«En Ripoll hicieron más caso a las familias de los terroristas que a nosotros»


Como estaba libre ese jueves, decidió ‘bajar’ a Barcelona de Campdevanol, localidad a 4km de Ripoll (Gerona). Cogió un tren con sus hijos; Iván, que en ese momento tenía 10 años; Daniela, 4, y la abuela de los niños. el esposo de Yolanda Ortíz se quedó en casa. Es policía y estaba en el turno de noche. Lo que iba a ser una tarde de compras y un paseo hasta el puerto se convirtió en una “pesadilla, difícil de olvidar”. “Seis años después nada ha cambiado. Todo lo que puedes usar son las víctimas y estamos en el mismo punto que cuando nos pasó a nosotros. No hay protocolo, ni oficina de servicio (en Cataluña). No hay nada”, reprocha la mujer, sanitaria de profesión, aunque el cáncer que le diagnosticaron tres años después de la ataques de agosto de 2017 la ha apartado de su oficio.

Ese día 17 estaba en La Rambla con sus hijos y su madre cuando la furgoneta que conducía Younes Abouyaaquoub atropelló a decenas de personas. Pasó a menos de un metro de ella, que logró agarrar a Iván con la mano izquierda. Salieron ilesos. También su madre y Daniela. Ileso, por lesiones físicas. El niño empezó a tener ataques de pánico y, hasta hace unos meses, seguía en tratamiento psicologico. La madre se olvidó de su propio estado para centrarse en él y también, se culpa a sí misma, se olvidó del de su pequeña, quien desconocía lo sucedido esa tarde aunque, tiempo después, empezó a presentar síntomas, -se separa del Otro. además de eso, no juega, por eso ahora también la atiende una psicóloga. En plena pandemia, la enfermedad de Yolanda, en un estado muy avanzado, aumentó el malestar de sus hijos. Ella hasta tenia miedo de salir, y no fue hasta tres años después que pisó el paseo marítimo en el que el individuo que conducía el Fiat Talento blanco mató a 14 personas e hirió a más de un centenar. La sentencia de la Audiencia Nacional -que condenó a dos miembros y a un colaborador de la célula de Ripoll– Los reconoció, a todos menos a Daniela, como víctimas de los ataques pero, en todo este tiempo, seis años, no han recibido “ni una llamada triste”. Ningún tipo de ayuda –“hasta el día de hoy ni a mí ni a Iván nos han ofrecido un psicólogo”– ni apoyo institucional. No hay pautas sobre cómo aplicar.

Un abandono al que se sumó, en el caso del municipio gerundense donde se habían criado o nacido los terroristas, jóvenes descendientes de inmigrantes marroquíes, critica Yolanda, una especie de censura que ha llevado a la victoria de Silvia Orriols (Aliança Catalana) en las elecciones municipales del pasado mes de mayo. Candidata independentista y calificada de extrema derecha –pese a que la citada la rechace–, por su discurso islamófobo. “En el momento de ella no se nos permitía discutir ni llorar. Aquí no hablamos de 17A. No está permitido poner ningún tipo de símbolo en el espacio público, ni siquiera en aniversarios, con la excusa de no estigmatizar a la comunidad musulmana. Desde el Ayuntamiento se fijaron más en las familias de los terroristas que en nosotros. Todo lo que ha pasado en Ripoll, con la victoria de Orriols, viene de ahí. La gente calla por miedo, pero ha hablado en las urnas», apunta. “Ningún otro partido levantó la voz, solo ella”, explica, “pese a que el exalcalde (Jordi Munell (Junts)) presidía la comisión de investigación de los atentados en el Parlamento, pero nada”.

¿Asustado de qué? «Es un pueblo, todo el mundo se conoce, y nadie quiere ser tachado de racista o xenófobo. Pero referirse a los terroristas como ‘esos pobres muchachos’ para blanquearles la imagen porque nacieron aquí… Lo he pasado muy mal. (Del consistorio) se dedicaban, básicamente, a cubrir las necesidades de sus familias -incluso haciéndoles la compra para que no tuvieran que salir a la calle- cuando en ese momento la gente del pueblo estaba muy asustada . Se volvieron hacia ellos, pero nadie me ha preguntado ni cómo estaba.

