Una llamada a la solidaridad, la reivindicación de la memoria histórica y un puzle vital para cerrar la programación


Las últimas propuestas de la sección oficial de la 68 Semana Internacional de Cine de Valladolid han visto ‘la luz’ este viernes en Valladolid antes de que este sábado se anuncien las películas premiadas. Los dos que aspiran a una de las ‘orejas’ son ‘El viejo roble’la última película de uno de los cineastas más queridos del festival, Ken Loach, y ‘La Torre Sin Sombras’, del director chino Zhang Lu. Los semanistas recibieron al veterano británico con una cálida ovación por su nuevo relato de llamada a la lucha y contra la dimisión, pero lo que recibió fue aún mayor. ‘El maestro que prometió el mar’de Patricia Font, que participó fuera de concurso con la historia del maestro catalán Antoni Benaiges, que intentó abrir la mente de los niños de la localidad burgalesa de Bañuelos de Bureba antes de que la Guerra Civil partiera el país en dos, informa Ical.

«Fuerza, solidaridad y resistencia». Esas tres palabras configuran el lema que reina en ‘El Viejo Roble’, que supuso el regreso del cineasta al festival catorce años después de abrir el certamen con ‘Buscando a Eric’, y cuando se cumplen 52 años de su primera participación en el festival, cuando ganó el Premio Ciudad de Valladolid en 1971 gracias a ‘Kes’. La película resume con una mirada nostálgica pero no impasible, con cierta amargura pero sin bajar el puño protestantebuena parte de los problemas que el cineasta británico ha ido poniendo encima de la mesa a lo largo de toda su carrera.

En este caso la historia se centra en origen del racismo y los intentos de desentrañar los procesos que conducen a él, a través de la historia de un pequeño pueblo al que llegan inmigrantes sirios que no son precisamente recibidos con los brazos abiertos por gran parte de la comunidad.

Por su parte, la cineasta catalana Patricia Font conquistó el corazón de los espectadores del Teatro Calderón con el estreno mundial de ‘El maestro que prometió el mar’, la adaptación de la novela homónima de Francesc Escribano. La película reivindica la memoria histórica y se erige como un canto de amor a la pedagogía, recuperando del olvido la historia del maestro Antoni Benaiges.

El origen de la historia, según el autor de la novela y coproductor de la película, hay que buscarlo en el trabajo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en 2010, cuando “por la cabezonería sobre todo de Miguel Ángel Martínez Movilla” (nieto de un contratista de Briviesca muerto en la guerra civil) se abrió una fosa común en La Pedraja (Burgos). “Allí no se encontró el cuerpo del profesor, pero sí su historia, que desde que despertó no hemos podido dejar de repetir”, anotó Escribano.

«Se han escrito libros, se han hecho obras de teatro, tuvimos la determinación de hacer una película y me sigue sorprendiendo lo que hace que esta historia sea tan relevante, que tengamos que repetirla tanto. El alma de Antonio está en los ojos de Enric (Auquer, el protagonista), pero luego hay otra cosa importante, que es el presente. Esta historia habla de una generación marcada por el silencio. Lo que vivieron fue tan horrible que se les quedó dentro y destruyó familias”, afirmó en declaraciones recogidas por Ical.

La película conecta la historia de Benaiges en 1936, a su llegada al pequeño pueblo de Burgos, con la actualidad, cuando una joven llamada Ariadna (Laia Costa) decide ayudar a su abuelo (que fue alumno del maestro) intentando para encontrar los restos del padre de Benaiges. este. Pasado y presente se conectan así en una historia que, para encontrar la clave de lo que sucede en los tiempos actuales, requirió “bastantes versiones de script”. Para el director, “traer la historia al presente dio la oportunidad de hablar de un tema muy interesante, los miles de personas desaparecidas que hoy siguen desaparecidas, aunque en muchos casos se sabe dónde se van a exhumar las tumbas”.

Enric Auquer (Premio Goya a la Mejor Actriz Revelación en 2020 por ‘Quien a Hiero Mata’) es el verdadero alma de la película. Presta su rostro, voz y cuerpo a Antoni Benaiges, en quien se esforzó por plasmar “el compromiso, el idealismo, la necesidad, la escucha y la comprensión de la pedagogía y desde donde se escucha”. «Quería comprender la dignidad de este valiente personaje, que no puede callarse ante nada y vive como un aventurero. “Traté de darle al personaje todo mi amor y amabilidad para dignificar esa vida asesinada y reprimida”, dijo.

Fotograma de la película de Selección Oficial ‘La Torre Sin Sombras’, de Zhang Lu.

ical

Por último, en ‘La torre sin sombras’ Los espectadores acompañan al protagonista en su viaje vital, mientras éste intenta, con mayor o menos suerte y dificultades, poner en su lugar cada pieza del dislocado rompecabezas de su vida. A lo largo de la película, el director reconstruye, junto al protagonista, un mosaico lleno de silencios, heridas sin cerrar y ausencias que atenazan a los protagonistas, todos ellos personas normales, sin grandes aspiraciones ni sueños, seres anodinos incapaces de dejar siquiera una sombra a su paso. Este es especialmente el caso de Gu Wentong, el protagonista, un frustrado poeta de mediana edad obligado a reinventarse como crítico gastronómico en el Beijing contemporáneo.

Como sucedió por ejemplo en ‘Incendios’, de Denis Villeneuve, La muerte de la madre es el detonante de la trama. La película comienza con Gu, su hermana y su marido yendo a dejar las flores de su madre en el cementerio con una niña el Día de Todos los Santos. Cuando llegan a la lápida ven que allí ya reposa un breve ramo, y la pregunta de quién pudo haber dejado esos flores en la tumba es lo que empieza a arrojar luz sobre los incómodos silencios que han rodeado a esa familia durante décadas.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *