«Una película se parece mucho al caos ordenado»


El Ourense Film Festival (OUFF), el certamen de cine más antiguo de Galicia, acaba de conceder su Calpurnia de Honra de este año al director Rodrigo Cortés, en examen a su trayectoria. Gallego de arranque, Cortés es la mano que está tras filmes como ‘Buried’ (‘Enterrado’), ‘Love Rents a Room’ (‘El inclinación en su puesto’) o ‘Luces Rojas’. Y, el 31 de este mes, sumará a su obra una nueva película. ‘Escape’ sigue a su protagonista, N (Mario Casas), y su obsesión por entrar en la mazmorra como vía para renunciar a su disponible antojo, aislándose del mundo extranjero.

¿Hacía mucho que no volvías a tu tierra?

Estuve en Orense hace unos días, precisamente. Soy de una aldeíta del Ribeiro, de Pazos Ermos, del concello de Cenlle, y llevaba bastantes abriles sin reencontrarme con la lugar. No con Galicia, aquí vengo cada año y suelo venir con los libros, con las películas. Pero programé un alucinación con mi matriz, que le hacía ilusión que no perdiera más contacto de la cuenta. Ella viene con frecuencia, y yo tenía muchas ganas de retornar a la casa natural de mis abuelos.

Ha coincidido con tu encuentro para aceptar la Calpurnia de Honra. ¿Cómo te llega la notificación? ¿Cómo recibes el premio?

Entre contento y pasmado, porque un premio a la trayectoria lleva encerrado una especie de consejo de detener ya. Entonces dije: «Sois conscientes de que voy a seguir, ¿no? La trayectoria no ha arruinado». Y me dijeron «sí, es para honrar lo que has hecho hasta ahora». Así que recibo el cariño con cariño, y lo devuelvo en la misma medida. Y pienso seguir haciendo lo mismo.

Al premio lo impregna el misticismo de tu tierra originario, de la obra gallega, no sólo en el cine, todavía en la letras; ahí tenemos el realismo mágico. Lo oculto a simple perspectiva. ¿Encontramos ahí algún paralelismo con tus narrativas?

Yo creo que sí. Para nacer, no soy gallego por desnivel, sino por mandato materno. Ella vivía en Madrid, decidió que ser de Madrid era no ser de ninguna parte, y volvió a casa a dar a luz, que es una cosa muy gallega. Las gallegas están como cabras, en el mejor de los sentidos, como proporcionadamente sabrás. Una gallega vive en Copenhague, vuelve a casa, da a luz y regresa a Copenhague. Eso es lo que hizo mi matriz. Y más allá de las descanso que hacía en Pazos, de los veranos y las navidades, y del alcaldada de pretéritos perfectos del que traté de deshacerme antiguamente de la adolescencia, hay una cosa que está en la parentesco y que acaba en la prosa. Mis profesores de Habla en Salamanca me decían: «Tiene usted una especie de mala caseína lúcida». Y yo me he transmitido cuenta que esa era la definición de la retranca, y que eso me venía del flanco materno. Me venía de los Giráldez y me venía del Ribeiro. Así que creo que en mi prosa sí se escapa mucha de esa exuberancia que tanto he bebido, no sólo de mis experiencias personales, sino de Cunqueiro, por ejemplo.

No existe ningún manual de instrucciones para tu profesión, pero ¿sigues algún rumbo, alguna constante, o te guías más por tu compás interno para tomar decisiones?

Las dos cosas son ciertas. Una película no es buen contorno para la improvisación pura, no es un paramento. Y, de hecho, es un contorno muy complicado para la creación, porque se parece a pintar un cuadro en un incendio o en una montaña rusa. Está rodeado de condiciones que no son las idóneas para la creación. Con determinado gritando, que se va la luz del sol, que entra copia adentro de treinta minutos, o que el dueño de la circunscripción te echa en quince. Pero, aun así, aun con todo perfectamente planificado y preparado, como es obligatorio en el mundo del cine, me doy beneficio para que sucedan cosas. Para trabajar con los actores, propalar estímulos, poner trampas o producir juegos que hagan posibles cosas fuera del planisferio.

¿Se adapta la película al actor o el actor a la película?

