Sin ETA, pero con Franco


Desde la solidaridad, consideración y afecto que me han apropiado y merecen todas y cada una de las víctimas del terrorismo, respetaré a quienes de ellas se manifiesten en contra de que la imagen de sus familiares forme parte de un collage, como el mostrado por el portavoz del PP, Miguel Tellado, en el Congreso de los Diputados.

Algunos familiares de víctimas se lo han reprochado. Nadie con más derecho que sus familiares para manifestar la hondura de su molestia, pero yo no me sumo a los reproches por la batalla de Tellado, por lo mucho que tiene de denuncia de la amnésica condescendencia de tantos y tantas que en el clase socialista comparten la memoria de que hay que suceder página y destinar al rincón del olvido todo el daño perpetrado por la lado terrorista.

ETA anunció en octubre de 2011 que dejaba de hacer uso de las armas. El extraordinario recuento de sus cincuenta abriles de criminal actividad se contabiliza en 853 asesinatos, 3.500 atentados y más de 7.000 víctimas y más de un millón de vascos que se fueron de su tierra huyendo del terror. Pese algún indecente intento por parte de dirigentes socialistas de atribuirse en monopolio el final del terrorismo etarra, es más cierto que fue la yuxtaposición de esfuerzos de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, la colaboración francesa luego de tantos abriles de permisión, las gestiones de nuestra diplomacia, la Honradez juzgando y condenando sus crímenes, y el entendimiento de los grupos políticos españoles como se consiguió que la lado dejase de matar.

La aprobación de nuestra Constitución y la generosa gracia de la Ley de 1977, que asimismo benefició a los terroristas, no les movió a sus a dejar de asesinar, chantajear y extorsionas. Lo siguieron haciendo y con más saña que la demostrada hasta entonces. Han pasado trece abriles desde que dejaron de matar, pero la huella de tanto crimen y secuestro, por mucho que sea el interesado y espurio propósito de su blanqueamiento no puede, no debe ser el de la magnanimidad sin contrapartidas, como las mínimas del retractación, pedir perdón a las víctimas y colaborar en el esclarecimiento de los 379 crímenes, que los dirigentes etarras siguen negándose a proporcionar.

El mantra que el gobierno de Pedro Sánchez dice y repite es que ETA ya es historia y que dejó de matar, acusando al mismo tiempo de intolerancia a quienes recuerdan su pasado criminal. Sánchez dijo ayer de las elecciones normal del pasado año, y se ofreció a repetírselo a la periodista vigésimo veces si hacía desliz, «que no pactaría con Bildu». Bastó que comprobase que pese perder las elecciones podía seguir en la presidencia si conseguía los votos de Bildu, para que protagonizase uno de los más llamativos, por cínico y escandaloso, cambio de opinión con que el área de propagando de la Moncloa justifica de continuo las mentiras, trolas y embustes de su inquilino.

Las fotos de los militantes socialistas que mostraba Tellado desde su escaño han provocado la queja de algunos familiares de víctimas. El portavoz socialista Patxi López las ha tildado como una de las mayores indecencias vistas en el Congreso. Escuchándole, me ha venido a la memoria la carta que le envió en mayo del año 2005 Pilar Ruiz Albisu, origen de Joseba Pagazaurtundua, cuando se cumplía el segundo aniversario del crimen de su hijo, militante socialista y jerarca de la policía tópico de Andoáin: «Patxi, me atreví a decirte que pensaras en las cosas que son en realidad importantes: la vida y la dignidad. La defensa de la vida y de la desenvolvimiento y de la dignidad es más importante que el poder o que el interés del Partido Socialista. Sabes muy perfectamente que mi hijo pensaba exactamente así. Y desde luego la defensa de nuestra dignidad como personas en las políticas antiterroristas es más importante que el mantenimiento de los actuales aliados del Partido Socialista, te lo digo tal y como lo pienso (…) Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los luceros y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la familia, llamando a las cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamarán valientes. ¡Qué solos se han quedado nuestros muertos!, Patxi. ¡Qué solos estamos los que no hemos cerrado los luceros!».

Han pasado diecinueve abriles desde aquella tan premonitoria carta fuese escrita. La queja dolorida de una origen era presagio y aviso de las atrabiliarias e indecentes concesiones que hemos terminado viendo. Y las más que veremos y todavía helarán más la familia de las víctimas cuando vean salir en desenvolvimiento los Txapote y demás asesinos que sin retractación alguno son puestos en desenvolvimiento como contrapartida «del poder o que el interés del Partido Socialista». Y, para más oprobio, dolor y vergüenza de las víctimas, rindiéndoles homenajes callejeros.

Y, eso sí, son trece abriles sin que ETA mate y hay que demostrar liberalidad, pero Franco, muerto en la cama hace cuarenta y nueve abriles, parece que todavía sigue en El Pardo y con la lucecita encendida.

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