Placas para conmemorar a los indigentes que murieron en las calles de Barcelona


Rosario Endrina Dormí en un cajero automático en la zona alta de Barcelona cuando tres jóvenes la mataron. En la madrugada del 16 de diciembre de 2005 la rociaron con solvente y le prendieron fuego. Dos de ellos la habían increpado esa misma tarde. Luego fue a cenar con unos amigos y, horas después, regresó a la oficina de su banco para atacarla. Murió días después en un hospital, debido a la gravedad de las quemaduras. Un crimen que visibilizó la aporofobia, odio contra los pobres, aunque no estuvo incluido en el Código Penal hasta hace dos años.

Precisamente, dos son los años que Sara, Oriol e Isa tenían cuando asesinaron a Rosario, pero este lunes, junto a su maestra Marta, se acordaron de ella. Todos estudian el grado de Integración social en eso CEIR Villarroel y dedicaron la tarde a recorrer el barrio de Sant Antoni para colocar placas con los nombres de algunas de las personas sin hogar que fallecieron en sus calles. Lo que más sorprende a Sara e Isa es la corta esperanza de vida -un cuarto de siglo menos que el resto de Barcelona- de quienes duermen en la calle. Unos 57 años para ellos, y 44 para las mujeres. “Mis padres tienen ahora 50 años”, explica este último. “Es como si sólo me quedaran 30 de vida”, calcula, señalando que, hasta ahora, era una posibilidad que no había considerado.

Placa en memoria de David, fallecido la Nochebuena de 2017 en las calles de Barcelona

ADRIAN QUIROGA

Ni el de quédate en la calle. “A veces tenemos la impresión de que son parados con adicciones, pero hasta que no escuchas sus historias no entiendes que a ti también te puede pasar”, dice Oriol, tras conocer la historia de un hombre que, tras una disputa familiar, perdió su trabajo. control sobre su empresa, lo que le reportó importantes beneficios. Terminó sin ingresos, sin red de seguridad y sin techo donde refugiarse. Cuando lo conoció, llevaba una década sin hogar.

Él estereotipo es el de “un hombre de mediana edad con un cartón de vino“A veces las adicciones vienen por estar en la calle y no al revés”, añade. El recorrido de estas futuras trabajadoras sociales viene de la mano de la Fundación Arrels, que desde 1987 atiende a personas sin hogar en la capital catalana. Según sus cifras, han sido 496 han muerto en los últimos ocho años. Ocho de cada diez eran hombres. “A veces nos olvidamos de que también hay mujeres, y que su situación es mucho más complicada”, apunta la docente. Según datos de la entidad, el 46 por ciento de las personas que viven mal en las calles de Barcelona declaran haber sufrido alguna agresión física o verbal. En su caso, también sexual. Su vulnerabilidad es aún mayor.

Entre las vidas que recuerdan platos, una realidad para algunos todavía “invisibles” -en palabras de Sara- la de Jerónimo S., fallecido en marzo de 2021, cuando tenía 55 años, tres después de comenzar a ser atendido por la fundación. Apasionado del cine y el cómic. Un “amante de la vida”, a pesar de no haber tenido una infancia fácil. También el de David P., que dormía junto a un aparcamiento abierto las 24 horas (las cámaras de seguridad pueden salvarles de una agresión), y que Murió en Nochebuena de 2017..

Según datos de Arrels, el 46 por ciento de las personas que viven mal en las calles de Barcelona declara haber sufrido alguna agresión física o verbal.

“Pero en Barcelona no hace tanto frío”, razonó uno de los estudiantes, sobre las causas de las muertes. Muchos de ellos apuntan desde Arriles, se deben a la falta de atención y cuidado de padecimientos crónicos, como la diabetes. En ocasiones, al no estar empadronados, carecían de tarjeta sanitaria. “¿Y el médico no puede tratarlos?” El estudiante reaccionó. “Sólo en caso de emergencia”, fue la respuesta. Cuando las temperaturas son especialmente bajas, el el ayuntamiento de barcelona permite cientos de lugares en albergues, la llamada operación fría, pero muchas personas sin hogar se niegan a ir. La razón son las demandas. Horarios fijos de entrada y salida, prohibición de mascotas y tolerancia cero con las adicciones. Fijan unas normas, explica la entidad, a las que una persona sin hogar no puede adaptarse de la noche a la mañana. “Para dormir dos días a cubierto no van a abandonar a su perro, por ejemplo, que es su compañero el resto de la noche del año”.

Algunas de las muertes fueron violentas. Fue el caso de Asad, que fue apuñalado en abril de 2022 en el cajero automático donde vivía mal, en el barrio de Horta. Un hombre de 40 años, aunque pasar una década al aire libre había deteriorado su aspecto. Sus vecinos siempre lo veían con un cartón de vino y con los auriculares puestos para escuchar música, por eso no paraba de bailar. Un hombre pacífico, al que ayudaron en todo lo que pudieron. «Estar en la calle significa correr ese riesgo. Se producen peleas y ataques. Algo que dentro de casa no pasaría”, lamentó entonces Ferran Busquets, presidente de Arrels.

Son, al menos, 1.200 personas duermen a la intemperie en Barcelona. Sólo en los últimos 12 meses han muerto 65 personas. Uno cada dos semanas. Tres de cada diez también murieron en la calle.

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