El acelerado ritmo de extinción de especies hará que desaparezcan antes de poder describirlas


Existen tantas especies que nos resulta difícil conocerlas. En ese camino, Carlos Pedrós-Alió investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas reconstruye “la aventura humana de nombrar y clasificar a todos los seres vivos”. Comprende desde los tiempos de Linneo (1707-1778), con la creación del sistema que aun hoy usamos para denominar y ordenar las especies, y llega hasta las técnicas de prospección hereditario más actuales. Durante este reconvención, el obra traslada al leedor a islas, reservas naturales y laboratorios de todo el mundo para mostrarle los mecanismos que han hexaedro oportunidad al arduo árbol de la vida y ofrecer ejemplos prácticos de cómo se estudia la biodiversidad.

El verificado advierte de que, “hexaedro el ritmo acelerado al que las especies se están extinguiendo, la mayoría desaparecerán antiguamente de que podamos describirlas”. Por eso, en las últimas páginas, aborda igualmente la pregunta “impertinente” de para qué sirve la biodiversidad y analiza los “servicios”, a veces invisibles, que nos proporciona, como el oxígeno que respiramos.

Naturaleza barroca

En el mundo hay 8.600 especies de anfibios. Todos ellos cumplen la misma función ecológica: manducar insectos y ser comidos por sus depredadores. ¿Qué sentido tiene que haya tantas especies distintas? ¿Qué explica este “capricho de la naturaleza por lo barroco?”, se pregunta el autor parafraseando al ecólogo Ramón Magalef (1919-2004). La respuesta está en los principios de la progreso por selección natural formulados por Darwin (1809-1882) y Wallace (1823-1913): el hecho de que en cada engendramiento sobrevivan los individuos mejor adaptados hace que las especies cambien con el tiempo y que, a prolongado plazo, acaben formando especies distintas a las originales. Esto ocurre, por ejemplo, cuando poblaciones de una misma especie se separan en diferentes hábitats. Con el tiempo, esas poblaciones se convierten en especies distintas, un engendro que se ha observado repetidamente en islas de todo el planeta.

Margaritas de Canarias

Entre los múltiples casos recogidos por Pedrós-Alió se encuentra el de las margaritas de Canarias, conocidas localmente como magarzas. Este tipo de plantas (Argyranthemum) incluye una treintena de especies adaptadas a las distintas islas y niveles de cota del archipiélago. Sin retención, todas ellas proceden de un antecesor global: una margarita mediterránea que colonizó las islas y cuyos descendientes comenzaron a divergir hace unos 2 millones de abriles.

Pinos que abrazan el fuego

Otro mecanismo de formación de especies es el provocado por fenómenos naturales como el fuego. Frente a los incendios, explica el investigador del CSIC, los pinos han desarrollado estrategias que los han llevado a diferenciarse. Por ejemplo, los pinos piñoneros (Pinus pinea) se defienden de las llamas procurando que no afecten a sus copas. Desprenderse de las ramas bajas o producir una sombra que impide el crecimiento de arbustos que alimenten al fuego son algunas de sus adaptaciones defensivas. En cambio, los pinos carrascos (P. halepensis) “abrazan el fuego” y se dejan destruir por él. Estos árboles conservan sus ramas bajas y tienen una sombra poco densa; su organización para sobrevivir como especie son las piñas serótinas. “Las escamas de estas piñas están fuertemente pegadas unas a otras y permanecen varios abriles sin sincerarse en la copa de los árboles”, aclara Pedrós-Alió. Cuando aparece un incendio, las piñas no se destruyen, sino que se funde la resina y se abren las escamas. De este modo, “las semillas se dispersan por un ámbito recién descontento y, por consiguiente, saciado de nutrientes y de posibilidades”, añade.

Las incertidumbres de la biodiversidad

En 2011, un equipo liderado por el verificado Camilo Mora estimó el número de especies que, sin contar a los microorganismos, hay en la Tierra, y concluyó que el ritmo contemporáneo de descripción de nuevas especies es de 6.200 por año. De mantenerse, describir las especies que faltan llevaría 1.200 abriles. ¿Cómo puede ser que todavía nos queden tantas especies por describir? Para contestar esta pregunta, Pedrós-Alió refleja el trabajo del fitólogo Octavio Arango, que en las últimas décadas ha descrito varias especies y subespecies de bejeques (tipo Aeonium), unas plantas endémicas de Canarias. Las islas son abruptas, con barrancos y taludes inaccesibles, y algunas especies de bejeques tienen áreas de distribución minúsculas. Adicionalmente, estas plantas son muy parecidas entre sí y no resulta claro reconocerlas. Todo ello hace que describir una nueva especie pueda tolerar varios abriles de observaciones sobre el ámbito. Si esto ocurre en Canarias, un circunscripción estudiado durante más de 200 abriles, “cuántos barrancos inexplorados habrá en Australia, Etiopía o Mongolia o cuántas islas remotas no habrán sido apropiadamente exploradas”, plantea el autor.

Un billón de especies de microorganismos

El hecho de que queden tantas especies por describir, hace muy difícil estimar verdaderamente cuántas son. El investigador del CSIC, experto en microbiología, señala que la complejidad aumenta aún más cuando se tienen en cuenta a los microorganismos, “los seres más abundantes, más diversos y que han existido durante toda la historia de la vida sobre la Tierra (más de 3.500 millones de abriles)”.Hay muchas especies de microorganismos que no se han podido aislar en el laboratorio, por lo que no pueden describirse completamente. Sin retención, la principal dificultad para conocer todos los microorganismos es que son muchos: es probable que el número de especies repercusión el billón.

Comparados con los animales y las plantas, los microorganismos tienen más posibilidades de dar oportunidad a nuevas especies porque pueden crecer y progresar a mucha viejo velocidad y por la cantidad de nichos potenciales que pueden habitar, incluidos los ambientes extremos o los cuerpos de los demás seres vivos. Adicionalmente, los microorganismos tienen menos posibilidades de extinguirse que los seres vivos grandes ya que son capaces de sobrevivir mucho tiempo sin alimentarse y no necesitan una pareja sexual para reproducirse. Asimismo, porque muchas especies son tan poco frecuentes que no hay virus o depredadores que las ataquen y adicionalmente pueden estar millones de abriles congelados para luego retornar a estar activos.

¿Para qué sirve la biodiversidad?

En el final capítulo, Pedrós-Alió alerta de que las tasas actuales de agonía de diferentes seres vivos son entre 10 y 1000 veces más aceleradas que antiguamente de la aparición de la humanidad. “A algunas especies las cazamos hasta exterminarlas [como a la megafauna del Pleistoceno] y en otros casos, la mayoría, destruimos su hábitat de modo que ya no se pueden reproducir”, precisa. Sin retención, esta disminución de la biodiversidad puede suceder inadvertida porque desconocemos la mayoría de las especies que nos rodean y porque “los beneficios de la biodiversidad son tantos y tan cotidianos que solo valoramos su importancia cuando sucede poco infrecuente”. Entre otros muchos “servicios”, la vida en el planeta nos proporciona el oxígeno que respiramos, los alimentos que comemos, muchos de nuestros medicamentos o protección frente a parásitos, plagas y epidemias.

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