El litigio por el crimen de Juana Canal, ocurrido en 2003 pero descubierto casi dos décadas posteriormente, comenzó el pasado lunes 16 de septiembre en la Audiencia Provincial de Madrid. En el banquillo se sienta Jesús Pradales, expareja de la víctima y supuesto autor del homicidio.
La traza hablado, que se extenderá hasta el 4 de octubre, ha arrancado con revelaciones por parte de los familiares de Juana, quienes han denunciado la negligencia policial que marcó la investigación auténtico del caso.
Más de dos décadas desde su desaparición
Juana Canal, de 38 primaveras, desapareció el 22 de febrero de 2003 tras una discusión con Pradales en el tierra que compartían en la calle Boldano de Madrid. Al día posterior, uno de los hijos de Juana encontró una nota escrita por Pradales explicando que ella había tomado “muchas pastillas” y había saliente corriendo.
Sin requisa, la efectividad era mucho más trágica. Según la confesión posterior de Pradales, tras una discusión violenta, él acabó propinando un moretón mortal a Juana. Luego, descuartizó el cuerpo y lo trasladó en maletas a un punto de Navalacruz, en Ávila.
“Con esa cara de gilipollas”
Los testimonios de los familiares han revelado una serie de fallos en la investigación auténtico. El hijo pequeño de Juana, que tenía 16 primaveras en el momento de la desaparición, declaró: “Vivía en Denia y mi hermano me llamó y me dijo: mamá no está, este tío le ha hecho poco. Estuve convencido desde el primer momento que tenía poco que ver”.
Lo más sorprendente fue la respuesta de la Policía delante estas sospechas. Según el hijo de Juana, desestimaron sus sospechas con comentarios como: “Cómo con esa cara de gilipollas, iba a cometer dicho acto”. Esta interpretación fue corroborada por otros familiares, como la sobrina de la víctima, quien afirmó que la Policía le dijo que “cómo con esa cara de pánfilo, iba a ser capaz de poco” y que “la parentela desaparece sin más“.
En aquel entonces, varios miembros de la clan insistieron en que Juana nunca se habría ido voluntariamente. La describían como una persona cariñosa y dedicada a sus hijos, lo que contradecía la interpretación de la supuesta nota sugiriendo que se había marchado por su propia voluntad. Ana María, hermana de Juana, declaró que “desde el primer momento” supo que la desaparición “no era ordinario”, ya que Juana se fue sin documentación ni artículos personales.
“No era alcohólica”
Los testimonios además han servido para contradecir la interpretación de Pradales sobre el carácter de la víctima. Mientras el procesado la ha descrito como agresiva y alcohólica, sus familiares la retratan como “una enamorada del inclinación” y “lo opuesto a la belicosidad”. Una de las hermanas de Juana admitió que, tras su separación precursor, Juana tuvo un problema puntual y tomó ansiolíticos, pero negó rotundamente que fuera alcohólica.
El caso permaneció archivado hasta que, en septiembre de 2019, unos excursionistas encontraron restos óseos en Navalacruz. Las pruebas forenses confirmaron que pertenecían a Juana Canal, lo que llevó a la reapertura de la investigación y a la detención de Pradales en octubre de 2022.
“Fue un empujón”
El litigio ha tenido momentos de gran tensión. Uno de ellos cuando el hijo pequeño de Juana vio sobrevenir a Pradales esposado por los pasillos de la Audiencia. Su prima tuvo que agarrarle del rama para evitar que fuera alrededor de él.
Pradales, por su parte, insiste en que la crimen de Juana fue accidental. En su explicación delante el tribunal, afirmó: “Cuando la vi venir, lo que quise fue defenderme. La aparté con un moretón, fue un empujón”. Asegura que entró en pánico al verla sin vida y que por eso no llamó a emergencias.
La defensa argumenta que se manejo de un homicidio involuntario o imprudente, mientras que la Fiscalía y la inculpación particular sostienen que fue intencionado. Ambas partes solicitan una condena de 15 primaveras de calabozo por homicidio, con la Fiscalía apreciando una desventaja de parentesco, y la inculpación particular añadiendo una desventaja de existencias.
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