Chulapos moteros y tradicionales celebran la Verbena de la Paloma en Madrid


Fiesta de la Virgen de la Paloma en el verano más caluroso; cuando toda España sufre una parrillada de San Lorenzo cinco días después. Cuando un hotel de apartamentos en la playa es un lujo. Que, siempre, para los que no pueden renunciar a la fe más auténtica, la fe de La Paloma, vigía de la ciudad y símbolo del amor de madre de uno de los gremios protectores más generosos: los bomberos, que con tanto esmero descienden de En el pasado, en un complejo juego de poleas y cuerdas, el sacrosanto lienzo.

Los tratados de dedicatorias de Madrid llaman a la Paloma “patrona gratuita”, porque no hay que darle burocracia a los afectos, sino flores, “flores a María, flores a porfia”.

Desde la todavía cálida mañana de este lunes, y antes del mediodía, las churrerías renovaban el aceite, estaban más ‘bonitas’ que nunca y un aroma a chocolate y los primeros pollos se mezclaba en el bullicio de la Gran Vía de San Francisco. Y todo empezó a oler a aceite frito para ungir la tradición más castiza. Todo con olor a recuerdo. A esos abuelos bailarines que se fueron con la pandemia; o antes o después.

En la calle Isabel Tintero, Carlos, un colombiano que vende cupones, ha repartido el décimo del día, “terminado en los 80”, y con una fotografía de la ermita madrileña de Santa María de la Antigua, que se puede ver en el día todo es ‘Marian’ y durante el día. Siempre hay un templo para un exvoto o una promesa pecuniaria de futuro. No importa.

Quizás tras la primera misa y la segunda misa (sin representación institucional), todo ha quedado en silencio, algunas lágrimas, pero Antonio, por costumbre de sus allegados, ha entrado en la iglesia. “Por tradición” en lugar de “por devoción”. Pero se le ha visto con la parpusa y el clavel soplado acompañando a un familiar. Y una “bebida de cebada” en anticipación.

Los chulapos continuaron con sus damas, dando ambiente a ese rincón predilecto del madridismo, que es la iglesia de La Paloma y sus alrededores: Casa Amadeo como punto clave y casi frontera de otro Madrid que ya no es fiesta y que lo más ‘gatos’ llaman “Toledo”: ya son ganas. En agosto, los ‘chamuscados’ son prescriptivos, eso sí; pero en un agosto patronal, lleno de mantones de Manila que dan la sombra que pueden, cualquier ausencia es una falta de respeto a los devotos de la Virgen de la Paloma.

La multitud se concentra en el cruce entre la calle de Toledo y la calle de Calatrava

Guillermo Navarro

Desde la Asociación Rompe y Rasga Castizos, José y Agustín, impecables en su chulería, diferenciaban entre “disfrazarse de chulapo y disfrazarse de chulapo”. De la “parpusa” (boina) a los “picantes” (calcetines), de la “limpia” (camisa) a los “alomares” (pantalones). Nada en ellos es casual. Paloma, dos pasos detrás de ella, iba vestida para la ocasión, de un verde alegre, con “flores blancas”, que es lo suyo, Paloma, y ​​hay que insistir en el nombre, de colores vivos para la ocasión. “El hombre uniformado”; la mujer “a elegir” la tonalidad. Vale la pena consignar a estos madrileños que bailan sobre un adoquín, y dan sabor a pueblo de verdad a cuando Madrid es más Madrid.

Varios de los “26 o 27 anderos, y aquí estamos” que procesan todo un modo de ser y existir en Madrid ya hacían guardia frente a la anda procesional del cuadro virginal. Benjamín y Eugenio se veían emocionados después de horas, muchas horas después de que la procesión comenzara a moverse. Llevando a su Virgen con el corazón puro, cuando parece que Madrid se toma un respiro, pero no. Las estampillas se han repartido a voluntad, pero la gente era más para saludar a los políticos.

organos digitales

Después de la pandemia, tras una fiesta reducida a la mínima expresión, los madrileños salieron con su atuendo precisamente para eso. Para festejar a vuestra Virgen de Agosto. Félix tenía una promesa escrita en su ramo: “No puedo decírtelo, es muy personal”. Pero han hablado. Otros señores, de mala educación, se mostraron refractarios a una pregunta blanca y costumbrista. A ellos, que la Paloma los guíe en su silencio y en su carácter.

Imagen principal - Los bomberos cumpliendo el rito de bajar el cuadro de la Virgen
Imagen secundaria 1 - Los bomberos realizando el rito de bajar el cuadro de la Virgen
Imagen secundaria 2 - Los bomberos realizando el rito de bajar el cuadro de la Virgen
TRADICIÓN
Bomberos cumpliendo el rito de bajar el cuadro de la Virgen
Guillermo Navarro

En la calle de Calatrava, organillos que ya son digitales, aunque quedan algunos. Y las tiendas de moda hacían cola para ver pasar a Don Hilarión. Presente y pasado. Los de entonces han desfilado por allí y la fiesta ‘indie’, que es un gazpacho vestido de abanicos, colores y la parpusa al revés como si estuviéramos en Harlem. Preguntado por el aderezo, un “cari, vámonos de prisa”. En un apuro en un día de fiesta. cosas de la ciudad.

No han tenido tanta prisa Félix Honorio y familia, de Trujillo, Perú, estoicos bajo el sol y ponderando la “sagrada devoción” que se da aquí y en su Perú. A su lado, Caco, un motero con perilla hasta la tráquea, ha exclamado su incredulidad; también que “cualquier partido es mi partido”.

En el momento del descenso del cuadro, se escucha un “hermoso, hermoso”, con voz de calé bronce. Lo curioso es que lo estaban viendo en el móvil en directo. Incluso apareció Toñín, el de la capa, vestido de blanco, inmaculado como si un marinero fuera a sacar la Virgen del Carmen, con el escudo de Madrid bastante escondido por la onomástica; no así la tonalidad.

La calle Toledo ha sido y seguirá siendo un caos, bien controlado por la Policía Municipal. Los Caracoles ha seguido lleno entre los “no se cuelen” y golpes amistosos de la hinchada. El madrileño y su don de ubicuidad: devoción y gastronomía. Casi al mismo tiempo.

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