La gestión del monte comunal es del medievo



Él Conflicto existente entre las empresas de pizarra Samaca e Irosapor los terrenos que ocupan sus almacenes, y que ha desembocado en una orden de desalojo aún por resolver, ha puesto en primer plano la forma de gestión del bosque a través de la “mano común”, ya que El enfrentamiento entre estas dos empresas continúa, en este caso, con la Comunidad de Montes de Portela-O Trigal, en Carballeda de ValdeorrasAhora, un estudio científico corrobora que esta gestión del bosque, a través de una organización comunal, es una forma de proceder que viene desde la Edad Media. En esta ocasión, otra comunidad montañosa vecina, Casayo-Lardeira, ha sido protagonista de un estudio de investigación, publicado en la revista científica “Historia Agraria”, que llega a una conclusión “extensible a toda la zona”. .

Por lo que dice, luego de cinco años trabajando en el sitio, el investigador principal del estudio, Carlos Tejerizo, de Sputnik Labrego.y afirma que tanto “en términos arqueológicos como documentales, la evidencia es bastante fuerte y nos lleva a que en ese momento ya existían algunos territorios en la zona de Casayo y Casoyo que requerían una institución para su manejo, algo que podemos generalizar a todo el territorio, como forma de proceder en la zona”.

Según cuenta, la hipótesis se basó en la documentación escrita consultada y fue corroborada con las excavaciones realizadas este año en la antigua ermita de San Gil de Casayo. Trabajando en ello, “Acabamos de tener un contexto de ese momento, de los siglos XI-XII, que podemos vincular, porque ya tenemos la datación., a una ocupación anterior que encaja muy bien con lo que vemos en la documentación escrita”, explicó Tejerizo. En esta documentación hemos visto “muchos movimientos de intercambio de tierras, donaciones, etc., a partir del siglo X, algo muy común en esta época”.

Pero además, al margen de este movimiento de transacciones detectado, “tenemos un documento que habla de un consejo, de un órgano de reunión y de decisión tanto en Casayo como en Casoyo”, ha apuntado. “Este tipo de organización de ayuntamientos, con el manejo del territorio en términos comunales, es algo muy relacionado en otros estudios del altiplano”, dijo Tejerizo y concluyó que “Sería extraño que existiera una institución de este tipo si no existiera un tipo de gestión muy similar a lo que ya entendemos como comunal, que es como la conoceríamos hoy”.

La financiación para llevar a cabo esta investigación provino de un proyecto europeo adjudicado a Carlos Tejerizo. Una beca Mari Curie financiada por la Comisión Europea y dos años en la Universidad de Génova dieron a esta investigadora la oportunidad de estudiar la larga duración de estos espacios en Casayo y Lardeira. Además, “hay que tener en cuenta el apoyo logístico, que es casi tan importante como el financiamiento en el contexto donde investigamos; “La Comunidad de Montes de Casayo y Lardeira nos ha brindado apoyo local en el lugar para poder llegar a los sitios, porque nadie mejor que ellos conoce el territorio”.

Y para Tejerizo como para el resto de miembros del equipo, Lara Barros y Gonzalo J. Escudero, “vincular nuestra investigación a los intereses de las comunidades locales” es una máxima, porque de lo contrario no tendría sentido. El lugar en el que investigamos “es un espacio simbólico para las personas, por la importancia social y espiritual que tiene, por lo que nuestro trabajo tiene que adaptarse a lo que a su gente le interesa saber”. Este territorio es un tesoro para Tejerizo porque si bien ya hubo muchos trabajos realizados por otros historiadores y científicos locales como Isidro García Tato“nadie había ido sistemáticamente año tras año, no se le había dado la importancia de tener, en un mismo lugar, una concentración tan grande de diferentes períodos de la historia”

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