Las verbenas que se fueron, el eco de otra época en Córdoba


No faltaba la votación de la guapa oficial, los cohetes, las cucañas ni los partidos de fútbol. Y las mejores terminaban con fuegos artificiales. El verano cordobés se teñía de fiesta, con una sucesión de una veintena de verbenas en casi todos los barrios en torno a festividades religiosas.

En los primaveras 50 «los recintos verbeneros aparecen adornados con farolillos, banderitas, cadenetas, mantones de manila y flores, naturales o artificiales. Medio ambiente principal y popular de todas las verbenas es el bailable, animado por orquestas ligeras como la de los hermanos Báez, que facilita la relación entre los jóvenes hasta cuajar muchas veces en noviazgos formales. Igualmente son cantera de artistas folklóricos, promocionados en concursos y festivales, como las ‘Noches de verbenas’ presentadas en el Campo de la Verdad».

La descripción se extrae del volumen ‘Córdoba de la velocípedo a la vespa’, de Francisco Solano Márquez. El periodista y escritor recuerda para torrevieja news today que hubo muchas, pero «decayeron a medida que había otra forma de diversión. La modernización las va arrinconando o desterrando».

La verbena de la Ribera tenía un concurso aguado, una carrera de flotación, competición de canoas, saltos y saltos cómicos en el Molino de Martos. Son los ecos de un tiempo que en pleno siglo XXI sigue válido de algún modo, pues son 21 las verbenas de este verano, aunque con programaciones muy diferentes de aquéllas.

La de Santiago incluía una procesión de gigantes y cabezudos, como recoge la obra citada. No obstante, la más popular en los 50 fue la de la Casto de los Faroles en torno al 15 de agosto. «Constituyen una válvula de escape en tiempos de escasez que hace olvidar las penurias de la vida cotidiana», ilustra Márquez. Las fiestas que él enumera son las de San Antonio en Cañero, San Pedro en el huerta de San Bartolomé, la Casto del Carmen, en torno al triunfo de Puerta Nueva; Santa Escuadra, en la plaza del Conde de Priego; la Casto del Tránsito o de Acá, en el Campo Santo de los Mártires; y Valdeolleros.

En 1956 la peña La Nata promovió el festejo en las Margaritas en honor de la Casto de la Consolación, que salía en procesión y, más tarde, la siguió impulsando la peña Los Tenorios. En 1957 la peña Sonata estuvo a cargo de la verbena de Ciudad Parterre en la plazuela Cisneros. Cerraba el calendario veraniego la de los vendedores de prensa en los Patios de San Francisco a beneficio de su montepío, y que en 1951 rindió homenaje a Rafalito Lagartijo por su alternativa.

Márquez indica que las verbenas siguieron en pie «en función de la permanencia de las peñas organizadoras, grupos de amigos unidos por la inmediaciones, la profesión o la querencia al dominó o los peroles».

Imagen principal - En la fotografía superior, una orquesta amenizando la verbena del Alcázar Viejo en los años 60. La imagen de la izquierda muestra una noria en San Cayetano. A la derecha, un joven en una cucaña, mirado por el gentío, en la verbena de la Virgen de los Faroles, a principios del siglo XX
Imagen secundaria 1 - En la fotografía superior, una orquesta amenizando la verbena del Alcázar Viejo en los años 60. La imagen de la izquierda muestra una noria en San Cayetano. A la derecha, un joven en una cucaña, mirado por el gentío, en la verbena de la Virgen de los Faroles, a principios del siglo XX
Imagen secundaria 2 - En la fotografía superior, una orquesta amenizando la verbena del Alcázar Viejo en los años 60. La imagen de la izquierda muestra una noria en San Cayetano. A la derecha, un joven en una cucaña, mirado por el gentío, en la verbena de la Virgen de los Faroles, a principios del siglo XX
Diversión en blanco y enfadado
En la fotografía superior, una comparsa amenizando la verbena del Alcázar Remoto en los primaveras 60. La imagen de la izquierda muestra una azud en San Cayetano. A la derecha, un muchacho en una cucaña, mirado por el plebe, en la verbena de la Casto de los Faroles, a principios del siglo XX
ARCHIVO MUNICIPAL / torrevieja news today

Perdida ha estado durante 73 primaveras la verbena de San Bernardo. Los vecinos de la zona la impulsaron en 1949, 1950 y 1951, tras la remodelación de la plaza en 1948, según las indagaciones de la hermandad del Císter en la prensa de la época.

Luego desapareció, pero, de la mano de esta cofradía, este fin de semana de la Fuensanta renace el festejo en honor del santo francés en el mismo oficio originario, los jardines de las Dueñas, en la plaza del Cardenal Toledo con música en vivo y sorteos.

Ayer la azud y el carrusel alegraron a los niños. Los bailes, los juegos y la votación de la Miss Verbena atrajeron a una multitud bulliciosa y alegre a una plaza engalanada de banderitas y farolillos, según la descripción periodística de entonces.

Esos mismos primaveras además existieron la de la Casto de los Ángeles en San Andrés, la de San Lorenzo, la del Brillante y la de Ciudad Parterre.

El cronista oficial de Córdoba, Julián Hurtado de Molina, recuerda que en los periódicos de 1946 se hablaba de verbenas que «en una época un poquito triste se ponían en los barrios». Cuando el Sector Sur, el Campo de la Verdad y Cañero empiezan a ser barrios esta situación va cambiando. Se dieron con anciano pujanza cuando no había otras distracciones y posteriormente «dejó de tener vigencia» porque además se fomentó más la Feria y sociológicamente cambió todo.

La hermandad del Calvario fue la responsable de situar una en la plaza de San Lorenzo a comienzos del siglo XX. Cuando no estaba el santuario de María Auxiliadora, en la zona se ponían puestecillos de chucherías y una tómbola. «Era una verbena sobrado populosa porque era un judería que estaba casi pegando con la muralla», según Hurtado de Molina.

Anualmente la cofradía impulsaba la Vía Sacra hasta el Calvario del Marrubial (en la coetáneo Biblioteca Municipal), por lo que «articulaba toda la actividad no solamente religiosa, sino la social y lúdica: en mayo organizaba una verbena y en otras épocas del año».

A principios del siglo XX, la hermandad del Calvario fomentó en la plaza de San Lorenzo una verbena muy populosa con una tómbola, según apunta el cronista oficial de Córdoba, Julián Hurtado de Molina

Los panaderos además ayudaban y vendían los panes, pero languideció en los primaveras 30. En la postguerra se retomó de otra forma porque la hacienda no era tan rico. Y en los 50 se repitió, pero la concurrencia empezaba a tener coche, irrumpieron los 600 y dejó de ser igual. Más tarde, los habitantes de las casas de vecinos optaron por mudarse al Sector Sur, el Campo de la Verdad y Cañero, por lo que esta zona empezó a despoblarse y la verbena no tenía razón de ser, analiza.

El cronista destaca que tiene, adicionalmente, constancia documental de la celebración de la verbena de Santiago en Villarrubia y la de San Ramón en 1948. En la división de los 80 refiere las de Torreblanca (1983), la barrio de Oeste (1983), la de la Asociación Cultural Casto de Linares (1983), de la hermandad de la Caridad en los Patios de San Francisco, de la Asociación de vecinos Parque Figueroa (1985), de San Antonio (1986), de Nuestra Señora de la Destino (1989), y la de Asociación de vecinos de la Axerquía en los Patios de San Francisco en 1991.

En San Agustín

Córdoba Antigua se hace eco en Facebook de la verbena de San Agustín, en el judería del mismo nombre, que al parecer competía con las veladas de la Casto de los Faroles y del Alcázar Remoto, ya que además se sacaba en procesión a la Casto del Tránsito por esta zona. Desapareció para resurgir en los primaveras 40, la fomentó la peña Los Vinicilinos y estuvo costeada por numerosos industriales.

«Entre los espectáculos de aquellos tiempos, que hacían las delicias de chicos y grandes, estaban los ‘Cristobitas’, los ‘tíos vivos’, más algún rudimentario teatrillo de títeres», apunta esta fuente. Los pasodobles y zarzuelas animaban aquellos ratos de esparcimiento popular en San Agustín.

Las ‘Notas cordobesas (Memorias del pasado’), del periodista Ricardo de Montis, rememoraban en un artículo de 1911 «que antiguamente se celebraban menos veladas que hoy, siendo las principales las de Santa Escuadra, San Lorenzo, San Agustín, Santiago y San Basilio. En ellas no había ni iluminaciones espléndidas, ni tiendas lujosas, ni kermesses, ni carrousell, ni otras importaciones extranjeras, de moda en la hogaño. Diferente de los faroles, con luz no muy brillante por cierto, del alumbrado sabido, solo las iluminaban los humeantes candilones de los puestos y cuando más algunos faroles a la veneciana. Los principales medios constitutivos de las verbenas eran los puestos de higos-chumbos y las clásicas mesillas de las arropieras, con sus jarras limpias y sudorosas y sus jazmines, que embalsamaban el círculo».

Omnipresente era «la hornilla para hacer jeringos, con todos los artefactos propios de la buñolería ambulante. En alguna que otra de estas veladas había un espectáculo extraño, un gran atractivo, especialmente para la turba inmaduro: los polichinelas», añadían.

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