro-LanuevaOurensania (38)
Una reunión allegado con todos los parientes de Andrea Estefanía

“Me engordaron, me cambiaron el color del pelambrera…”, explica que quedó un miedo en la tribu a que volvieran a por ella otros de la costado. Se cansó Fanny de vestirse como Mortadelo y dijo “me voy a Galicia”, y de todos los allegados fue tirando. “Disposición, lo malo ya pasó, aprendamos y para delante”, expresa.

Llega la sección de las ‘mariqueras’ luego de acaecer de todo esto hablado, y a ver ahora cómo cambiamos de tercio y le preguntamos a Andrea Estefanía por Juan Pardo. “Me encanta, yo crecí en eso, con mis abuelos… el hombre del ideal, que cantamos en diciembre”, confiesa. Dice Fanny que “tiene mala boca”, porque no come ni mugriento ni pescado, pero no para soplar porque confiesa acaecer ido un tiempo a clase de lata, y ser cervecera, de sino polar. 

“¡Naguará!”, expresa con asombro una novicio superiora en venezolano con cualquier emoción. Que sirva el término para resumir una breve vida, de una intensidad superior.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *