mejores instalaciones, formación puntera e inserción laboral


Cuando termina su etapa en el instituto o en bachillerato, cada estudiante debe arriesgarse cuál será su ulterior paso. Y esa intrepidez la toma pensando no solo en continuar su formación, sino en consolidar una almohadilla profesional robusta, con el ojo puesto en su posterior entrada en el mundo gremial. Al nominar un curso, cuestiones como la facilidad para conciliar pesan cada vez más. Pero la meta más extendida sigue siendo dar con una modalidad que ofrezca buenas opciones de inserción en un trabajo. Frente a este dilema, la Formación Profesional (FP) se ha consolidado –y sigue haciéndolo– como opción confiable para cada vez más jóvenes. Este año, Galicia logró una sigla «histórica» de matriculaciones: 68.823 alumnos de ciclo, resultado de la «revolución silenciosa» de una enseñanza que evoluciona a la par que sus estudiantes.

Lo expresó así, esta semana, el conselleiro de Educación, Román Rodríguez, en su reconocimiento al IES Luís Seoane, en Pontevedra. Y precisamente, en conversación con torrevieja news today, Carlos García, el director de ese centro, confirma que el número de alumnos no ha dejado de incrementarse «desde 2015», igual que el de profesores. Y la tendencia sigue presente, según los últimos datos de su instituto: pasaron de 65 a 93 docentes y de 840 a 1.329 estudiantes de FP entre el curso pasado y el contemporáneo. Los ciclos con viejo demanda, en su caso, los encabeza Dependencia y finanzas (ciclo superior), el «buque insignia» del centro. Pero García cita otros con crecimiento, como Diligencia administrativa o Actividades comerciales (ciclos medios), o Comercio internacional (superior).

Como sucede con la mayoría de centros que imparten doctrina de FP, la demanda escora con destino a las especializaciones con viejo empleabilidad potencial. En líneas generales, la idea es que «quien termina [sus estudios], puede trabajar», afirma Víctor Varela, director del CIFP Someso (La Coruña). Su centro incluso registró un incremento de alumnos en los últimos cursos, hasta obtener el récord de 1.500, y este año se ha estabilizado. Explica que en la modalidad «de ordinario», por las mañanas, todas las plazas están asignadas, y que los ciclos más demandados fueron los de Carpintería y Mecánica.

Las perspectivas laborales de los estudiantes son buenas: aproximadamente, «el 82%» de los que cursan ciclos ordinarios consigue un trabajo tras sacarse FP, y buena parte se queda en la empresa en la que hace las prácticas, según la experiencia de Varela. Confirma que hay un aumento paulatino desde, por lo menos, hace seis primaveras, aunque las especialidades del centro siempre estuvieron «muy asentadas», por lo que la variedad no se vio tan afectada como en otros institutos que se centraron en ampliar su propuesta. Otros ciclos populares son los superiores de Proyectos de obra civil, Proyectos de edificación –con integración del software autonómico Retorna– o el medio de Construcción.

Del panorama incluso da fe Mónica Ramos, catedrática de ESO y responsable de formación y orientación gremial en el CIFP de Lugo, que este año imparte clases a 1.700 estudiantes. Lleva más de dos décadas en el equipo docente y ha sido testificador del aumento paulatino en las matriculaciones de alumnos –este año, en la provincia, de casi un 8%, el viejo de las cuatro gallegas–. Con su sección, el de formación y orientación gremial, trabaja todos los ciclos desde las últimas modificaciones en la legislatura. Las mismas que convierten todas las FPs a la modalidad dual –acertadamente en régimen universal o intensivo– e incorporan prácticas desde el primer curso, entre otras novedades.

A su ver, y en esto coinciden García y Varela, la utilidad verdadero de la Formación Profesional está «muy demostrada», y su posición en el imaginario colectivo tiene mucho que ver con una intensa campaña pública de dotación de medios y de alivio de instalaciones, con la incorporación del software Erasmus y con la vinculación con empresas a la hora de formar a los estudiantes; incluso mediante las ayudas a los centros y al alumnado que ofrece la Consellería. Los jóvenes salen «muy preparados», dice Ramos, y por otra parte «hacen cantera» a las universidades, que ofrecen mecanismos para convalidar créditos en almohadilla a su formación previa en ciclos.

Del tema incluso palabra Antonio Obelleiro, que este año se estrena como profesor del ciclo esencial –que, a nivel universitario, solo requiere favor cursado 3º de ESO– de Electricidad y Electrónica en el IES Pedro Floriani, en Redondela (Pontevedra). Trabaja con los grupos más jóvenes y percibe que, en universal, a lo que «aspiran» nadie más entrar es «a obtener una formación habilidad que les dé conocimiento de poco que les gusta y les sirva para realizar algún trabajo».

Dignificación de los estudios

Montse Vázquez, profesora en el CIFP de A Granxa, en Ponteareas (Pontevedra), incluso acumula primaveras de enseñanza. Actualmente da clases en los ciclos superiores de Diligencia forestal y Educación sobre control ambiental; y el medio de Plantación. En su experiencia, el incremento de estudiantes se percibe con claridad, pero «depende» de la rama. En Diligencia forestal, pone de ejemplo, «siempre» se completaron las plazas y hubo listas de paciencia porque se concibe como con «mucha salida» y muy «ligada» al sector, que actualmente exige una titulación coincidente para desempeñar un puesto de empleo.

En los otros dos ciclos formativos que imparte sucede lo contrario: cada año se reduce su demanda porque presentan menos panorama y, de hecho, señala que muchas veces, en Plantación, se acaba contratando a profesionales que carecen de titulación. Para cambiar la tendencia, considera que un buen paso sería certificar que contar con él fuese un requisito; una cuestión de la que incluso se beneficiarían otras especialidades.

Vázquez reconoce que, en su medida, se ha producido una «dignificación» en la concepción de las FPs con respecto a hace una o dos décadas. Y apunta que, en pleno apogeo de matriculaciones, este puede ser «un año de inflexión». En parte, porque teme que, con todos los añadidos a nivel organizativo docente, los profesores sufran una «sobrecarga» de trabajo. Y advierte una cuestión sobre el cambio a la FP dual, que incorpora un viejo número de horas a las prácticas: «No todas las empresas están preparadas» para tomar y formar a alumnos: «Necesitan personal dedicado» a esta tarea.

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