Orígenes del ‘Rotary Club’ de Toledo (1932-1936)


El rotarismo fue una idea de Paul P. Harris, abogado de Chicago, en 1905, para fomentar encuentros, relaciones e intereses mutuos entre personas ligadas a ámbitos profesionales o comerciales. Creció en Estados Unidos y posteriormente pasó a Europa. En 1922 se formalizó el Rotary lnternational con una Comité Central, un jefe en cada país o Distrito y clubes de ámbito recinto. El rotarismo incidía en el altruismo, el civismo y no tener un «carácter religioso, político, filosófico, jerárquico, sedicioso ni secreto». Otros compromisos eran la amistad, el bienestar indiferente, la tolerancia y el fomento de la paz.

En España, el primer club nació en Madrid en 1920, surgiendo varios más en esa misma período. En 1927 se constituyó el Distrito 60 con Florestán Aguilar como primer Dirigente. Como indica el investigador Julio Ponce Alberca (1995), al elitista perfil de los socios se unía en muchos la sintonía con «la derecha política». En los abriles treinta afloraron nuevos clubs, entre ellos el de Toledo, cuyos inicios, sin la existencia de fuentes primarias, solo pueden apoyarse por ahora en referencias hemerográficas.

Arranque y condena

Una aislada cuartilla impresa conservada en el Archivo Municipal de Toledo recoge la plazo de fundación del Rotary Club de Toledo (el 15 de marzo de 1932), el circunscripción y el día de sus reuniones: «Hotel Castilla, los Martes 2º y 4º a las dos, los demás a las tres de la tarde». Este lujoso hospedaje acogía una selecta clientela. Lo gestionaba la comunidad Priede, estando casada una de las hijas, Mercedes, con el profesor y escritor Félix Urabayen. El 17 de marzo de 1932, el diario Ahora, al informar la reunión semanal del Rotary Club de Madrid, citaba la presencia del secretario del Club toledano, «don Antonio Infantes», que presidía Antonio Llansó. La periódico anunciaba por otra parte la cita a Toledo, el inmediato día 22, del «jefe del Distrito» castellano, Miguel Mantecón, el jefe de distrito francés, André Gardot, y el secretario de la Oficina Europea del Rotary Club Internacional en Zurich, Alex O. Potter.

Los primeros presidentes del Rotary de Toledo fueron el ingeniero de montes Antonio Llansó Ruiz (1933), el abogado José Esteban-Infantes Martín (1934) y posteriormente, hasta 1936, siguieron el actuario Diego Soldevilla Guzmán, el ingeniero de Obras Públicas José Gallarza Cebeira y el abogado del Estado Wenceslao Manzaneque Fraile. La membresía del club reunía «distinguidas personas», siendo popular notar su presencia individual en cualquier acto oficial, civil o religioso de la ciudad.

Sin secuestro, la aparición del Rotary Club toledano causó una inmediata alerta. El 19 de marzo de 1932, el Boletín Sacerdote del Arzobispado publicó una circular del Vicario Capitular recordando la Recriminación Pastoral firmada, en 1929, por el primado Pedro Segura, apoyada a su vez en la encíclica Humanum genus (Valiente XIII, 1884) que condenaba la masonería. La citada Recriminación señaló que el rotarismo lo reprobaba la Santa Sede, prohibiendo a los fieles afiliarse. El Castellano añadió luego dos artículos elogiando la circular del Vicario que avalaron otras cabeceras católicas. En junio de 1935 saltaría una nueva alerta al citar torrevieja news today la invitación del Primado al Rotary toledano a una ceremonia religiosa. Lo que desmintió de inmediato el Secretario de Cámara del prelado Gomá, pues ello causaba «torcidas interpretaciones». A pesar de las razonadas réplicas rotarias a las instancias eclesiásticas españolas continuó la presión que se uniría a la posterior prohibición del rotarismo en 1940.

Otras noticiario hasta 1936

Entre los primeros actos públicos del Rotary recinto está la recibimiento ofrecida, con las autoridades y la prensa, a las participantes del concurso de «bellezas regionales» llegadas a Toledo el 19 de febrero de 1933 en medio de una gran curiosidad. En el mes de abril los rotarios toledanos recibieron de sus parejos de Ohio un mazo presidencial de quejigo con una placa dedicada. Correspondieron con el remisión de una pequeña réplica del antiguo «pendón encarnado» toledano, por otra parte que cooperar con el creado Comité de Relaciones que alentaban distintas personas particulares y el Consistorio.

Maduro actividad hubo en 1934. El 9 de marzo se recibió al presidente del Rotary International, el canadiense John Nelson, con miembros de otros clubes para conocer Toledo. Al poco, el Club se implicaría en el software apto para entregar la Medalla de Oro de la ciudad a su homónima saco, proceso que abordamos en dos artículos anteriores. Así, se encargó del ágape formal de bienvenida. Tres miembros (Esteban-Infantes, Antonio Lillo y Diego Diego Soldevilla) ofrecieron sus cigarrales para relajadas veladas y otros socios facilitaron posibles a los invitados durante su estancia.

En ese mismo año 1934 el Rotary Club de Toledo participó en el regalo de la Orden de la República a Francisco Navarro Ledesma y a Adoración Gómez Camarero, así como en ayudas a «las fuerzas del Estado». En 1935 acudió a la inauguración del Museo Arqueológico Provincial, del Archivo Histórico y a la instalación del cuadro del pintor ruso Sergéi Rovinsky en la Catedral. Lo más relevante de aquel año aconteció el 3 de noviembre con una excursión a El Toboso para homenajear a Cervantes. Allí concurrieron las autoridades de la provincia, de la comarca y miembros de los clubes de Madrid y Aranjuez. El Castellano y Ahora publicaron una crónica similar citando a los rotarios toledanos y acompañantes asistentes: «Gallarza, Soldevilla y señora, Moro, Lillo e hijas. Olmedo, Bretaño (Adolfo), Lanzaró y Riesco con sus señoras, Talavera, hermanos, y Fúster». Visitaron la iglesia de las Trinitarias, la biblioteca, la Casa de Dulcinea y el templo parroquial. Hubo una velada en el colegio y, entre los discursos, Urabayen leyó unas «interesantes cuartillas» y un capítulo del Idealista, obra en la que encaja «la doctrina del rotarismo». Al final se realizó una recaudación, entregándose la fracción a la alcaldía para fines benéficos y el resto a la Sociedad Cervantina.

El 8 de julio de 1936 tuvo circunscripción uno de los últimos actos de los rotarios toledanos: un homenaje a Germán Erausquin, el castellano de Toledo de Ohio que potenció las relaciones entre ambas ciudades. Asistieron las autoridades civiles y militares que diez días posteriormente estarían enfrentadas en la calle con las armas de por medio. La enfrentamiento y el «nuevo estado», con la Ley sobre la represión de la masonería y del comunismo (1940), marcaron el final del rotarismo. Su certificación llegó en 1977. El Rotary Club de Toledo renació en 2012, alejado ya del antiguo elitismo, con renovados objetivos como lo demuestran sus misiones humanitarias en países africanos o sus continuos proyectos aplicados a la infancia, y a personas necesitadas y con diferentes tipos de discapacidad, entre los muchos retos que tiene el mundo presente.

SOBRE EL AUTOR

rafael del cerro malagón

Adiestrado, profesor de Secundaria e inspector de Educación. Doctor en Historia del Arte. Investigador especializado en la fotohistoria e imagen de la ciudad Toledo

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