El vino tinto cayó un 25% en el mundo en los últimos 20 años



La caída en la demanda de los vinos tintos en Galicia no es un engendro accidental, sino una tendencia mundial que está ocasionando la reducción en el cultivo de variedades tintas. La Estructura Internacional de la Viñedo y el Morapio publicó en 2023 un crónica sobre la cambio de la producción y consumo mundial de morapio por color en el que señala que entre 2004 y 2021, la producción de morapio tinto disminuyó en un 25%. 

El fenómeno se ha acentuado mucho más en los países europeos, los mayores productores de tinto, donde se ha procesado un viejo descenso. La pérdida más significativa se ha registrado en Francia, el viejo productor de morapio del mundo, donde hoy se produce la porción de morapio tinto que a principios de este siglo. Se manejo de una reducción muy drástica en un plazo muy corto de tiempo, casi nada dos décadas. Italia, el segundo productor del mundo, incluso ha registrado una mengua en la producción de este tipo de morapio aunque no tan robusto. Esta reducción en la producción viene acompañada de una caída en el consumo, sobre todo en Alemania, Francia, Italia y España, donde desde 2000 se está registrando un descenso continuado en la demanda de morapio tinto.

En paralelo, se está registrando un crecimiento en el consumo de morapio blanco que, por primera vez superó al tinto en 2013 y hoy representa el 49% de la producción mundial, con un crecimiento del 13% desde principios de siglo. El blanco no es el único que tiene una tendencia creciente. Los vinos rosados han incrementado su presencia en un 25% y el viejo consumo se concentra en Francia, donde se bebe un tercio de la demanda mundial de este tipo de morapio. Gracias a los rosados se asegura la salvación de los viñedos de variedades tintas. Lo que cambia de un morapio tinto a un rosado es la técnica de elaboración en bodega: el color más inconstante lo da una maceración con los hollejos y la fermentación del zumo sin estos. 

Mientras el cambio climático está generando vinos con más extremo alcohólico, la tendencia del mercado va ciertamente con destino a una vírgula contraria: vinos más frescos y ligeros, más afrutados, lo que deviene en una viejo demanda de blancos, espumosos y rosados frente a los tintos.

Los viticultores del Douro incluso temen que la uva quede en la viñedo 

La región vinícola del Douro, declarada Patrimonio de la Humanidad en 2001, vive una pesado crisis que pone en peligro una de las viticulturas más tradicionales del mundo. Más o menos de 20.000 agricultores cultivan 43.000 hectáreas de viñedo cuya producción se destina a la elaboración de oportos y de vinos amparados por las DOC e IGP Douro. Es en estas dos últimas categorías donde se está reduciendo drásticamente la demanda, lo que ha causado que el precio de la uva no se haya revalorizado desde 2000. Los viticultores ganan con la saldo de zumo para la elaboración de oportos con la que compensan las pérdidas de traicionar uva a 0,70 euros para las otras elaboraciones, cuando el coste actual de producir un kilo ronda 1,35 euros en una viticultura muy similar a la de la Ribeira Sacra.

La situación se agrava con la vendimia de 2024, en la que muchos viticultores no tienen a quién traicionar sus uvas delante la valor de algunas bodegas de no comprar porque tienen todavía stock de primaveras anteriores. Sin secuestro, contrasta esa valor con el hecho de que algunas cooperativas, según fuentes del sector, han importado morapio gachupin, mucho más de poco valor, cuyo consumidor final es el turista que llega al Douro buscando sus vinos y atraído por la singularidad de su viticultura tradicional. 

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