No abracen las secuoyas, la recomendación ante los abusos que ponen en riesgo a los árboles


Dicen que hay amores que matan. Ese puede ser el caso de Magnífico bosque de secuoyas en Cabezón de Sal (Cantabria). Por aquí pasan 200.000 visitantes al año. Muchos de ellos no se conforman con simplemente abrazar a estos gigantescos árboles, sino que toman la corteza, poniendo en riesgo la salud de estos magníficos ejemplares.

La historia de este bosque único en Europa se remonta a los años 40 cuando se decidió plantar experimentalmente en Cantabria unos 850 ejemplares de Secuoyas, árboles clásicos de California, con una altura media de 40 metros y un perímetro medio de los troncos de 2 metros. Hace doce años, el parque se convirtió en una atracción turística de tanto éxito que empezó a amenazar su supervivencia.

“La gente quiere tocarlas, sentirlas, abrazarlas”, afirma un turista chileno, fascinado por la magnífica presencia de las secuoyas.

Abrazar un árbol puede ser un gesto desestresante y son muchos los que acuden al bosque de Cabezón con la intención de abrazar los árboles, por el estrés y porque queda muy bien en las redes sociales, tendencia que a algunos no les gusta. pueden escapar. “Son preciosos”, dice emocionada una joven que ha pasado buena parte de su visita haciéndose fotografías con estos gigantes. “Esto es espectacular, es como reconciliarnos con la naturaleza”, confiesa una entusiasta excursionista mientras sus compañeros de viaje no dudan en rodear y abrazar los árboles a pesar de las recomendaciones de las autoridades del parque de no tocar en exceso a estos ejemplares.

Los responsables tomarán medidas

Los responsables del parque quieren empezar a poner medidas. “El número medio de visitantes es de unos 200.000 al año, y Hemos tenido hasta 5.000 en un solo día”, reconoce Oscar López, alcalde de Cabezón de la Sal. “Corremos el riesgo de morir de éxito”, añade Sara Escalante, responsable de la oficina de turismo.

Los excesos de visitantes hacen que las raíces empiecen a emerger o que muchos de los árboles pierdan parte de su corteza. “La corteza es la piel de los árboles, los protege del frío o de la lluvia” explica el guía, mientras muestra cómo los gigantes comienzan a deshilacharse desde la parte inferior del tronco.

Entre las medidas a tomar, más allá de la lógica de evitar el abuso de los abrazos y menos aún de quitar los ladridos, Pasan por poner límites de aforo. “Estamos considerando – afirma el alcalde – empezar a cobrar la entrada al parque, hasta ahora gratuita, o fijar un cupo diario de visitas”.

Abrazar un árbol, más que un gesto de amor, puede ser un beso de Judas porque el exceso de cariño puede poner en riesgo la vida de ejemplares que, sin tanto cariño, pueden vivir hasta 3.000 años.

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