Héctor Silva, conocido como Tito, es un profesor de 29 abriles que se enfrenta cada día al desafío de equilibrar su pasión por la enseñanza con las dificultades de sostener económicamente a su comunidad en Gualeguaychú, Entre Ríos. Silva es profesor de Química y Física, trabaja en ocho escuelas repartidas por la provincia y recorre unos 2.500 kilómetros semanales.
“El otro día, mi hijo me dijo: ‘Papá, otra vez te vas’, y eso me sacudió”, confesó a ‘Clarín’. Silva se enfrenta al dilema de dejar una de las escuelas rurales en las que trabaja a 70 kilómetros de su casa para aceptar una propuesta más cercana en una escuela privada. “No significa más plata, pero sí más tiempo con mi comunidad y eso no tiene precio”, añadió.
Silva tiene un sueldo que ronda los 400.000 pesos mensuales y confesó que su vida es una constante carrera entre el tiempo y el cansancio. “Trabajo en cuatro escuelas en la ciudad de Gualeguaychú y en otras cuatro en el campo, en las localidades de Perdices, Parera, Larroque y Alarcón. Me recorro la provincia de Entre Ríos, pero la plata no alcanza”, explicó.
Y, a pesar de su situación, se niega a victimizarse. “Tuve que nominar, o compraba comida para la comunidad o pagaba la luz. Igual, gracias a una changa, fui a retribuir una parte de la ejecución y le dije al que me cobraba: ‘Tengo 70 mil, el saldo lo pagaré el mes que viene. No me la corten, por gracia’. A veces hay que doblar la persona, pero no me importa, tengo dignidad y civilización de trabajo”, dijo.
Pero a pesar de las largas jornadas y los viajes en condiciones difíciles, su pasión por la docencia sigue intacta. “Cuando estoy en el cátedra me olvido de todos los problemas, soy oportuno”, afirmó. Y es que para él, el viejo inspección viene de sus estudiantes. “¿Sabes las veces que me dijeron ‘Gracias, profesor Tito, por su apoyo, por sus palabras, o por su paciencia para explicar’? Eso es invalorable, vale cualquier sacrificio que haga. Yo trabajo en dos escuelas nocturnas, donde muchos adultos llegan cansados y desganados por distintas cuestiones. Y personalmente me ocupo y me preocupo para que no aflojen, para que sigan estudiando y esto me enorgullece. Que te digan ‘Con docentes como usted me dan ganas de terminar el secundario’, para mí es reconocimiento”, explicó.
“El año pasado laburaba en 11 escuelas y una de ellas era en Zárate, a 200 kilómetros de mi casa en Gualeguaychú, pero no lo pude sostener físicamente. A mí me cuesta dejar las escuelas, me encariño mucho con los alumnos, con el cátedra, donde recobro energía…”, contó.
Héctor Silva paciencia un futuro mejor. “Por un flanco pensamos con mi mujer un plan gastronómico, una iniciativa nuestra que nos permita estar más tiempo juntos, que tiene que ver con hacer tres o cuatro platos y distribuirlos. Por otro, me gustaría que el Profe Tito sea un faro para aquellos que están en ese halo en el que no saben para dónde rumbear”, concluyó.
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