Shirley y Francisco decidieron creer por un nuevo futuro delante la yerro de trabajo en Jerez y eligieron Las Palmas de Gran Canaria para instalarse yuxtapuesto a sus cuatro hijos. Ayer de ascender a la isla, ya habían contactado con un señor que iba a alquilarles la casa, pero cuando aterrizaron, la ubicación que les enviaron les llevó al Estación Deportivo de la ciudad, donde les esperaba un barco.
Allí, supuestamente, iban a tener lugar solo una tinieblas mientras acondicionaban el que iba a ser su nuevo hogar. Al día ulterior, y tras numerosas llamadas en las que la única respuesta era que debían esperar un poco más, se dieron cuenta de que estaban inmersos en una estafay que ese suelo nunca existió.
La persona que les había hecho el pacto, que por otra parte les cobró los 950 euros de locación y la fianza, resultó no ser el dueño de la embarcación. “Un día llegó una mujer con una pareja de guardias civiles y nos dijo que nos teníamos que marchar porque el barco era de ella”, apunta Francisco, quien asegura que, desde ese momento, siempre hay una persona en el interior del barco delante el miedo de que puedan remolcarlo con todas sus propiedades y que se queden sin una cama donde poder tener lugar las noches.
Sin trabajo y con cuatro menores a su cargo
Por si no fuese suficiente, Francisco ha perdido su trabajo porque para lograr al pantalán necesita una plástico de entrada que les han anulado, por lo que la clan depende de otras personas para poder hacer vida fuera del estación: “Dime quién te abre la puerta a las siete de la mañana. Aquí solo viene clan de ocio. Yo comencé a trabajar pero me echaron porque llegaba tarde”. Pero no es lo único que le entristece, sino que por otra parte hace relato al “poco ocio” del que pueden disfrutar sus hijos, todos menores de antigüedad, ya que por ese mismo motivo deben esperar a que determinado les haga el honra de permitirles el paso internamente y fuera de la zona.
Un velero antiguo que no es apto para proceder
Encima, el enlace se lamenta sobre las pésimas condiciones en las que está el barco: “Un día comenzó a manar y el agua se filtró en el interior. La cama de uno de mis hijos quedó empapada y tuvo que descansar con sus hermanos”, señala Shirley, quien incluso nos muestra cómo se hunde el techo de la parte superior del velero cada vez que lo pisan y cómo han tenido que remediarse poniendo bolsas de basura para que no entre ese agua.
Sin ayuda económica y sin espacio suficiente para poder proceder los seis, ahora esta clan se encuentra en manos de su abogado, quien les asesora posteriormente de la denuncia que decidieron interponer delante la que consideran una “gran injusticia”: “Si nos devuelven el plata, intentaremos buscarnos la vida de otra forma. Nosotros no queremos proceder aquí. Tenemos pruebas de que hemos buscado diferentes alquileres pero es que sin un pacto gremial nadie te alquila un suelo y yo me he quedado sin trabajo”, recuerda Francisco.
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