“Esto hay que verlo para creerlo”


En el suburbio de las Flores de A Coruña, en la calle de los Tulipanes, vive una mujer de 89 primaveras que ha pasado casi siete primaveras enfrentando grandes dificultades. Reside en un edificio de hormigón pintoresco de la era franquista, diseñado por el arquitecto José Antonio Corrales. Este inmueble era originalmente de protección oficial, y muchos de los inquilinos compraron sus viviendas, pues se les ofreció hace primaveras la posibilidad. Sin confiscación, la casi nonagenaria María Luisa Lence decidió en su momento con su marido continuar alquilando, una disyuntiva que, con el tiempo, resultó ser crucial para su situación flagrante.

En ese momento, vivía con su marido, un constructor retirado, quien decidió no comprar el suelo porque, guiándose por su instinto y conocimiento del mercado, poco le parecía sospechoso. Con el paso del tiempo, comenzaron los problemas correcto a la filtración de agua desde la terraza comunitaria, lo que generó humedades y moho en el hogar de María Luisa, deteriorando tanto la casa como sus propios muebles. Su hijo, Manolo Ahechadura, cuenta con impotencia que el hogar de su mama está en un estado deplorable. “Esto hay que venir a verlo, no se puede explicar, hay que verlo para creerlo”, explica con resignación, haciendo hincapié en la trascendencia del problema.

Las reparaciones que nunca llegan

Al no activo comprado el suelo, María Luisa seguía siendo inquilina de la Xunta (al ser viviendas de protección oficial en su origen), por lo que en 2016 presentó reclamaciones para que se hicieran cargo de las reparaciones, aunque inicialmente recibió respuestas evasivas. Finalmente, en 2020, una sentencia sumarial obligó al Instituto Galego de Vivienda a restaurar el inmueble de la señora. Sin confiscación, las reparaciones revelaron que los daños requerían una intervención más amplia, y aunque se inició otro proceso y todo parecía seguir un buen cauce, la obra aún no se ha llevado a lado en estos momentos.

Desde entonces, las condiciones de vida de María Luisa han empeorado, especialmente porque las primeras reparaciones dejaron el techo más expuesto, agravando las filtraciones de agua. Su hijo destaca la delicada vitalidad de su mama, quien padece problemas respiratorios y cardíacos, mientras sigue viviendo en una casa infestada de moho que no hace más que poner en peligro su vitalidad. “Está operada de corazón”, cuenta, “y tiene chorros de agua en casa, eso no puede ser”. Y es que explica el hombre: “No es que tenga goteras o humedades, es que tiene ríos de agua por todas partes”.

Un problema que parece no tener un fin

El problema se ha extendido a otros vecinos y, aunque la Xunta asegura que las obras comenzarán pronto, la situación continúa deteriorándose rápidamente. “Da igual que sea la Xunta. Aquí hay un casero que se tiene que hacer responsable, se llame Pepe, María o Xunta”, explica Manolo. El agua sigue filtrándose en el edificio, afectando cada rincón del hogar de María Luisa y, con ello, a su propia vitalidad, lo que preocupa cada vez más a su tribu.

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