Los santos ourensanos
San Rosendo
El fundador del monasterio de San Salvador de Celanova es el primer santo ourensano, y su figura se conmemora el 1 de marzo. El papa Clemente III lo elevó a los altares en 1195 o 1196 más de 200 primaveras luego de su fallecimiento. Se le considera una figura fundamental en el interior de la Iglesia por su impulso a la vida monástica en el noroeste peninsular durante el siglo X, y sus labores de proselitismo y predicación del cristianismo entre los reinos cristianos de la península en un momento de expansión del islam por la consolidación del reino de Al-Andalus, que en aquél momento ocupaba la longevo parte del demarcación peninsular.
San Francisco Blanco
Hubo que esperar hasta 1627 para tener al segundo santo de origen ourensano, cuya festividad se celebra el 6 de febrero conexo a la conmemoración de su clan de compañeros con los que sufrió el tortura -muerte violenta por sus creencias religiosas- en Japón.
San Francisco Blanco era originario de Tameirón (A Gudiña), y alcanzó la bondad a través del tortura. Formaba parte de los mártires de Nagasaki que fueron crucificados y alanceados en la ciudad japonesa por predicar el cristianismo, prohibido entonces por las autoridades del país. Su cráneo se conserva en una capilla de Outarelo (O Barco de Valdeorras).
San Faustino Míguez
El fundador del Instituto Calasancio es hasta la término el postrer ourensano renombrado santo, conmemorándose su festividad el 8 de marzo. Fue canonizado en octubre de 2017 luego de que la Iglesia Católica certificase su intervención en la curación de una preclampsia -hipertensión arterial en la placenta- a la maestra y catequista chilena Verónica Stobert.
La importancia del religioso celanovés asimismo estuvo en su impulso a la educación femenina, puesto que en su opinión las mujeres y niñas eran “la parte más interesante de la sociedad, la portadora de paz, y el alma de la grupo”. Falleció en 1925 y fue beatificado en 1998. n