La historia nos alerta de los graves riesgos de la polarización


El Teatro Campoamor de Oviedo vuelve a ser sede de la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias en la 44 publicación. La ceremonia está presidida por los Reyes don Felipe VI y doña Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía.

Felipe VI, en su discurso, ha aseverado que “la historia nos alerta de los graves riesgos de la polarización, de la falta del otro por sus convicciones o creencias”. Ha celebrado “emocionado” que sea Leonor quien se encargue de elogiar a los galardonados. Frente a la vistazo de todos los premiados en estos Princesa de Asturias 2024, el Rey ha comenzado su discurso hablando sobre su primera ceremonia.

Durante su discurso, el monarca ha querido poner en valencia el “concepto” de la “persona a través del apego, la belleza, la entrega, el compromiso, la compasión, la búsqueda de los límites del memorizar o la defensa de las libertades”.

Asimismo, ha hablado sobre lugares del mundo “asolados por conflictos abiertos y violaciones sistemáticas de los derechos humanos”. Ha querido mencionar conflictos como la pleito en Ucrania o la situación coetáneo en Oriente Próximo. Ha tenido palabras para mencionar la “desigualdad, preocupación o injusticia, o en cualquier discurso condicionado por el miedo o basado en la indiferencia o la radicalidad”.

El discurso íntegro de Felipe VI en los Premios Princesa de Asturias 2024

José Hierro, María Zambrano, Román Perpiñá Grau, Jesús López Cobos, José López Portillo y Alberto Sols García, fueron los primeros premios Príncipe de Asturias y aquella fue mi 1ª ceremonia de entrega.

En aquel momento yo tenía 13 primaveras y, durante los 43 que han transcurrido desde entonces, he conocido a hombres y mujeres admirables de lugares cercanos y lejanos, con magníficas trayectorias y logros increíbles, individuales o colectivos y de un impacto enorme para el progreso de nuestras sociedades.

A lo dilatado de estas más de cuatro décadas -los últimos 20 primaveras pegado a la Reina y y más recientemente con la Princesa Leonor y la Infanta Sofía-, he tenido el honor y la responsabilidad de elogiar a los galardonados en esta ceremonia. Por eso, permítanme que comparta con ustedes un pensamiento íntimo: Entenderán que les diga que veo con emoción -de Rey y de padre-, que Leonor, como Presidenta de Honor que es de la Fundación, se encargue de hacerlo a partir de ahora, como acabamos de ver hace un instante.

Para mí ha sido un grandísimo privilegio y todo un estudios continuo, emocionante y gratificante. Imaginen lo que ha supuesto conocer de una forma tan próxima a personas tan extraordinarias, como nuestros premiados, de apreciar que he crecido (en todos los sentidos) recibiendo cada año la explorador y ejemplo de sus vidas y obras. Y que, para ti, Leonor -junto a tu hermana- lo está siendo ya. Veréis como cada año lo será aún más.

Con el paso del tiempo mirarás -miraréis- en torno a ediciones pasadas y recordaréis (como todos nosotros) con correspondencia y cariño estas vivencias asturianas: las palabras, los gestos y las emociones con los que nuestros premiados jalonan esa pequeña gran historia de nuestra Fundación, desde Oviedo y Asturias, para toda España, transmitiéndonos su gran cuota a la humanidad.

Señoras y señores. En cada publicación, esta ceremonia es un fiel reflexiva del objetivo de la Fundación, de su voluntad -de nuestra voluntad- de investigar a aquellas personas e instituciones cuyos trabajos tienen la capacidad de aguantar el progreso y la esperanza a tantas vidas y comunidades.

Felicito a nuestros premiados de este año: vuestros nombres todavía pasarán con perfección a nuestra memoria colectiva. Vuestra amplitud se mide por el impacto tan positivo que tenéis en la sociedad; y ahí están vuestras obras para demostrarlo. Gracias por compartir vuestra pasión y compromiso con todos nosotros.

Si tuviéramos que escoger un denominador global entre vosotros, una síntesis de todos vuestros méritos o incluso la razón primera y última de vuestras obras, lo condensaríamos en una sola idea o concepto: la persona.

Todos nos habláis, de forma más explícita o más sutil, de alguna de las facetas que hacen descollar ese concepto, necesariamente poliédrico: La persona a través del apego, la belleza, la entrega, el compromiso, la compasión, la búsqueda de los límites del memorizar o la defensa de las libertades. Nos ponéis delante, en definitiva, de aquello que nos engrandece y nos ayuda a realizarnos.

En este mundo ‘globalizado’ de grandes magnitudes y oportunidades, entre avances tecnológicos inimaginables, la deshumanización es un peligro lógico. Vosotros, los premiados, nos recordáis con vuestro ejemplo que, en el centro de cualquier discurso, entusiasmo o osadía, ya sea en el ámbito crematístico, social, político o primoroso, debe seguir estando -siempre y de forma ineludible- la persona.

La historia nos alerta de las graves consecuencias de apartarse de ese camino. Como nos alerta de los graves riesgos de la ‘polarización’, de la falta del otro por sus convicciones o creencias; porque piensa, reza o vota dispar.

Dice una de nuestras grandes pensadoras, Adela Cortina, que “el peor castigo que puede infligirse es la condena a la invisibilidad, a ignorar la existencia del otro, el rechazo y el desprecio”. Lo estamos viendo estos días, con las imágenes atroces -de homicidio y desolación- que nos llegan desde Oriente Próximo, de Ucrania, de África y de otros lugares del mundo asolados por conflictos abiertos y violaciones sistemáticas de los derechos humanos que nos obligan a una emplazamiento incesante a la contención y a la humanidad. Además a la denuncia y a hacer lo posible para que la Paz y la Seguridad vuelvan a ser compatibles, complementarias y conducentes a la convivencia o al menos a la coexistencia.

Pero lo vemos todavía en ámbitos más cercanos y cotidianos: en cualquier desigualdad, preocupación o injusticia, o en cualquier discurso condicionado por el miedo o basado en la indiferencia o la radicalidad. Es, por ello, obligación de las instituciones, pero todavía de la sociedad civil, (de los ciudadanos), batallar contra todo aquello que se separe, siquiera un extremo, de ese respeto integral que debemos a la persona, a cualquier persona, a la dignidad de cualquier ser humano; contra todo lo que se separe de la voluntad y el compromiso de seguir construyendo sociedades capaces de convivir, dialogar y trabajar por el proporcionadamente global.

Defender la dignidad de la persona significa todavía proteger y fomentar el régimen de Derechos y Libertades que la garantiza, y que fundamenta nuestra Democracia. Y, en el ámbito foráneo, implica alentar la edificación de Tratados e instituciones que sustenta a la Comunidad Internacional. El multilateralismo y la cooperación, sin duda, son nuestras mejores herramientas para afrontar los desafíos globales de nuestro tiempo.

Señoras y señores,

Esa lucha incesante por la dignidad de los demás es, en definitiva, el longevo sustento de la nuestra. Lo dejó proporcionadamente escrito Henry David Thoreau, «todo hombre tiene como tarea hacer su vida digna, hasta en sus menores detalles» y es, ciertamente, una tarea estimable y digna la de mostrar, investigar y celebrar el potencial de todo ser humano. Por eso hoy, en esta ceremonia, estamos aquí para celebrar el vuestro: el mérito que se encierra en cada uno de vosotros, en vuestra vida y en vuestra obra.

Muchas gracias.

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