Ahora tengo una muy buena relación con el deporte y la comida, pero el camino para conseguirlo no fue fácil


Hoy acompañamos a Elena en uno de sus entrenos. Ahora practica powerlifting y entrena 4 veces por semana. Impresiona ver cómo es capaz de enarbolar 120 kilos. Pero lo hace. Come admisiblemente, para poder hacer perfectamente sus entrenamientos, que consisten sobre todo en el algarada de peso de distintas formas. Pero para durar hasta aquí, Elena no ha pasado un camino de rosas.

Comenzó en el taekwondo como muchos niños y niñas, como una actividad extraescolar más. Pero Elena le cogió gustillo a los combates y decidió seguir y perfeccionarse. En bachillerato, de hecho, entró en el Centro Galego de Tecnificación Deportiva. Fue ahí cuando empezó a sufrir problemas con la comida. En deportes como el taekuondo, el peso influye. Por ello, durante una época, Elena se obsesionó con la balanza: tenía que pesar 46 kilos para sus competiciones, aunque medía 1,70.

Por ello, “llegué a ocurrir 24 horas sin manducar, luego me pegaba un atracón y vomitaba”, relata la pollo. “Me gustaba la sensación de casi desmayarme, es poco que provoca el TCA”, sigue. Pero nadie conocía esta situación. Algunas monitoras, en el centro, se daban cuenta si algún día no comía, pero no buscaban el trasfondo ni se preocupaban en exceso. Lo mismo ocurría con los entrenadores. Adicionalmente, mentía sobre la situación. “Eso es lo peor, al final el trastorno te controla a ti y te hace mentir a la muchedumbre que quieres”, explica la ribeirense.

Poco hizo clic un día y Elena encontró en las redes sociales a una chica que practicaba taekuondo y que había pasado por lo mismo. Tras platicar con la pollo, Elena le contó a sus padres lo que sufría. Ahí empezó una carrera de fondo: la terapia. Con apoyo psicológico fue como descubrió que, pese a que ella consideraba que tenía avidez, lo que padecía era anorexia.

No fue hasta tres primaveras más tarde que Elena considera haberse recuperado, con mucho esfuerzo y alguna que otra recaída, porque la recuperación no es directo ni mucho menos ligera. Ahora tiene una buena relación con el deporte y con la comida. “Ahora compito en powerlifting pero me fijo en mí, en mejorar mis marcas y, a quien me supera, le tengo deslumbramiento”, explica. Mejorar la relación con la comida quizás haya sido lo más difícil. “En eventos sociales donde el centro es la comida al principio lo pasaba mal, me sentía analizada y juzgada”, añade. Pero el tiempo pasa y las heridas curan. Eso sí, siempre con mucha ayuda profesional.

“Ahora para mí el deporte es un aspecto más de mi vida. Ahora soy Elena, hago deporte pero todavía soy enfermera, tengo otros hobbies, salgo de fiesta, me llevo admisiblemente con mi grupo, tengo vida social y demás”, cuenta. Ahora la vida de Elena ya no se centra solamente en el deporte y en cobrar.

Si le preguntamos qué le diría a la Elena de hace unos primaveras, a aquella que sufría un TCA y que no lo sabía, tiene clara su respuesta: “Que hay mucho más allá del deporte, que viva la vida, que merece la pena”.

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