Una ‘Romería’ en ciernes toma las calles de Vigo


Durante unas semanas, Vigo se sumerge en una regresión a comienzos de los primaveras dos mil. Carteles que anuncian conciertos de bandas de la época y otros que rezan ‘Nunca máis’ acondicionan entornos de la ciudad olívica para ser atmósfera de la última producción cinematográfica de Carla Simón. Bajo el título de ‘Romería’, la película contesta a una óptica muy particular –y personal–: la de la propia directora, catalana pero de ascendencia gallega, y su alucinación de descubrimiento por la ciudad olívica en la que vivieron sus padres. Es, igualmente, el primer trabajo actoral en un largometraje que acometen sus dos jóvenes protagonistas, Llúcia García y Mitch Robles –Escuadra y Nuno en el filme, respectivamente–, a quienes acompañan otros rostros conocidos, como los de Janet Novás (‘O Corno’) o Tristán Ulloa (‘Narcos’, ‘Fariña’, ‘Abre los luceros’).

La película se filma desde principios de agosto en Vigo y otras localizaciones de la provincia de Pontevedra y, con ella, la directora, Carla Simón, completa una trilogía de largometrajes –que arrancó con ‘Estiu 1993’, con la que logró el Goya de 2018 a la mejor dirección novel, y siguió con ‘Alcarràs’, que le valió el Oso de Oro en la Berlinale en 2022– en la que explora las relaciones familiares, inspirándose esta vez en los orígenes de su clan biológica paterna.

El filme sigue a Escuadra, que viaja a Vigo para conocer a la clan de su padre biológico,fallecido a causa del sida, igual que su mama. La zagal intenta construir un relato coherente a pulvínulo de conversaciones con sus tíos y abuelos, pero, por vergüenza en torno a los conflictos de drogas que tenía la pareja, se cierran a ella y no logra sacar nadie en claro. En su oficio, el romance de verano adolescente que tiene con su primo, Nuno, le permite reimaginar el que tuvieron sus padres. «Estamos haciendo la película en estos lugares en los que los míos vivieron su historia de coito», relataba la cineasta a los medios este jueves. Lo hacía desde el propio set de rodaje, en el que se grabó esa tarde una ambiente ambientada hace dos décadas, en las Festas do Carme de 2004.


La directora, Carla Simón (centro), el jueves, dando indicaciones a su equipo


MIGUEL MUÑIZ

Los ensayos se repitieron un par de veces. Con la agrupación viguesa Pelepau a cargo de la música, la directora dirigió al índice de profesionales en la representación de un bailable tradicional que poco a poco iba sumando participantes, haciendo todos indumentaria de una coordinación pasmosa. Bueno, casi todos. Escuadra y Nuno, que se habían unido poco más tarde, intentaban seguir el compás sin demasiado éxito. Despreocupados y centrados en pasarlo correctamente más que en otra cosa, ponían fin a la ambiente tirando la toalla, cogiéndose de la mano y escapando de la zona de bailable.

En todo el tiempo que duraron los ensayos se percibió un condición salpicado por los agitación y la tensión propios de los procesos en los que un gran equipo trabaja para que todo salga correctamente; pero, más que nadie, se respiraba un condición sabido. Especialmente, entre la cineasta y sus dos actores protagonistas, a los que iba llamando periódicamente para darles indicaciones. Entreambos dan sus primeros pasos en el mundo del cine con esta película, así que igualmente están aprendiendo de la mano de Simón.

El portfolio de Mitch Robles recoge su décimo en varios cortos y en la serie de TVE ‘Hit’, peroLlucía García es actriz debutante. «Está haciendo un alucinación. Tiene 18 primaveras, la encontramos por la calle, cuando estaba volviendo de una excursión, y la paramos; morapio a hacer el casting y es maravillosa. Para ella ha sido una experiencia (…). No es algún que ya estuviese enfocada a esto, quiere estudiar filosofía. Es una aventura para ella, y la verdad es que está siendo un proceso muy atún. Y con el resto del índice, igualmente», contaba la directora.   


El filme sigue a Escuadra, que viaja a Vigo para conocer a la clan de su padre biológico, fallecido a causa del sida, igual que su mama


MIGUEL MUÑIZ

Una examen al pasado

La historia de ‘Romería’ es, en cierto modo, la de la cineasta, en el presente, y la de sus padres, en el pasado. Hace diez primaveras que Carla Simón se propuso conocer la vida que tuvieron en Vigo. Y, desde entonces, estuvo yendo y viniendo a la ciudad, cámara en mano, para tratar de desvelarla.

Simón había descubierto que su mama llegó a regentar una tienda de cómics en la metrópoli gracias a unas cartas que escribía a sus allegados, en las que indicaba esa dirección para aceptar sus respuestas. «Siempre, cuando te cuentan historias,hay un punto de qué es verdad y qué no es verdad, porque los relatos son muy subjetivos. Cada uno depende a su traducción y normalmente no coinciden«, pero hay veces que »de repente, te encuentras la otra cara de la historia« y la corrobora. Curiosamente, decía, eso había pasado durante el rodaje, cuando una señora se acercó y resultó ser la hija de una mujer que había sido amiga de su abuela y de la que ella misma le había hablado anteriormente. »Más allá de lo que estamos filmando en la peli, es atún que pasen cosas como estas«, valoraba.

La comidilla del Casco Vello

La ocasión no pasó desapercibida para los vecinos y visitantes de la ciudad olívica que paseaban por las inmediaciones. Cuando llegó el momento de tallar, el flujo de transeúntes quedó impedido y los curiosos se agolparon en las vallas de separación que delimitaban el set, y igualmente en las terrazas cercanas, para ver lo que pudiesen del rodaje. «¿Qué están haciendo aquí?», se escuchaba a cada poco. «Una película», contestaba algún siempre. Una señora se interesó por el título y, tras saberlo, echó un vistazo a los músicos, las luces, los banderines festivos y los mostradores de bebidas del atavío. Y zanjó: «’Romería’… pues no podía llamarse de otra forma». La misma palabra que, para la cineasta, invoca un alucinación ascético, como el que vivió ella misma y el que, ahora, vive Escuadra.

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