tomar alcohol siendo solo un feto


La existencia mínima para comprar licor en nuestro país es 18 primaveras, por los riesgos que implica tomarlo anteriormente. Pero, ¿se imaginan consumirlo antaño de germinar, siendo un feto? Los niños que han pasado por esto y que sufren las consecuencias tienen el síndrome alcohólico fetal, incluso conocido como (SAF), un trastorno crónico: sin cura.

En Más Espejo investigamos varios casos, que comparten varias similitudes. Una de ellas es que la mayoría son adoptados, con procedencia de los países del este. Encima, el diagnosis es muy tardío porque los síntomas del SAT son parecidos a los de otras afecciones. Así lo atestigua la doctora Nuria Gómez: “No hay estigma asociado en este sentido. No todos los médicos estamos preparados para hacer este diagnosis y por eso se confunde a veces con TDH”.

Sin bloqueo, el pronóstico es mucho más formal en los sujetos con SAF que con otros trastornos ya que, según explica la doctora, “es la sustancia más dañina durante el explicación del feto, de ahí que sea más formal que consumir o cocaína o cannabis”. Los síntomas son unos cuantos. “El cerebelo está mucho menos desarrollado, eso hace que tengan problemas de control motor, del contrapeso, de la capacidad de atención… Pero todas las áreas del cerebro pueden estar dañadas”, y eso va a reconocer del periodo de la preñez en el que se beba. Vamos a conocer algunos casos.

La historia de Kirill

Kirill acaba de alcanzar la mayoría de existencia. Su superiora bebió mucho licor estando gestante, poco que “le ha hecho un daño en el cerebro”, cuenta su superiora de admisión. “Sus 18 primaveras están a primaveras luz de los 18 primaveras de un pequeño regular”. Kirill se expresa de forma diferente y le cuesta relacionarse. Encima, la dificultad de cuidarlo se agravó cuando murió su padre adoptivo, dice su superiora adoptiva, porque “el irreflexivo cada vez necesitaba más ayuda”.

La historia de Max

Max incluso tiene 18 primaveras. Y para él es complicado hacer conocidos y concentrarse en el colegio. “Saco malas notas. Mis capacidades son limitadas porque cuando estaba en la barriga de mi superiora, ella bebió licor, y ese licor me afectó a una parte del cerebro”, detalla el pequeño.

Y es que, al adoptarle, sus padres no tenían ni idea de que a Max le pasaba poco. “No sabíamos nadie del SAT, no sabíamos que le iba a advenir todo esto”, asegura su superiora. Luego, investigando, han descubierto que “casi todos los niños de Rusia venían con esta afección”. Y las consecuencias del SAF van más allá: “Amigos en el colegio que te van dejando de costado, fiestas de cumpleaños que no te invitan… Ellos mismos se desmoralizan, en todos los sitios los rechazan o se ríen de ellos”. Pero el padre de Max señala otro obstáculo: “El problema más egregio es el futuro. Nosotros incluso tenemos una hija biológica y al final le están dejando una carga. Es su hermano y no es una opción que pueda escoger”.

Un SAF muy formal

María tiene miedo de su propio hijo porque hay momentos en los que “reacciona con violencia“. Él es acogido doméstico. Nació con síndrome de dieta: licor, costo, mariguana… Todo lo que consumía su superiora biológica. Tras primaveras pensando que tenía TDA, a los 16 le detectaron SAT, en uno de sus grados más extremos. En su caso, los posesiones han sido devastadores. “Ha dejado los estudios, está en la calle, se deja manipular, la frustración no la tolera…”. Poco que manifiesta dando golpes, insultos y amenazas. Encima, “ha estado en una casa okupa, ha dormido con vagabundos… Horrible. Los padres sufrimos mucho”. Reconoce que el perfil de un pequeño como el suyo está perdido, ya que sigue consumiendo droga.

Por eso, esta superiora pica un mensaje: “Necesitamos ayuda de la establecimiento, que nos den medios para las familias que estamos desesperadas. Si no nos ayudan, mi hijo puede arruinar o en la gayola o muerto“. ¿Tienen algún tipo de responsabilidad los estados que dan a esos niños en admisión sin informar de lo que les pasa? ¿Se les puede denunciar?

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