La lava entró en el cementerio y se llevó a mi marido


Nela vivía en Todoque, tenía “una buena casa, con unas buenas huertas, un buen tanque y una buena bodega”, recuerda. Todo se perdió. Salió de su casa el día de la erupción, cerrando las 6 cerraduras y pensando que iba a retornar. Pero no fue así y solo logró acercarse de nuevo a su casa sin permiso, porque estaba ya en la zona desalojada, para dar asilo unos sombreros que le habían encargado y rescatar la antigua máquina de coser que era de su suegra y con la que confecciona esos sombreros que tanto le preocupaban.

Aprendió a confeccionar sombreros para los trajes típicos canarios muy pequeña, tanto que no recuerda desde cuándo lo hace, solo sabe que le gustaría que su nieta siguiera con la tradición. Este oficio le permite estar mantenida pero igualmente le obliga a tener un taller donde poder trabajar. Por eso no se adaptó a estar con ningún corriente luego del volcán y cuando le ofrecieron una cabaña de madera se mudó allí sola.

Sus hijos se preocupan porque esté allí sola, pero ella se ha adaptado e incluso se ha legado cuenta de que “no necesitamos tantas cosas para ser felices”. “Yo ayer tenía siete calderos y ahora solo tengo dos”, cuenta.

Si visitamos el improvisado suburbio de casas contenedor que se ha tenido que crear en Los Llanos para dar una alternativa habitacional a los afectados por el volcán, encontramos poco más de 80 cubículos convertidos en hogares temporales. Aquí vive Carmen, una mujer que vivía cerca del volcán y fue evacuada desde el primer día.

Carmen lamenta la pérdida de su casa pero aun más que ocurriera el día en el que se cumplían 10 abriles desde que le faltaba su marido, “yo pensé que él me la estaba protegiendo”. Pero la deshecho del volcán le arrebató poco más que memorias: “La deshecho del volcán entró en el cementerio y se llevó a mi marido”.

Esta vecina de Todoque no se ve viviendo en un contenedor por el resto de sus días pero tiene claro que ella “a esa oscuridad” no vuelve. Mientras que pasan los días al menos le queda poderse mirar en el espejo que tiene el pila que le dejó su religiosa, y que pudo librar de la destrucción del Tajogaite.

Tony es siempre un referente de esperanza para los que le conocen. Ya vivió el volcán de El Hierro, cuando estuvo viviendo en esa isla más de 17 abriles, pero no imaginó que al retornar a La Palma, pasaría por otro volcán y que este se llevaría no solo su casa sino la de su religiosa y otros familiares.

Colaboró con el IGN durante los días de la erupción, lo que le permitió estar más cerca del trozo. Recuerda que cuando vio que la deshecho se acercaba a la casa de su religiosa y sabiendo lo que ocurriría, decidió grabarlo. Luego, se planteó cuándo era el mejor momento para contárselo, finalmente llamó a su religiosa y le dijo sin dudar “la casa ya no está”. Recuerda que trató de quitarle hierro a la situación para ayudar a que la mujer lo aceptara lo mejor posible.

Hoy en día él está ya construyendo un nuevo hogar para su clan en otro circunscripción. Tratando de plasmar sobre planos una nueva vivienda, acabó dibujando la misma que tenía, qué mejor idea para sentirse de nuevo como en casa. Desde la nueva casa se ve el punto exacto donde yace la antigua bajo la deshecho. Un circunscripción ahora convertido en piedra, pero al que no le importaría retornar.

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