La Xunta de Galicia ha venido a explicar a Ourense que ha implantado una medida que permite reconvertir bajos comerciales en desuso en espacios habitables. Hay más de 1.500 en esta situación en la ciudad, lo que abriría la puerta a la explotación. Pero En Ourense siempre hay una piedra en el zapato.
Es, en este caso, una planificación obsoleta que no permite este tipo de operaciones, por lo que las plantas bajas seguirán abandonadas y los solicitantes de una vivienda no tendrán la oferta que desean.
La ciudad se rige por un plan urbanístico de 1986 porque los actuales gobernantes tampoco son capaces de aprobar uno nuevo, que duerme el sueño de los justos en algún cajón municipal. Este es sólo uno de los problemas que sufre la ciudad por no tener un diseño de presente y de futuro, pero basta de quejarnos.
Lo importante es que el Ayuntamiento anunció a bombo y platillo que habrá más dinero para fiestas y festivales. No todo iba a ser malo.