Los vecinos de Monterroso, “felices” con los migrantes de Mali



El cabildo lucense de Monterroso cuenta desde hace casi un mes con más de un centenar de nuevos vecinos: 126 migrantes procedentes de Canarias, donde llegaron huyendo de la pleito de Mali.

Son los propios monterrosinos los que utilizan la palabra “vecino” para referirse a estos, en su mayoría hombres jóvenes, que “se han integrado perfectamente en muy poco tiempo”. “Ya son uno más”, afirma Milagros, que despacha en una de las panaderías del pueblo.

Milagros aprovecha el fin de su turno para tomarse un café adjunto a Julia — su compañera en la panadería — en uno de los bares del pueblo, uno que adicionalmente suelen frecuentar jóvenes migrantes como Hajid y Mahmadou.

“Estamos encantados, felices. Son encantadores. Y cariñosísimos”, comenta Julia mientras abraza a uno de ellos y les ofrece unas Coca-Colas. “Se han integrado super rápido. Son un cacho de pan. Se te parte el corazón cuando conoces un poco sus historias”, señala Milagros, que reconoce tener un trato muy cercano con ellos por su dominio del francés.

Lo mismo ocurre con Julia, de ascendencia francesa. “Ya quisieran muchos tener un cuarto de la educación que tienen estos chavales. Vienen por las mañanas y nos ven cargadas con el pan y corren para ayudarnos, siempre con una sonrisa. Cuando hablas con ellos un rato te das cuenta de que lo único que quieren es que les escuches. Lo pasan verdaderamente mal cuando no consiguen hacerse entender y por eso muchos se están poniendo las pilas con el castellano”, relata.

Son pocos los que hablan un castellano más o menos fluido, aunque lo comprenden y se esfuerzan por hacerse entender. La franja que más dominan es el francés y algunos de ellos ni eso, solo el bambara, una de las lenguas oficiales de Mali.

Hajid, de 20 abriles: “Yo lo que quiero es trabajar”

Hajid, de 20 abriles y “siempre con la bloque debajo del articulación” — según comentan en el bar –, es uno de los pocos migrantes en Monterroso con un dominio del castellano tan progresista para la situación, que incluso bromea con las clases de castellano que reciben en el hotel. “Son cosas muy básicas: cooperacha, perro… Yo quiero estudiar castellano para trabajar”.

Hajid llegó hace nueve meses a la isla del Hierro, en barco desde Mali, donde ha dejado a su origen y a sus cuatro hermanos pequeños. Su padre es una de las víctimas de la Pleito Civil que enfrenta al país desde hace más de una decenio. Cuenta que todavía no ha podido ponerse en contacto con su comunidad, a la que desearía poder traerse con él.

Pero para eso, apunta, primero tiene que trabajar. “Quiero despabilarse un trabajo, aquí en Monterroso, que me tratan muy proporcionadamente. Los vecinos son muy agradables. Me gustaría de cocinero porque me encanta la cocina, pero primero necesito papeles”, explica.

Según cuenta, en esta misma situación se encuentran muchos de sus compañeros. Mientras tanto, pasan el día en el hotel que les acoge — de la mano de la ONG Rescate –, donde tienen clases de castellano por niveles de dominio, adicionalmente de otros talleres y actividades.

Verónica, ayudante de cocina en el hotel, asimismo alaba el comportamiento de los jóvenes. “La verdad es que son un bóveda celeste. Se portan muy proporcionadamente. Por la mañana, cuando llega el camión de mercancía, nos ayudan a descargar. Y a cambio nosotras les tenemos guardados unos bizcochos extra, que les encantan, como los flanes”, bromea.

Coincide Hajid pero, aunque palabra muy proporcionadamente de la comida gallega, dice preferir la de su país nativo.

“Es un choque al final. La primera vez que les dimos croquetas pensaron que estaban crudas y les tuvimos que explicar que eran así, pero ahora ya muy proporcionadamente”, explica Verónica.

“En el pueblo ya no llaman la atención”

Lo que Hajid sí no cambiaría es el tiempo, prefiere el frío y la tormenta gallega al calor. “Se lleva mejor”, asegura. A lo que asimismo se ha acostumbrado, añade, es a que le hablen en gallego. “Lo entiendo pero me parece muy difícil hablarlo, mucho”, apunta y, aunque reconoce memorizar ya alguna palabra, no se atreve a verbalizarla.

Y es que gran parte de los vecinos se dirigen a ellos en gallego, como José, el dueño del bar del billar que viene a despabilarse Hajid para llevarlo a Lugo.

“Ya lo he llevado alguna vez. Le gusta mucho y a mí no me cuesta mínimo”, comenta. A Hajid le “encanta” Lugo, una ciudad “muy sobresaliente”, “mucho más que Monterroso“, donde aprovecha para pasear con amigos y, la última vez que fue, para comprar poco de ropa.

Cuando no están en el hotel o jugando al billar, lo que más les gusta es ir al campo de fútbol, explica Hajid — guardameta y seguidor del Auténtico Madrid –, donde van todas las tardes cerca de de las 18:00 o 18:30 horas, posteriormente de las clases de las 16.00 horas. Van adicionalmente muchas veces con otros jóvenes del pueblo, con los que ya han armadura amistad.

“Sigue habiendo muchos periodistas, que siguen llamando y viniendo, pero en el pueblo ya no candela la atención“, comenta una de las camareras del bar mientras Mahmadou sale a charlar con un vecino que pasea a su perro.

“Lo que hay que hacer con esta parentela es ayudarla. Solo Todopoderoso sabe lo que habrán pasado en su país para preferir estar en esta situación. Por mí, que vengan más, que hace descuido parentela aquí para trabajar y para revivir esto“, insiste Milagros.

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