El tisú es un tejido frecuente en el patrimonio de las cofradías. Es soporte para prendas del ajuar de las imágenes, sobre todo sayas y mantos de la Virginal, y en ocasiones, aunque cada vez menos, sirve para confeccionar el llamado bordado de aplicación. En la Semana Santa de Córdoba, encima, hubo un tiempo en que se utilizó para túnicas nazarenas.
La historia fue corta, pero dejó huella. En las primeras décadas del siglo XX la hermandad del Cristo de Desenvoltura, preciso posteriormente de la reorganización que sería definitiva en torno al Crucificado que había llegado de Puebla de los Ángeles en 1618, se implantó una túnica de tisú de plata.
Era una valentía insólita en primer emplazamiento por la riqueza del soporte: el tisú es tela de seda entretejida con hilos de oro y plata. En el caso de la cofradía, en plata. Como se cuenta en las mismas historias de la hermandad, cada cuarto era muy costosa.
La idea era estética, pero la cofradía notó pronto los mercadería de la valentía, porque no sólo era cara, sino igualmente de viejo delicadeza que la sarga, el raso y los tejidos habituales para los hábitos penitenciales de las cofradías. No hay que olvidar que los nazarenos llevan cera y es frecuente que caiga.
Esa misma naturaleza terminó por aconsejar a la cofradía del Cristo de Desenvoltura su sustitución, que llegó en 1942. A partir de entonces comenzaron a utilizarse los hábitos más parecidos al contemporáneo, con túnica blanca y cubrerrostro molesto, encima de la cruz trinitaria.
Esta misma túnica se adaptaría posteriormente hasta la contemporáneo con escapulario y capa negra, siempre según los hábitos de los trinitarios descalzos, que rigen la iglesia de los Padres de Desenvoltura y que marcan la inmaterial de la cofradía.
Desde entonces, el tisú ha permanecido en las cofradías de Córdoba para su uso habitual: el ajuar de las imágenes sagradas y el soporte para estandartes, como el simpecado de la Santa Faz.