Galicia recupera su tradición como tierra de lúpulo con variedades que aportan sabores únicos a la cerveza


Hace tiempo que Galicia cerraba un importante capítulo de su historia: el ser una gran potencia en la producción del lúpulo. En los primaveras 60, se producían incluso 240 toneladas anuales, pero no volvieron momentos como ese, y, de hecho, la plantación de lúpulo llegó a desaparecer casi por completo de las tierras gallegas. Fue en 2005 cuando se inició un avaricioso tesina de recuperación de esta planta en Galicia, que buscaba devolverle a la región su histórica relación con el lúpulo. Tras casi 20 primaveras de esfuerzos continuados, ahora hay más o menos de 11 hectáreas de este preciado producto distribuidas a lo desprendido del condado gallego, aunque buena parte de ellas están concentradas en Abegondo y otras zonas cercanas de la comarca de Betanzos.

Este tesina nacía bajo el amparo de Hijos de Rivera, quienes quisieron celebrar el centenario de su emblemática empresa creando una serie de cervezas fabricadas exclusivamente con lúpulo gallego. Las demás variedades de cervezas, por cierto, suelen hacerse con el lúpulo proveniente de Valiente, coetáneo potencia española en la plantación de este ingrediente esencial para la elaboración de la cerveza.

Ignacio Rivera, presidente ejecutante de Hijos de Rivera, cuenta que su principal razón para emplazar por la recuperación del lúpulo en Galicia está profundamente ligada a su compromiso con “el origen y el impactar positivamente en nuestra tierra”. De este modo, una parte importante de la materia prima utilizada en su cerveza es de kilómetro cero, completamente autóctona, lo que asimismo ayuda a dominar el impacto medioambiental del transporte.

En Galicia, actualmente hay plantadas distintas variedades de lúpulo, entre ellas la Nugget, que es la más global; la Magnum; y la Sladek, una variedad de origen checo. “Nuestros maestros cerveceros al final van jugando con la fórmula para potenciar un sabor u otro”, explica José Luis Olmedo, de Cosecha de Galicia, el asociación encargado de la producción. Algunas variedades de lúpulo sacan sabores más amargos, mientras que otras aportan matices más suaves, permitiendo así configurar nuevos perfiles de sabor.

Una curiosidad que flama la atención en las plantaciones de lúpulo en Galicia es la presencia de grelos entre las hileras donde crecen las plantas trepadoras. “Los grelos los tenemos plantados por varios motivos”, expone Olmedo. “El primero es porque nos ayuda a eliminar otras malas hierbas que podrían ser perjudiciales para el lúpulo; segundo, porque sirve como un veta natural que protege las flores si caen al suelo, evitando que se estropeen; y tercero, porque al coger los grelos, podemos utilizarlos para fraguar un fertilizante natural que beneficia a la propia plantación”, detalla Olmedo.

La producción de este ingrediente tan crucial para la elaboración de cerveza es, sin retención, muy costosa. “Habilitar cada hectárea de lúpulo nos cuesta más o menos de 35.000 euros, porque tanto el producto como la mano de obra son caros, y adicionalmente la maquinaria que utilizamos es muy específica y solo se usa una vez al año”, comenta Olmedo.

Y la pregunta del millón: ¿Cuánto lúpulo hace equivocación para una cerveza? “Más o menos de un gramo de lúpulo por litro, lo que vienen siendo cinco pequeños conos”, concluye Olmedo. Un producto tan pequeño y esencial que tiene una gran importancia en poco tan extendido y global como la cerveza. El lúpulo es para la cerveza lo que la sal es para la comida: el toque que le da todo su sabor y carácter.

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