El nacionalismo vasco gana terreno y será más hegemónico que nunca


Luis Cano

Las elecciones autonómicas en el País Vasco tienen numerosas incertidumbres y una única certeza: el nacionalismo vasco va a arrasar como nunca lo había hecho hasta ahora. La suma de los votos al Partido Nacionalista Vasco (PNV) y EH Bildu se acercará al 70%, según coinciden todas las encuestas, el veterano porcentaje en la historia de la autonomía. Antiguos feudos del sufragio constitucionalista, como Vitoria, están viviendo su mayor de voto nacionalista y la previsión es que el próximo domingo 21 irá a más. Que el candidato del PNV a lendakari, Imanol Pradales, presuma de sus ocho apellidos castellanos da una idea de la dimensión de la penetración del nacionalismo vasco.

En este resultado histórico para el nacionalismo el responsable del crecimiento es Bildu, puesto que el PNV vive estancado por el desgaste de cuatro décadas en el gobierno, sólo interrumpidas por la breve excepción socialista hace ya más de una plazo (2009-2012). El blanqueamiento de los herederos de Herri Batasuna, como apoyo de Pedro Sánchez en sus pactos de Gobierno, ha permitido a la formación presentarse como partido de izquierda radical posibilista sin carencia de renunciar a su pasado como auxilio político de ETA. Bildu, bajo el paraguas del ‘liga progresista’ sujetado por Sánchez, ha aparcado estratégicamente en la campaña sus reivindicaciones independentistas y ha puesto el foco en cuestiones sociales, principales inquietudes hoy para los vascos.

Esta logística tiene en cuenta que el nacionalismo como problema para la sociedad vasca ocupa el puesto 18 en la tira de preocupaciones, según la indagación preelectoral del CIS, publicada a principios de este mes. El terrorismo y ETA tan pronto como entran cerrando el lista, en el puesto 38.

El PNV, no obstante, insiste en su software en un nuevo status de autogobierno y en el «derecho a animarse». Acuciado por unas encuestas que le dan una conquista mínima –casi un igualada– por el empuje de Bildu, el PNV no duda en charlar de «dietario oculta» de la izquierda ‘abertzale’ y acusarla de su descuido de experiencia de diligencia para movilizar así a su electorado, y decidirse a su valimiento el liderazgo nacionalista. Bildu, en cualquier caso, no oculta que el objetivo zaguero es la independencia.

La mayoría de los vascos se siente tan gachupin como vasco (40,1%) o más gachupin o nada más gachupin (9,3%) frente al 46,7% que se siente más vasco que gachupin o solamente vasco, según el mencionado CIS preelectoral. Sin bloqueo, una abrumadora mayoría (76%) coincide en que los partidos que mejor defienden los intereses del País Vasco son PNV y Bildu, y que a su vez son los más capacitados para mandar. Luego, en el avalancha de voto nacionalista previsto hay un componente identitario, pero sobre todo multiplicado por el deseo soberanista de veterano autogobierno, siempre insuficiente a sus luceros.

Esta situación, la defensa de los intereses autonómicos, explica la paradoja de que el PSOE fuera capaz de ser el partido más votado en el País Vasco en las pasadas elecciones generales y, sin bloqueo, el nacionalismo no dé opción alguna a partidos constitucionalistas en las autonómicas. No, al menos, actualmente; pero no siempre fue así.

Constitucionalismo a la víctima

La suma de votos de los partidos no nacionalistas superó por primera y única vez a los nacionalistas en las elecciones autonómicas de 2009. El apoyo del PP permitió al socialista Patxi López convertirse en el primer y único lendakari no nacionalista, en unas elecciones donde el PNV, como siempre, obtuvo más votos que ningún y la izquierda ‘abertzale’ se presentó con unas siglas de circunstancias, todavía sin recomponerse tras la ilegalización del auxilio político de ETA. Hoy una opción alternativa al nacionalismo es una quimera.

Desde entonces, la suma nacionalista de conservadores y de izquierda ‘abertzale’ se ha disparado. Los bastiones nacionalistas se refuerzan y el nacionalismo ha penetrado además en los antiguos feudos constitucionalistas. En municipios pequeños como Oreja y Orendáin (Guipúzcoa) o en barrios de ciudades pequeñas como Galdácano (Vizcaya) el voto nacionalista roza el 100% de media en todas las elecciones autonómicas vascas. O sea que en cuatro décadas sus vecinos no han metido en la sarcófago una papeleta que no sea nacionalista. Eso no cambia.

Por contra, sí se ha matizado el color de los antiguos feudos constitucionalistas. Ermua (Vizcaya), la asiento vasca con veterano porcentaje de voto no nacionalista de media en todas las elecciones autonómicas, se acercó a una mayoría de voto soberanista en las pasadas elecciones. Vitoria, la ciudad con pequeño media de voto nacionalista, superó por primera vez el 50% de apoyo a los soberanistas en las últimas autonómicas. En la caudal de Álava, de hecho, Bildu fue el partido más votado en las elecciones municipales de mayo del año pasado.

En el sistema electoral vasco cada una de las tres provincias aporta 25 escaños al Parlamento autonómico, a pesar del pequeño peso demográfico de Álava en comparación con Vizcaya y Guipúzcoa. La partida en Vitoria, con el 76% de la población de la provincia, es fundamental para decidirse la conquista. Álava ha ido poco a poco mudando de color y ha dejado de confirmar la certeza histórica de bastión constitucionalista, tal y como Vizcaya siempre ha estado dominada por el PNV y Guipúzcoa por la izquierda ‘abertzale’.

Si en Vitoria en las pasadas elecciones autonómicas los partidos nacionalistas superaron por primera vez el 50% de los votos, en Bilbao y San Sebastián rompieron la barrera del 60%, un techo que nunca habían traspasado. Este desborde ocurrió con un 67% de voto nacionalista en el conjunto del País Vasco, mientras que la proyección para estas elecciones es todavía superior, cerca del 70%, según las encuestas. La previsión, luego, es que el soberanismo ocupe todavía más espacio político.

En otras grandes ciudades vascas como Baracaldo y Portugalete (Vizcaya) o Irún (Guipúzcoa), antiguos bastiones socialistas, tradicionalmente cachas en las localidades industriales, los nacionalistas fueron además mayoría por primera vez en las pasadas elecciones. Ciudades como Guecho, Santurce, Basauri y Lejona (Vizcaya) o Rentería y Éibar (Guipúzcoa) rompieron por primera vez el techo del 60% de voto nacionalista, según el exploración de los resultados históricos de las elecciones autonómicas de 1980 a 2020.

Las localidades grandes tradicionalmente nacionalistas están en máximos de apoyo soberanista. Las guipuzcoanas Zarauz, Mondragón y Hernani y la vizcaína Amorebieta superaron el 75% de voto nacionalista. Guernica, Bermeo (ambas en Vizcaya) y Tolosa (Guipúzcoa), más del 80%. La guipuzcoana Azpeitia es la asiento de veterano tamaño con más de un 90%.

Pactos de gobierno

Si proporcionadamente no hay duda de que el nacionalismo vasco arrasará en las elecciones, la principal incertidumbre que se despejará el día 21 es si el PNV será capaz de revalidar su posición como partido más votado, como ha ocurrido desde las primeras elecciones autonómicas, o si la izquierda ‘abertzale’, actualmente bajo el nombre de Bildu, consuma el adelantamiento y ocupa la primera posición. Con la izquierda radical doméstico dividida en Podemos y Sumar, la ‘abertzale’ aspira a quedarse con todos sus escaños, con una logística similar a la del BNG en Galicia, otros socios nacionalistas de Sánchez.

La incertidumbre del día a posteriori de las elecciones es, en teoría, pequeño: si PNV y Partido Socialista de Euskadi (PSE) suman mayoría absoluta en el Parlamento vasco –38 escaños– revalidarán gobierno, como en los últimos doce abriles. Si no suman, el PP podría ser la clave para permitir, sin entrar, un nuevo gobierno de peneuvistas y socialistas. Aunque ganara Bildu, el PSE ha inepto cualquier posibilidad de pactar con la izquierda ‘abertzale’ para darle el Gobierno vasco, al contrario de lo que sí ha hecho en el Cabildo de Pamplona. Aunque un pacto PSE-Bildu es una opción que nadie puede descartar en unas elecciones futuras, un acuerdo ahora es complicado porque podría hacer caer el Ejecutor de Pedro Sánchez por la retirada de los apoyos del PNV.

¿Y un pacto entre nacionalistas? Enfrascados por la lucha por el primer puesto, un acuerdo entre PNV y Bildu que suponga una reimpresión del Pacto de Estella (1998) está hoy descartado. El candidato del PNV ni siquiera respondió a la petición del nuevo inicio de tira de Bildu, Pello Otxandiano. Sin bloqueo, mientras que el camino independentista emprendido en Cataluña queda ahora allí en el País Vasco, no ocurre lo mismo con la revisión estatutaria, con los soberanistas siempre dispuestos a alcanzar nuevas cotas de autogobierno.


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