El actor tiene que adaptarse a la película, todos tienen que hacerlo. La prioridad es la propia película, su novelística y su tono. Si no, las cosas se desequilibran. Y de alguna guisa dirigir es precisamente eso, marcar textualmente la dirección. Conseguir que la interpretación, el corte, el sonido, el arte, el vestuario y la música vayan en la misma dirección.

El orden sobre el caos.

Una película se parece mucho a un caos metódico. Y, de hecho, me gusta mucho su manejo. En ese sentido me siento proporcionado berlanguiano, me siento cómodo tratando de producir acordes, tratando de producir notas que se producen de forma simultánea y no consecutiva. Pero hay que ordenar el caos.

Parece que caos es el que tiene en su interior N. Un personaje desnortado, indescifrable, pero que de algún modo se entrevé de dónde emanan las cosas tan raras que hace.

Sí, es así. Y, de hecho, cuatro espectadores que vean la película se sentirían identificados con el personaje de formas diferentes. Sentirían cosas diferentes en él, pero conectadas con su propia vida. N es determinado que decide bajarse de la vida. Un ser roto, estropeado, que decide que no va a tomar una sola atrevimiento más. Todos nos vamos a conectar con esa idea, pero de formas muy distintas. Habrá quien diga: «Yo me he sentido así muchas veces, todavía quiero dejar de tomar decisiones». Otro dirá: «Yo ya me he opuesto familia y me he enfadado con ellos». Hay familia que tiene el egoísmo de querer que tú te responsabilices de sus decisiones y no las tomes. Cada uno reaccionará de formas muy distintas a lo que vea. Porque la película es una gran pregunta que no da respuestas. Pero cuando tú honras al propio personaje, sus contradicciones y ambivalencias y la fuerza paradójica de la propia historia, es cuando tienes una oportunidad de que todo eso resuene en su tiempo y de que vuelva a hacerlo adentro de 20 abriles. Mientras que, si tratas de hacer una imagen de tu tiempo y de dar una ciencia, probablemente te encuentres con que, primero, des una turra que nadie te ha pedido; y segundo, que en dos abriles eso no tenga ninguna vigencia.

Hablas de representar a un personaje con profundidad, que no sea plano.

Claro, efectivamente. Se negociación de encargarse sus contradicciones y de respetar al espectador, que entiende las suyas propias y que el mundo es un puesto complicado en el que muchas cosas son verdad a la vez.

Resulta muy difícil no paralelizar, a la inversa, con ‘Buried’. Lo que sucede en una película y en otra parece ser la búsqueda de dos contrarios: la facilidad y el toril.

Y cuando buscas el contrario te encuentras con lo mismo. En otro esparcimiento de paradojas, pero es verdad. ‘Buried’ es la historia de determinado que quiere salir de una caja y ‘Escape’ es la historia de determinado que quiere entrar en una y que lo dejen en paz. Lo que sucede es que, cuando sales de una caja, caes en otra. De forma casi fatal. Por eso los extremos se tocan. Su premisa es muy kafkiana y a la vez es muy antikafkiana. Es todavía una especie de reverso del proceso. En el proceso tenemos a un personaje aplastado por circunstancias que lo exceden y en ‘Escape’ las circunstancias son N. Él es el mecanismo que aplasta su entorno. Aplasta la burocracia porque cero vale para él. O sea, cero vale para controlarlo. Porque la mazmorra sirve muy proporcionadamente como amenaza en primera instancia y como castigo en segunda. Pero cuando tu objetivo es ir a la mazmorra, ¿con qué te castigan? ¿Con qué te controlan? ¿Con qué te amenazan? Por eso tiene enfrente a este magistrado, interpretado por [José] Sacristán, que dice: «Por encima de mi occiso. La mazmorra no es un hotel«. Las reglas no sirven para N y resulta absolutamente inmanipulable. Es contraintuitivo a todos los posesiones.

En el tráiler, que ya ha nacido, se nos adelanta que Escape no es muchas cosas. No es una película de acto, no es un musical, no es una comedia, no es un drama. ¿Te atreves a asegurar qué sí es Escape?

Todo eso. Yo mismo no sé especificar la película ni a qué tipo se adscribe. A menudo me preguntan: «¿Te ríes?» Y suelo contestar que mucho, pero siempre preocupado.

¿N se evade de poco que lo atormenta en el mundo extranjero, o hay poco más que le pueda aportar el toril?

Las razones están en la percepción de cada espectador, no voy a cerrarle esos caminos. Cuando ofreces poco que tiene vigésimo posibles explicaciones, si das una, matas diecinueve. Y lo conviertes en claro. N lo que quiere es no tomar una sola atrevimiento más. Quiere que le digan cuándo copular, cuándo levantarse, cuándo cepillarse los dientes, cuándo manducar, cuándo respirar y cuándo no. Quiere que le quiten de encima cuanto antiguamente su facilidad.

Parece un temor a su propio ego.

No lo sé, honestamente. Cuando yo trabajaba con Mario [Casas], por ejemplo, obviamente me llenaba de preguntas sobre las razones de esto y aquello. Y no se las contestaba. Renunciamos a adjetivos o a etiquetas, y más proporcionadamente le pedí que trabajáramos la verdad emocional de cada una de las secuencias. Porque los orígenes son inciertos. Se ofrecen varias posibilidades. Tal vez esté aplastado por la culpabilidad por poco que ha sucedido, de lo que se acento en la película, pero en otras circunstancias llega un personaje y le desmonta esa película. Tal vez sintamos que está tratando de huir de poco que él ha vivido, pero aparece otro personaje y todavía parece desmontar todo eso. Podemos pensar que tal vez tiene algún tipo de enfermedad mental o tal vez incluso tenga un Asperger diagnosticado. Pero vemos imágenes de su pasado y nos da la impresión de que no hay cero de eso, sin que nadie nos lo aclare siquiera. Así que corresponde al espectador hacer sus deberes. Es mi guisa de respetarlo y es lo que yo aprecio como espectador. Cuando veo ‘2001’, no quiero que me den un obra de instrucciones. Me voy a casa a hacer los deberes y no llego a ninguna posibilidad definitiva. Pero eso es lo que hace que lleve 40 abriles viéndola una y otra vez.

¿Se sequía con los abriles el manantial de las ideas?

Espero que no, la maquinaria sigue perfectamente engrasada. Es más, pienso lo menos posible en ese manantial. No lo cuestiono, no lo racionalizo y confío mucho en él. Porque, sin dudar, apretón ideas e imágenes por irracional que sea su origen. Si en una novelística hay quince ideas posibles para una obra completa y todas están en una sola página, no me preocupa. No me preocupa la dosificación. Porque tengo la impresión de que cada vez que haga virar la manivela seguirá saliendo poco. Veremos si es así o no, pero esa es mi confianza.

Si te fuese posible platicar contigo mismo cuando estabas empezando, o incluso antiguamente, cuando notaste que tenías el gusanillo del cine, ¿te darías algún consejo? ¿O dejarías pasar el disponible antojo?

No me daría ningún consejo porque sería inútil; no sirven. Porque el conocimiento, sea el que sea, es el resultado de la experiencia y la digestión. Y ese procesado lleva un tiempo y se convierte en conocimiento profundo. Pero ese conocimiento profundo es intransmisible. Por eso da igual lo que los abuelos digan a los padres y los padres a los hijos. Y la única forma en que un padre puede transmitir poco a un hijo es a través del ejemplo. Nunca a través de ninguna forma de consejo o ciencia. Tendría cosas que decirme, pero no me las diría porque no habría nadie al otro flanco que quisiera escuchar o que estuviera capacitado para entenderlo. Una parte consiste en equivocarte tú; todavía en hallar, pero sobre todo en equivocarte, en hacerte dueño de tus errores. Entonces los puedes convertir en otra cosa. Pero si determinado te salvara de ese error a través de un consejo, perderías esa ciencia.

Seguro que hay más de una cosa pero, ¿qué fue lo que te maravilló a ti del cine?

Pues la primera película que vi en un cine fue ‘Tarzán y su hijo’. Y aún más me fascinó un cartel del ‘King Kong’ de Shoedstack y Cooper que había en la entrada del cine. No sé qué me maravilló… Que se apagaran las luces, que te encerraran en un sitio y te obligaran a ver poco sin alternativas, con una reacción sincrónica con otras cuantas decenas de personas que compartían esa electricidad. Es una consejo a posteriori. Porque lo que te maravillaba en ese momento era Tarzán, el puro Tarzán. O E.T. Ver a un señor llegado de otro flanco con el dedo más espacioso de la cuenta. Todas esas emociones exacerbadas y fascinantes que no están en la vida pero que de alguna guisa la representan, las experimentabas. Querías ser ese párvulo y habitar en ese suburbio con esa velocípedo. Supongo que lo primero que te fascina es el entrada a la ficción en primera persona.

¿Y sigue vivo ese sentimiento?

Sigue vivo y lucho conscientemente contra el cinismo, porque me reminiscencia constantemente con nueve abriles y pienso: «Cuando yo tenía nueve abriles, todas las películas eran buenas». Yo nunca iba al cine para ver si me gustaba una película o no, o si las había mejores. No ibas con esa idea, ibas al cine, punto y fiesta. No había cero mejor en el mundo. No salías de ver ‘Jasón y los argonautas’ diciendo que le sobrasen vigésimo minutos, o que las habías trillado mejores, o que no representa la mitología griega de forma adecuada. Flipabas con el vellocino de oro. Todas las películas eran buenas, y algunas eran mejores porque, como pasaba con ‘Karate Kid’, salías del cine dando la ‘patada de la garzón’. Y eso es lo que trato de recapacitar cada vez, para no convertirme en ese cínico que es casi fatal.

Puede parecer que los tiempos actuales empujan a eso, a finalizar con esa fascinación, cuando se articulación la sobredosis de contenidos con una gran facilidad para alcanzar a ellos.

Y que nos hemos convertido en unos pesados, en unos listillos, porque se dan las condiciones perfectas para serlo. Cuando eres un párvulo, todo lo vives con asombro y agradecimiento. Y luego empiezas a querer ser el más ligero de la clase. Entonces ya no quieres ser el admirado, sino el que se ríe del admirado porque tú eso ya lo sabías, o ya lo habías trillado antiguamente. O lo viste venir y en el minuto siete ya sabías que Bruce Willis estaba muerto. Si eso lo llevas al contorno de las redes sociales, que es una especie de amplificador consumado y un caldo de cultivo exacto para esos sentimientos, tienes el contorno magnífico para el macro listillo, el listillo definitivo y supremo. En lo personal, trato de combatir constantemente mi listillo.

¿Hay una forma humilde de hacer cine?

Creo que, en todo caso, tiene que ver con el respeto alrededor de el sabido. Para nacer, no considerar que el sabido es poco, porque no es una quimera ni es un señor. La familia no es un objeto arrojadizo. Más proporcionadamente, se convierte con facilidad, cuando no te andas con ojo, en un objeto manoseable. El que hace una película de autor compleja y solipsista dirá que la familia está harta de ver tonterías una y otra vez y quiere pensar. Y el que haga una película de persecuciones de lanchas probablemente dirá que bastantes problemas tiene ya en el trabajo y en la vida como para que le añadas tus problemas en el cine. La familia lo que quiere es abstraerse. Al final es un objeto arrojadizo que no existe. Así que no sé si la familia es cinta o tonta. Probablemente todos somos un poco de entreambos. Lo que sí que creo es que hay que hacer como que somos listos. Si no, haces películas para tontos.

¿En torno a dónde irá ahora Rodrigo Cortés?

En torno a delante. Trato de no platicar de los proyectos por dos razones. Primero, porque se producirán o no lo harán. Y nadie quiere que le esté recordando constantemente la película que no hizo. Segundo, porque hace desidia tal cantidad de energía para conseguir uno de ellos que uno no quiere diseminarla. La concentra donde toca. Y tercero, porque creo que de los proyectos solo merece la pena platicar cuando dejan de serlo.

Pero podemos tener la tranquilidad de que el director no se quebranto del heroína, ¿verdad? Por muchos premios que le puedan caer.

No, el director va a seguir. Me he comprado crampones y piolet para remontar la próxima montaña.

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