Obituario | Javier Núñez Nespereira, el manto invisible



A veces, echar la presencia antes cuesta mucho, especialmente cuando lo único que ves son saludos de personas que ya no están. Y entre ellas estás tú, Javi.

Me gustaría contarte muchas cosas que seguro, en donde estés, ya sabes. Pero no quiero ocurrir la ocasión de recordarlas contigo y, de esta modo, reparar que aún sigues con nosotros.

Sostener que eres una persona ilustre y amigo no es ausencia nuevo, pero verlo con la perspectiva de un año de marcha engrandece más tu letrero. Sí, he dicho letrero aunque sé que ahora estarás ruborizado porque no eres una persona que quieras destacar. Siempre en un segundo plano, siempre siendo ese hijo, hermano, cónyuge, padre, amigo y compañero que sin hacer mucho ruido estabas ahí.

No te voy a engañar, durante este año hemos tenido el impulso de escribirte un mensaje o acercarnos hasta tu casa, de pensar que te veríamos por las calles de la ciudad trabajando. Y en ese momento aparecía la verdad que como una espada de Damocles inexorable hacía acto de presencia. Pero sabes que, ni la más dolorosa de las ausencias, ni el sentimiento de tristeza más profundo, harán que desluzca un cumbre lo que significas para nuestras vidas, porque si poco tengo claro es que nadie se marcha para siempre mientras su rememoración siga presente.

Solo una cosa más Javi, la vida sigue y nos tenemos que acostumbrar a hablarte en silencio y en nuestros pensamientos, pero tu rememoración es como un mantilla invisible que tutela todos y cada uno de nuestros pasos, especialmente los de tu Pablito, que de forma incansable sigue golpeando ese balón contra la hormaza, y donde cada “chut” es, en el fondo, un beso con destino a el bóveda celeste y un mensaje de que “aquí seguiré luchando por ti, papá”.

Hasta siempre, Javi.

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