Le llevan la comida a su casa, pero no tienen para comer: la paradoja del ‘rider’


Anochece en el arrabal madrileño de Malasaña. Descuido media hora para que broa el comedor social de la Hermandad del Refugio, pero ya se van juntando decenas de personas a sus puertas. Esperan su cena diaria y quizá poco que les llegue hasta el desayuno de mañana. Entre los habituales de esta “trasero del escasez” apreciamos a dos jóvenes en bici y con una gran mochila sobre sus espaldas. Su trabajo diario es repartir comida a domicilio, pero aquí vienen a que se la den a ellos.

“El perfil más habitual es el de los riders”

Nos lo confirma uno de los trabajadores del comedor: el perfil más habitual de gentío con trabajo que pide comida es el de los repartidores: “hay gentío que no le llega. Una persona que cobre 700 euros al mes y pague de arrendamiento por una habitación 500 ó 600 mensuales, ¿Cómo vive?”. Lo constata Laura, una “rider” venezolana: “venimos a averiguar comida acá a la iglesia”. Tiene que designar entre enriquecer el arrendamiento de la habitación o manducar tres veces al día.

No vestir ni un euro en comida: “Necesito atesorar para reunir a mi clan”

Gerardo, igualmente venezolano, representa otro perfil. Tiene un trabajo con su salario mensual de 1.500 euros al mes como soldador y vive en un adoquinado con otras nueve personas por cuya habitación compartida paga 250. El resto, casi íntegro se lo envía a sus hijos. No gasta ni un euro en manducar: “Necesito atesorar para reunir a mi clan. Es mi deber. Trato de atesorar lo más posible que puedo”.

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Nos desplazamos a otro arrabal igualmente céntrico. De otro de estos comedores salen dos “riders”. Serafín nos atiende con prisa, porque tiene que repartir. Acaba de admitir su bolsa con la comida. Otro compañero que no quiere ser obligado nos confirma que viene a diario y que con sus 800 euros mensuales no le llega para manducar y enriquecer el arrendamiento. Trabaja sin documentación y asegura que igual que él, “somos muchísimos. Todo el que ves por ahí de rider prácticamente está en esto”. Como todos estos repartidores, va con prisa por si salta un pedido para padecer comida a algún domicilio. Antiguamente de retornar a contar en la bici nos apunta: “Tienes que inscribirte y hay una cinta de retraso de un mes”. No es cuestión de calar aquí y sentarse a manducar.

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