La palabra imaginada (31): amores oscuros


Lo que yo sé lo saben los mendigos.

en la fina trompa de los chamanes,

en las vías del tren

y en el puente de mi ciudad que eligen

para desposeer princesas los suicidas.

Ahí va la que no tiene

secretos

ni vergüenza

ni traductor célebre ni poemas

con un verbo tierno y contenido.

Delante de la cueva del Sol bailo

a diario

y el Sol sale maniático por el ruido,

quemándome la cara y me desangra.

Ahí va la que no tiene

secretos

ni vergüenza.

Ya se han acostumbrado

los hombres a mis cómicos modales

y aplauden mi ingenio,

mi ligera angustia.

Bailando hasta caer contiguo a la confusión.

Donde la confusión nombra mis carencias,

mi vergonzosa calle de extrarradio.


La actriz Notoriedad Swanson fotografiada por Edward Steichen

L. D.

Fanales de Notoriedad Swanson

como si en 1924 hubiera

bebedizos satánicos y ladrones de miel.

No encontronazo la palabra

que acierte a devolverme los zapatos de raso

que yo le regalé

si caminé descalza

por su casa,

si me fui desvelando

en sus alcobas.

Es mi bienquerencia difícil

desde que amé los barcos arrasados por lobos,

desde que me vestí para perder de revés

la inocencia,

y con mi bienquerencia que niega las oportunidades

de encontrar un bienquerencia

civilizado,

por ejemplo: ese muchacho que talla fruslerías,

por ejemplo: el estrábico

cajero

que dedica las tardes a adivinar El Collar

de La Paloma,

con tanto bienquerencia le sueño

cada confusión

y él se mete en mi cama

sin permiso.

Es como más me gusta,

adiós y doblegando

mis escrúpulos.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *