El alma de blues sin complejos de Yo Diablo: cuando menos es más


Todo radica en la energía que llevas y en la que transmites. Y, como la música más atávica, primitiva conecta con el interior. Yo Diablo saben que la energía se transforma. Y propulsa. Igualmente conocen el potencial que transmite la encanto musical. Marcos Herrero (voz, guitarras, teclados, zurna y saxofón) tocaba en la «típica facción de rock gachupin» cuando descubrió en un vídeo de YouTube a Tommy Emmanuel tocando la guitarra al estilo ‘fingerpicking’, «que es tocar el bajo con el pulgar y la equilibrio con el resto de los dedos y la hermandad», nos explica por videollamada.

Y, claro, cuando te acostumbras a retar en formatos bajo mínimos, en una especie de one man band, y te das cuenta que no necesitas a nadie, «porque tú te haces el bajo e incluso no tienes condensador pero te percutes igualmente con la mano, pues te dices, ‘vamos, delante»’ y te atreves con cualquier cosa». De ahí se lanzó a probar en el viejo festival de arte callejero del mundo, el Fringe de Edimburgo, y consiguió la alquimia. Ahí está el origen de Yo Diablo, que tras varios músicos, entre ellos siete baterías, ha antagónico a Víctor Vila a su baterista (percusiones y congas) ideal y miembro fijo del dúo.

La catarsis existe. Lo comprobamos en los tres álbumes de Yo Diablo, el posterior es ‘III’ (autoeditado, 2024), que amplía la paleta sonora, entre bluegrass, fingerpicking aflamencado, rockabilly psicodélico, deep blues y surf rock. Tremenda mezcla o ‘melting pot’ singular. En directo tienen rodaje en festivales internacionales de Alemania, Gales, Países Bajos, Estados Unidos. Podréis comprobar el calibre de sus sinergias el próximo sábado, 7 de septiembre, en la Sala Villanos en el festival He Reunido a la Pandilla, adjunto a Guadalupe Plata, Señoras y Bedeles y Guillermann.

En sus canciones está presente una examen a las raíces, al rollo aflamencado, aunque Marcos reconoce que son pinceladas, «porque el flamenco impone y no quiero meterme en ese fregado». Pero igualmente le dan a las castañuelas y al jazz etíope. Lo suyo es un rollo desprejuiciado. «Para mí era muy manejable tocar esas melodías aflamencadas, pero ya meterme en el flamenco es otra historia». La fusión tira de ese cruce de lenguajes. Poco que encarnan Yo Diablo, donde lo musical marca el tempo. Las humanidades vienen posteriormente.

De hecho, «siquiera es que le demos mucha importancia a las humanidades, es como poco más estético, que nos acompaña», confiesa Marcos. Su segundo disco, ‘Häxan’ (Autoeditado, 2023), es un portafolio instrumental que se fraguó en la pandemia para ser tocado en teatros y salas con el manifiesto sentado; y que se inspiró en el icónico desleal documental de terror silencioso sueco-danés de 1922 de título homónimo. Porque a Yo Diablo les gusta explorar «el flanco azaroso de la existencia, del ser humano». En esa indagación la música explora, investiga y se expande.

Luego a pulvínulo de tocar y de encontrar esas sinergias entre Marcos y Víctor, el plan ha crecido tocando igualmente en festivales nacionales como el BIME, el Low Festival, el Monkey Week o el Fuzzville. «Tocando en plazas difíciles o en sitios donde todo es espectacular (el equipo, las condiciones). Porque hay que estar preparado para todo», añaden. Eso es lo que hace crecer a una facción, poder estar a punto frente a las condiciones más incómodas y a las más propicias. Esa es la matanza de combate del underground. Y Yo Diablo, hurgan en el flanco salvaje. Lo suyo es de directo.

Marcos nos transmite la esencia de su propuesta en ese mejunje tan dispar, en esa combinación de géneros que quieren hervir en tus oídos. Yo Diablo o cuando en la música menos es más.

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