La ‘Gota de Leche’ de Talavera de la Reina (1906-1967)


En la Europa del siglo XIX, la Revolución Industrial impulsó sucesivos cambios sociales y políticos vinculados a luchas por la falta de trabajo, salarios dignos y medios para atender a grupos vulnerables como los desempleados, los ancianos, los enfermos, las mujeres y los menores. En 1904, en España, se publicó la Ley de Protección Infantil para evitar la mendicidad, la explotación laboral y el seguimiento de los niños “entregados a lactancia mercenaria” por parte de Casa Cuna o asilos. En ésta y otras disposiciones de ámbito social, muchas veces sin presupuestación, se recurrió al apoyo de diputaciones provinciales, ayuntamientos y fundaciones privadas para complementar la beneficencia pública.

En este contexto, desde 1900, el Gotas de Leche en España, instituciones sin ninguna regulación oficial que tendrían un destino desigual. El objetivo inicial de la pediatría moderna era reducir la mortalidad infantil ya que, en aquella época, la tasa de nacidos vivos que morían antes de cumplir el año de edad se acercaba a los 200 por cada mil habitantes. En 1929 bajó a 123. Hoy en la Unión Europea el promedio es de 3,6 por mil.

El origen en Talavera

A partir de 1890, surgieron en Francia centros para proporcionar leche esterilizada a niños desnutridos. En 1894, el español Rafael Ulecia Cardona (1850-1912) conoció estas experiencias, que luego difundió en textos y conferencias. A partir de 1900 aparecerían en España iniciativas altruistas similares junto con la atención médica a las madres. En 1904 Ulecia inauguró la Clínica de Lactancia Materna y Gota de Leche a cargo de los marqueses de Casa Torre. En 1912, las Gotas de Leche, instigadas por médicos decididos a frenar la elevada mortalidad infantil, operaban en 34 ciudades apoyadas por ayuntamientos, entidades benéficas, donaciones o apoyo de las Juntas de Protección de la Infancia.

En 1906 se fundó Talavera de la Reina (entonces, 11.000 habitantes). Fue, según Francisco Muñoz Pradas (2017), el séptimo en España tras los abiertos en las principales capitales. El que lo hizo fue el doctor. Tomás Muñoz Illanadirector del Hospital Municipal de Talavera (regentado por la Junta Municipal de Beneficencia desde 1837) y también alcalde, cargo que ocupó hasta 1907. Muñoz expresó el deseo de acabar con el subsidio para la lactancia materna otorgado a nodrizas mercenarias que desviaban sus partos a otras personas. fines ajenos a la alimentación de niños que, “a primera vista”, parecían anémicos y “tísicos del futuro”.

En marzo de 1906, la Alcaldía informó en sesión municipal sobre las mil pesetas entregadas por los responsables de una Rifa Benéfica para crear el gota de leche. En abril se supo que lo costearía el Ayuntamiento en lugar de una fundación privada. El 27 de mayo se realizó el acto inaugural con la asistencia de todas las autoridades civiles y militares de la ciudad, eclesiásticos y médicos de renombre. El invitado de honor fue Rafael Ulecia que habló sobre el origen de las Gotas de Leche y donó cincuenta pesetas. Expuso los datos de mortalidad infantil y la necesidad de mejorar la higiene pública, felicitando a Talavera por ser una de las pocas ciudades que ya la había creado. Fue instalado en una casa anexa al Hospital Municipal, en la Plaza del Pan. En la planta baja se ubicaron una estufa autoclave, una limpiadora eléctrica, una llenadora de botellas y los elementos para procesar la leche adquirida en las fincas contratadas. El 30 de mayo, con el apoyo de las Hermanas de la Caridad, Gota de Leche ya estaba repartiendo leche esterilizada a “treinta niños pobres”.

El Criterio acusa

El semanario local el criterio (dirigida por Manuel Ginestal M. de Tejada) siguió el proceso de aquella “labor humanitaria”. Si bien la publicación aprobó la idea, criticó al alcalde Tomás Muñoz por su gestión opaca y por compatibilizar su cargo con otro cargo remunerado: la dirección del Hospital Municipal. El 21 de julio, un duro artículo firmado por Koripe analizó los discursos inaugurales, llenos de pegadizas y opiniones de “filosofía de la calle”, algunas mezclando clericalismo con el verdadero objetivo de la Gota de Leche.

El semanario ya había declarado que el centro debería ser “puramente caritativo” y estar destinado a los más necesitados. Delineó las tarifas fijas: 0,25 céntimos por litro “para los más ricos”, 0,15 y 0,05 para el resto de usuarios hasta llegar al reparto del excedente “entre los pobres”. el criterio acusó al alcalde de descuidar la higiene pública de Talavera, calificándola de “rudimentaria y pobre”, cuando, precisamente, Ulecia había proclamado que era un factor clave para la salud de los niños. Irónicamente, el periódico añade que los niños podrían “morir infectados” por la suciedad de algunas calles.

La investigación detallada y premiada de Juan Atenza Fernández sobre la salud pública y la asistencia sanitaria en Talavera en la primera mitad del siglo XX (2016) aporta valiosos datos sobre la Gota de Leche extraídos del Archivo Municipal de esta ciudad: normativa, beneficiarios, gastos, suministros, personal, etc. También hace referencia a Debates puntuales como el de madres que querían recuperar la lactancia materna y otras que preferían recibir leche cruda a leche esterilizada. Las dificultades presupuestarias afectaron al funcionamiento regular del dispensario y al número de ayudas en tiempos tan duros como los años de la posguerra. Atenza sitúa el ocaso de Gota en 1967.

Pero no fue la única iniciativa local creada para ayudar a los más necesitados.

La cocina benéfica

El notable empobrecimiento de la población española en el primer tercio del siglo XX impulsó actuaciones paliativas de todo tipo, como la de un comedor social en Talavera, en 1924, apoyado por el Ayuntamiento y una Junta de protectores. Estaba ubicado en un lugar aledaño al Hospital Municipal, donde se encontraba el Escuela de Expansión, fundado por Eugenia de la Llave en 1892. Ahora, se instaló allí un comedor permanente en lugar de distribuir comida a los necesitados para llevarla a casa. El 20 de noviembre de 1928, El Heraldo de Talavera Describió el funcionamiento del Comedor de Caridad regentado por las ocho monjas del Hospital Municipal y “seis señoras auxiliares”. Sirvieron a ochenta comensales (mujeres, hombres y niños) previamente autorizadas por la Junta, aunque había plazas remuneradas a un real por día. El recibo de 5.500 pesetas del Ayuntamiento y las 4.800 de particulares sólo alcanzaron para poder abrir el comedor durante diez meses. En 1933 sólo se daba una comida al día, apelando a la caridad de los talaveranos para seguir haciendo donaciones como siempre habían hecho a todos los centros asistenciales que ahora padecían similares penurias.

SOBRE EL AUTOR
RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

Profesor, profesor de secundaria e inspector de educación. Doctor en Historia del Arte. Investigadora especializada en la fotohistoria e imagen de la ciudad de Toledo

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