La drástica solución de los camareros cuando los niños molestan en los bares: «Avisados estáis»


Cuando los niños causan molestias en un bar, las medidas posibles que adoptar no suelen suscitar consenso. Cada cual tiene su alternativa. Una de las más drásticas, aunque no se pueda tomar al pie de la romance, ha surgido del propio sector de la hostelería, como una severa advertencia: «Avisados estáis, luego no queremos malos rollos…»

El cartel difundido en redes, a fin de cuentas, recurre a un clásico en este sector para los morosos, aunque le encuentra otra utilidad diferente, como castigo hipotético para concienciar a los progenitores de que deben custodiar a su parentesco.

«¡Aviso! Todo aquel nene/a que esté en el bar sin supervisión paterna o materna, pasará a ser propiedad del bar y puesto a fregar platos», reza el mensaje.

Las reacciones a este post en X (ayer Twitter) del influencer valenciano Jesús Soriano abarcan desde la complicidad y el humor hasta incluso la defensa de la violencia en algún caso retirado.

«Debería de estar prohibido ir con niños/as a los bares, por lo menos hasta los 12 primaveras o 14, no es un sitio adecuado para ellos, si quieres ir a un bar y no tienes con quién dejar a tus hijos/as, te jodes y te quedas con ellos en casa, hay que ser más responsable», es una de las reflexiones más rigurosas.

En caudillo, se aplaude la ocurrencia con afirmaciones del tipo («me parece exacto») o («me encanta») y («prócer, este propietario»), por otra parte de emojis de risas, aunque hay quien le ve el banda siniestro: «Ya no les vale con explotar a los trabajadores, ahora van a por los niños…».

Con una excepción, fuera de tono. «Como padre, tengo derecho entonces -si le hacen eso a un niño- a saltarle los dientes a la directiva del almacén», advierte.

Más constructivo, otro navegante sugiere que «debería añadir que el padre o hermana que venga recogerlo acabará de fregar los platos que le queden al nene» y no faltan el sarcasmo de otro que pregunta «¿a partir de qué hora se pueden dejar a los niños» o la inverosímil afirmación de un tercero: «En Madrid hay uno que los vende a un circo».

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