“Aquí no se habla del 17A y no se permite poner ningún símbolo en el espacio público ni en los aniversarios”

Ortiz cree que esta amabilidad, por miedo a estigmatizar a la comunidad musulmana, ha hecho “mucho daño” en el municipio. «Esa espiral de silencio para no molestar, pero ¿Cómo será inquietante condenar un atentado terrorista o rendir homenaje a las víctimas poniendo un ramo de flores en una plaza?? Pues llevamos así seis años, desde el 17A», sostiene.

Una foto con SWAT

Esa tarde, Yolanda “quería llegar al puerto. Salimos de La Boquería y nos paramos en plena Rambla. Hubo mucho alboroto, como siempre. Giré a la izquierda y vi una avalancha de gente que venía hacia mí. entre esa avalancha la furgoneta se abrió paso, disparando cuerpos a los lados y hacia arriba. Así que todo lo que hice, sin pensar, instintivamente, fue estirar la mano para agarrar a Iván y empujarlo lo más lejos que pude. Mi madre estaba detrás con la niña. Pero las dos personas frente a mí las mató. Son situaciones con las que… hay que aprender a convivir. Hay gente que me dice: ‘bueno, ya te olvidas’. No. Aprendes a vivir con eso, no tienes elección. Pero olvida, no». Tras el atropello y fuga, se refugiaron en un negocio cercano. Varias horas con la persiana bajada, hasta que aparecieron dos guardias urbanos. «Llevaban un casco blanco e Iván los confundió con SWAT (Policía de élite de EE.UU.). Uno de los agentes, Carlos, reaccionó muy rápido y dijo: ‘sí, y necesito que me ayudes’. Le pedía que contara la cantidad de personas que había adentro, y otras tareas para distraerlo”, recuerda ahora la madre.

Iván sujeta la foto que le hizo su madre con los dos urbanitas que confundió con SWAT en el 17A de La Rambla

ADRIÁN QUIROGA

Al salir, para evitar que viera la masacre, le hizo mirar hacia otro lado con la excusa de ‘cazar Pokémon’, un juego virtual que consiste en localizar a sus personajes. “Entonces Iván me pidió una foto con ellos en medio del desastre.. Imagínate. Cuando lo ves, parece el de una tarde cualquiera, pero es que detrás todavía había cadáveres». Hasta el día de hoy, el chico -que ya es un adolescente- sigue manteniendo una relación con la policía.

Dos años después de los ataques, Iván inició la Instituto en Ripoll. Le tocó en la misma clase que el hermano del autor del atropello en La Rambla. «Pasaron los primeros meses sin hablar, uno en cada extremo del aula. El hermano del terrorista y de la víctima. Lo pasaron mal, tanto uno como otro, pero al final tuvieron el valor de afrontarlo y acercarse. Pudieron decir ‘tú no tienes la culpa de nada, yo tampoco. Ni tú ni yo hemos hecho nada, y nos vamos a permitir conocernos’”, recuerda ahora Yolanda. El pacto entre ambos era no sacar a relucir el tema de los ataques, porque la pareja de Iván había perdido a un hermano. Jugaban al fútbol juntos, sí. “Hoy cuando se ven en la calle se saludan y se abrazan”, explica la progenitora, quien celebra la lección de ambos muchachos frente a quienes optaron por enterrar lo sucedido, en lugar de abordarlo. Qué simple lo hicieron dos niños. si las cosas se hubieran hecho mejor, podrían haberse conocido antes y ahorrarse ese momento incómodo».

“Han pasado seis años y nada ha cambiado”

La furgoneta de Younes Abouyaaquoub, con la que el 17 de agosto de 2017 mató a 14 personas e hirió a más de un centenar en La Rambla, pasó a un metro de Yolanda Ortiz y su hijo Iván. Detrás de ellos, la hermana del niño, Daniela, y su abuela. No sufrieron lesiones físicas, sino psicológicas. A pesar de ello, en seis años no han recibido ningún apoyo por parte de las administraciones. Solo, explica Yolanda, de la Unidad de Atención a Víctimas del Terrorismo (Uavat). Fue su presidente, Roberto Manrique, quien los localizó y explicó los mecanismos para poder ser reconocidos como afectados por el atentado. “Han pasado seis años y nada ha cambiado”, lamenta, y explica: “Nuestra vida se detuvo allí y empezamos a vivir otra”.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *