El foso de los monos, remozado para la memoria sentimental del Parque del Retiro


Hubo un tiempo, no hace mucho, en que el Retiro era un escaparate del mundo y sus maravillas. Antes y después de que el Ayuntamiento de Madrid asumiera la propiedad en 1868. En la planta, en el animal, en los caprichos de Fernando VII. El jardín era esa selva controlada, donde los madrileños, además de relajarse, quedaban atónitos cuando en la Casa de las Fieras y sus alrededores, la fauna de África y del mundo estaba casi a su alcance. Hay que acudir a los vecinos más veteranos que recordarán la fosa de los monos, un hueco en el que los nuevos usuarios del parque tienen que imaginar que allí había babuinos, y que los niños tiraban caramelos, cacahuetes, que los simios agradecían con un chillido. eso le dio un tono salvaje al parque.

El foso ha continuado como recordatorio de dónde estuvo el Retiro. Y así seguirá siendo. Entre el futuro y la memoria. Ahora ha sido rehabilitado por el Ayuntamiento de Madrid con la voluntad de hacer un paseo en el tiempo, que es también un paseo por la propia historia de la ciudad. Las obras de remodelación han durado casi mes y medio, con una inversión de 148.575 euros, según el consistorio, para poner en valor “este espacio emblemático e histórico de la ciudad en un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco”.

Antes de que nadie hubiera pensado que El Retiro iba a formar parte de la lista de maravillas del mundo, incluso mucho antes de que existiera la UNESCO, en 1830, cuando la “década ominosa” de Fernando VII, el catálogo de animales se trasladó a la zona actual. del parque. Si la Casa de las Fieras se transformó en biblioteca, el foso seguía ahí, expuesto a la intemperie y vacío desde que en 1972 las criaturas del parque fueron llevadas al zoológico de Casa de Campo.

Los trabajos de restauración se han llevado a cabo con una “intervención integral”. Como era de esperar, el óxido, es decir, la huella más visible del tiempo y de los propios elementos, se había apoderado del espacio. En el caso de los suelos se han utilizado los materiales originales, utilizando revestimientos de cal y mallas de fibra de vidrio. Y en las paredes se ha fijado una pintura que permite la transpiración para que no se condense la humedad, tan perjudicial para los cuadros. Además, y con ese mismo espíritu de restauración, se han renovado tanto los carteles como las pinturas. Igual que los forjados. Básicamente, hemos intentado recuperar un espacio que explique una parte de Madrid que se sorprendió no sólo por el bullicio de los babuinos, sino también cuando El Retiro tenía algo que iba más allá de lo zoológico y era más bien un circo popular.

En palabras del delegado de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid, Borja Carabante, que este lunes ha confirmado el fruto de los trabajos, todo se debe a la “recuperación de espacios emblemáticos” como la “reciente restauración de la Montaña de los Gatos». En esencia, que el Retiro es «un pulmón verde, pero también un pulmón cultural, educativo y protector» de un «patrimonio» de un pasado y de una ciudad.

Y hay espacios desconocidos en el Retiro, y cuando se conocen, cuando se recomponen, ayudan a tener una visión de un espacio cotidiano no sólo abierto al sol y al paseo. También nostalgia. Está la fosa de los monos, cuyo interior, previa cita, se puede visitar en grupos. Continúan las siluetas de los monos, el árbol donde hacían lo que hace su especie, las ruedas para hacer equilibrio y algunas rocas. Y algunos recordarán un salto y posterior huida similar a un simio.

Un testimonio de cuando el centro de la ciudad abrazaba la jungla en un foso que, si se usa la imaginación, puede evocar al más cinéfilo la escena de Mowgli y el Rey Louie en la particularísima versión que Walt Disney hizo de ‘El Libro’. de la jungla’, de Rudyard Kypling. Un nuevo, pero viejo, punto de encuentro. Como tantos lugares de la ciudad.

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